En el imaginario popular italiano, existen numerosos
misterios históricos que se sustentan en una rara combinación de datos
verídicos y testimonios del pasado, mezclados con una “pizca” de leyenda,
tradiciones y elementos propios de una cultura transmitida de generación en
generación por cientos de miles de años.
Entre ellas está la misteriosa isla de Montecristo, el
castillo de Malaspina o la espada en la piedra de San Galano.
En el caso que nos convoca trata del Ponte del Diávolo
(Puente del Diablo) que es una obra de singular arquitectura, cuyo extraño
origen se basa en una leyenda que lo relaciona con un pacto con el diablo.
El Ponte del Diávolo se ubica sobre el río Serchio, en la
comuna de Borgo a Mozzano, provincia de Lucca, Italia. Se trata de una obra
maestra de la ingeniería medieval, y se calcula que data de los años 1000 –
1100 y sólo tuvo intervenciones importantes en los años 1800 y 1900 por
inundaciones y modificaciones posteriores.
Cuenta la leyenda que “un día los habitantes de dos pueblos
separados por el río Serchio le encargaron a un constructor que hiciese un
puente que uniera ambos lados, para comunicar las dos poblaciones entre sí.
El constructor emprendió rápidamente su tarea, pero con el
correr de las semanas la obra no avanzó como había previsto lo que ponía en
juego su reputación ya que se acercaba la fecha para entregar el puente y como aún
faltaba mucho para terminar, la desesperación se apoderó del pobre hombre, ya
que se había comprometido con los pobladores a terminar el puente a tiempo.
Pocos días antes de la fecha límite, una noche despejada,
mientras el constructor veía como su obra no concluiría a tiempo, alzó su vista
y a lo lejos divisó un hombre vestido de forma elegante, contrastando con
la luna. Nunca se imaginó que era el diablo.
Este extraño hombre se le acerco y le dijo “yo puedo
terminar por ti este puente, en sólo una noche”. El constructor pensó que no
tenia nada que perder (o eso creía) y decidió aceptar la propuesta. – Pero me
tendrás que dar algo a cambio – le dijo su visitante.
– ¿Qué? – preguntó el constructor. – Me tendrás que dar el alma del primero que cruce este puente – sentenció el diablo. El hombre lo pensó un momento y luego aceptó.
– ¿Qué? – preguntó el constructor. – Me tendrás que dar el alma del primero que cruce este puente – sentenció el diablo. El hombre lo pensó un momento y luego aceptó.
Al día siguiente el puente estaba allí, una hermosa e
increíble obra que duraría por cientos de años y los pobladores estaban
agradecidos con el constructor. Pero el pobre hombre, agobiado por el pacto que
había hecho, les pidió que nadie cruzase el puente hasta la puesta del sol.
Mientras tanto, fue en busca de ayuda con San Frediano, el obispo de aquella época. El santo, con sabiduría, le dijo “No se preocupe, deje que el diablo se lleve el alma del primero que cruce el puente, pero usted asegúrese que el primero que cruce sea un cerdo”. Así lo hizo el constructor, y esto enfureció al diablo por haber sido derrotado. En su ira, se arrojó a las aguas del río Serchio, y nunca más apareció por esa zona”
En Venecia, en la isla de Torcello, existe un puente sin
barandillas, que se llama Ponticello del Diávolo, uno de los dos únicos
que quedan en Venecia.
Este es la escena de un crimen, que ocurre en la novela “El
puente del Diávolo” de la periodista y escritora chilena María Angélica Blanco
y publicado por la editorial Mare Nostrum.
Blanca Sommervielle, esta cobijada en un matrimonio que le da
seguridad pero, en el cual esconde sus anhelos y ansias reprimidas. Durante un
viaje, en un café de Venecia, conoce al hombre que se convertirá en amante y
hará de ella una cautiva en un torbellino de fuego. Con él, inicia una relación
que despierta sus pasiones y la envuelve en la sensualidad y el placer más
profundo que hará prisionera de un torbellino de fuego.
Una noche, la joven doctora no regresa a su hotel y
desaparece en la bruma veneciana. La agente Rafaella Buonarotti será la
encargada de investigar y develar, las diferentes facetas de una mujer que al
ir levantando los velos descubrirán a una mujer que se interno en un laberinto
sin salida, que se enfrentó al dilema de elegir entre la libertad o avanzar
hacia la aniquilación personal en una trama que se extiende entre Italia y
Chile.
Esta novela hilvana amor, odio, locura y erotismo de alto
voltaje mostrando, la caracterización interior de los personajes, sus motivos,
sus circunstancias y acciones internas que nacen y se desarrollan a partir de los
actos de terceros. También, explica el porqué, la finalidad de la acción,
profundizando en la mente del personaje que lleva la acción y que gracias a su
gran parecido a Lord Byron, cautivó a Blanca.
En la novela, la división entre buenos y malos de los
personajes se difumina y la mayor parte de sus protagonistas, aunque de alguna
manera decadentes, están en busca de la verdad o, cuando menos, algún atisbo de
ella.
En su búsqueda, la acción es rápida y a veces violenta donde tanto la
inspectora Buonarotti, el policía chileno, Eduardo Barrientos y los criminales cruzan
a menudo la barrera entre el bien y el mal, salvándose solo por el sentido del
honor personal en medio de un ambiente, en que se crean oscuros personajes de
apariencia respetable en una atmósfera hipócrita y agobiante.
Al iniciar la lectura de esta novela, el lector podría
repetir la frase de Sherlock Holmes (the game is afoot): El juego está en
marcha y no para, hasta la última línea de esta trama y que hace preguntarse al
que lee si los personajes al caminar por el puente se encontraron con el
constructor y sólo tuvieron un delirio imaginario o realmente, el diablo los
tentó a que ofrecieran un alma a cambio de un favor. Solo al leer el desenlace
de esta novela policiaca tendremos la respuesta.
Y si un anochecer tenemos la oportunidad de pararnos sobre
el puente, quizás experimentemos algo que escapa de nuestro entendimiento.