“Por eso insisto en que hay que mirar la historia para que
jamás se repita. Nadie está exento de responsabilidad. Nadie”.
Palabras dichas por el ex parlamentario Eduardo García Cerda
al recordar los días posteriores al Golpe Militar del año 1973 y al dar cuenta
de las responsabilidad que le cupo en él a los partidos políticos de entonces
en el quiebre de la democracia chilena.
Estas reflexiones están recogidas en el libro “El valor de los
acuerdos. 50 años de activa vida política 1965-2015 publicado por Memoria
Creativa. Este libro, representa una amplia reflexión sobre la importancia de
los acuerdos en los últimas cinco décadas de vida política en Chile.
Las memorias publicadas abarcan 50 años de de vida política
de Eduardo Cerda, ex diputado por cinco períodos, ex presidente en
ejercicio de la Cámara
de Diputados en 1972, ex vicepresidente y secretario nacional de la Democracia Cristiana
en 1973, registrando además, 40 miradas que van desde la UDI hasta el PC,
incluyendo la opinión de los cinco últimos presidentes de la República.
Si nos guiamos por la definición que la Ley da de la palabra acuerdo,
es la decisión tomada en común por dos o más personas o por una junta o por una
asamblea o tribunal.
También se denomina así a un pacto, tratado, convenio,
convención o resolución tomada en el seno de una institución social, económica,
política o religiosa tanto nacional o internacional.
Por tanto, un acuerdo es la manifestación explícita de una convergencia
de voluntades con la finalidad de producir efectos jurídicos y el principal de
ellos, es la obligatoriedad par alas partes que lo otorgan (Pacta sunt
servanda) naciendo para ambas obligaciones y derechos todo, en la medida en que
así lo establezca la ley vigente.
Eso sí, un acuerdo necesita de una validez jurídica y esta
exige, un consentimiento válido de los otorgantes y su objeto sea cierto y
determinado ósea, no esté fuera del comercio ni sea imposible de cumplir. En
cuanto a la forma de su celebración, oral o escrita, las legislaciones suelen
exigir formalidades determinadas que dependen de la naturaleza de las
obligaciones pactada.
Además, para que lo acuerdos tengan toda la validez
necesaria y permitan relaciones fluidas entre las personas, deben estar
presentes en el acuerdo dos valores fundamentales como son el respeto y la
honestidad, ya que son fundamentales para que exista confianza entre las
comunidades que forman parte de un acuerdo.
Eduardo Cerda en la presentación de su libro expresó que “estas
son mis memorias políticas. En ellas recupero las cinco últimas décadas de la
historia social y política de Chile para dejar un registro de lo que he vivido
y presenciado como militante DC, diputado y dirigente de mi partido. Creo que
es una obligación nacional volver a mirar, sin descanso, los hechos que han
marcado nuestra evolución reciente como sociedad. Y estas memorias son mi
contribución a esta inagotable tarea.”
“Hoy, Chile está inmerso en una revolución tecnológica y en
cambios constitucionales y, como es habitual en su historia, se enfrenta a una
nueva transformación. En momentos donde la libertad de expresión se confunde
con impunidad ante el desprestigio y donde los ciudadanos piden a gritos que
las autoridades trabajen por la equidad, los acuerdos vuelven a estar más
vigentes que nunca. Es hora de darnos cuenta de que la sociedad no quiere
individualismos. ¡Reclama por un trabajo colectivo que sea beneficioso para
todos, no de unos pocos!,” añadió el ex diputado.
En estas memorias, Eduardo Cerda, relata como testigo
directo, momentos históricos de vital importancia.
Eduardo Cerda comenzó su carrera política como alcalde de
Cabildo y siguió como diputado por cuatro períodos. Admirador de Radomiro
Tomic, amigo de Eduardo Frei y opositor a Salvador Allende mantiene un
entusiasmo contagioso por la cosa pública y lo revela en este libro,
especialmente para aquellos que les gusta la historia de Chile y de esa manera
tener una nueva mirada, sobre los últimos 60 años de nuestro país.
En el libro, relata las primeras campañas en que participó,
donde todo se hacía con más entusiasmo que dinero, y en la política, se vivía la
mística de pelear por un candidato, de defender las ideas, donde la voluntad
juntaba a los partidarios en contraste con el mercantilismo de hoy, en que el
dinero ha ido corrompiendo la política y cambiando las condiciones de
participación política.
Lo anterior, se ha apoyado en la apatía en la que está
inmersa nuestra sociedad principalmente, por el excesivo énfasis en los
derechos individuales por sobre el bien común y al vez, dejando de lado la
responsabilidad y el deber como complemento de la vida en sociedad.
Eduardo cerda relata en el libro, como logró encontrar
puntos de acuerdo con adversarios políticos como lo fue Salvador Allende
durante su gobierno y como no logró concretar alguno con los miembros de la Junta de Gobierno, tras el
Golpe de Estado de 1973.
En relación a esa época, Cerda relata que a principios de
octubre de 1973 junto a Patricio Aylwin y a otro militante se reunieron con la Junta Militar para conversar
sobre la situación que se vivía en esos momentos, es decir para hablar sobre
los detenidos, los muertos y la suspensión del Congreso y de la posibilidad de
que los partidos políticos fueran declarados ilegales.
Cuenta que fueron recibidos por los cuatro integrantes de la Junta Militar son las pistolas
de ellos sobre la mesa y que esa fue la última actividad oficial de partido y
esa noche redactó un acta de la reunión para no olvidad detalle.
Días después, el 12 de octubre en la tarde, su casa fue
allanada y le fueron todos los papeles y documentos que encontraron en su
escritorio y entre ellos, el acta que redactó. Supone que los miembros de la Junta querían ver cual era
la mirada de ellos respecto a la reunión y qué habíamos escrito de ella. No
pudo volver a escribir sobre la reunión porque sabía que él y su familia eran
vigilados.
En este libro, Cerda reconoce culpabilidad de lo sucedido en
año 1973.
“Siempre me he preguntado qué hubiera pasado si la noche del
10 de septiembre, a las siete de la tarde, Allende hubiera llamado al ya
mencionado plebiscito. Estaba previsto que lo hiciera el anuncio el lunes 10 de
septiembre y lo postergó para el martes 11 y fue demasiado tarde. Las fuerzas
armadas, que ya tenían decidido dar el golpe, ¿se habrían retractado si Allende
hubiera anunciado el plebiscito el lunes? Es una incógnita. Quizás hubiera
estallado una guerra civil, porque cuando las fuerzas armadas se dividen,
generan guerras. No hay guerras civiles si están unidas.
A lo mejor, si Allende hubiera hablado, un sector del
Ejército se hubiera puesto del lado del presidente constitucional y otro
hubiera seguido adelante con la asonada. Se sabe que Pinochet fue sumado a
última hora a la confabulación, pero ¿y si se hubiera echado para atrás? Quién
sabe.
Lo que pasó en Chile, nunca más debe volver a suceder. Todos
fuimos culpables. Unos más, otros menos. Faltó que Allende se impusiera a su
gente. Sobró el discurso de Altamirano que llamaba a las tropas a sublevarse,
que no hizo más que apagar el fuego con bencina. Desabastecimiento, tomas,
enfrentamientos callejeros, expropiaciones, insultos, ausencia de diálogo,
hostilidad de lado y lado…
Por eso insisto en que hay que mirar la historia para que
jamás se repita. Nadie está exento de responsabilidad. Nadie. La base de la
política es el entendimiento de las distintas fuerzas en juego y que, en
democracia, nadie debe pisotear”.