El año pasado, se publicó la novela “Pedro Ivanovic,
terrorista” escrita por Luis Rivano y publicada por Alfaguara.
En ella, el protagonista Pedro Ivanovic es llevado ante una
comisión médica que debe investigar y dilucidar si estaba en pleno uso de razón
cuando tramó un atentado terrorista que consistía, en disparar en contra de un
paradero de micro a una hora en que estuviera lleno con su arma de
francotirador (o tirador escogido).
La novela se presenta ante el lector como si fuera una obra
de teatro pues, originalmente estuvo concebida como tal. Ahora, la narración
está construida en escenas retrospectivas, que al alterar la secuencia lógica
de la historia conecta momentos distintos y traslada la acción al pasado lo
cual, ayuda a conocer la historia de Pedro y a poder entender de manera más
profunda, su carácter y las razones que lo llevaron a tomar esa determinación.
La historia empieza cuando el protagonista debe presentarse
ante una comisión médica que investigara si Pedro Ivanovic, es lo
suficientemente dueño de sus actos como para ser juzgado por el delito que
quería hacer pero que se frustro. El consejo que le dio la abogada defensora,
es que la comisión lo considerara cuerdo para que se le juzgara por tratar de
cometer un delito y no por loco, porque de esa forma sería muy difícil
liberarlo.
Ante la comisión, trata de explicar, de la forma más clara posible,
los motivos y circunstancias que lo llevaron a tomar esa decisión. Los
argumentos de Pedro se mueven en dos líneas principales que complejiza entender
al protagonista.
La primera tiene que ver con su historia personal, con su
ancestro croata que llevó a su abuelo y a su padre a ser considerados parias
dentro de su sociedad; su rabia en contra de Tito, a la destrucción del imperio
austro húngaro que consideraba un aglutinador dando un sentido de pertenencia a
las personas.
La segunda idea, gira en torno al malestar que siente por el
cambio que él ve en la sociedad en la cual, desde su punto de vista se ha
perdido el respeto por los órdenes sociales, partiendo por la ley.
Las dos ideas anteriores conllevan un profundo malestar
social contra la juventud y sus formas peculiares de vestir, contra el lenguaje
coloquial que se oye en la calle, contra una supuesta falta de orden y
pulcritud en el comportamiento y en las maneras de las personas, haciendo que
se aparte de una sociedad que lo asquea por sus muchos defectos.
En esta novela, el autor pone a prueba su oficio ya que se
adentra en complejidades sicológicas de todos los personajes que se ven
enfrentados a dilemas éticos y muestra la ira, la envidia, el rencor, guardado
en la mente y en el corazón de Pedro y a la vez induce en el lector la
compasión, el desconcierto y un cierto humor negro hacia la tragedia de Pedro.
Luis Rivano nació el 19 de septiembre de 1932. Al ser
llamado a hacer el servicio militar, eligió realizarlo en Carabineros en donde
sirvió 11 años. De ahí le viene el apodo “el paco Rivano”; en sus años de
servicio patrulló el barrio Matadero, los alrededores del Club Hípico y
Santiago Centro.
En eso se le ocurrió escribir su ópera prima, “Esto no es el
paraíso” que le costaría la baja de la institución a los 32 años. Rivano,
explica que “el motivo de ello estaba claro: la novela narra el día a día de un
carabinero raso, con «pellejerías, abuso de poder, algo de corrupción,
prostitutas, compañerismo, soledad y calle”.
Pasó unos años vendiendo libros a través de todo Chile hasta
que se le presentó la oportunidad de comprar el derecho de llave de una
librería de viejo en la calle San Diego donde puso a la venta las dos novelas
que ya había publicado y toda su biblioteca, “unos 400 libros, que eran todas
primeras ediciones, libros firmados” que coleccionaba, y comenzó entonces
su vida de librero y al mismo tiempo que compraba y vendía libros usados,
editaba sus propios escritos.
Así, los cuentos que más tarde compilaría en “El rucio
de los cuchillos”, los publicó primero en cuadernillos que vendía de oficina en
oficina. Después de su primera novela, publicó otras cinco pero fue el teatro
el que le dio mayor fama.
Su primer drama, Te llamabas Rosicler, lo estrenó en
1976, y después de esa pieza se convirtió en un exitoso autor de obras de
teatro, haciéndose merecedor de varios premios, incluido el Municipal de
Santiago por “Escucho discos de Al Jolson, mamá”.
La pieza, “Por sospecha” fue incluida en la
antología “Un siglo de dramaturgia chilena 1910-2010” como una de las
cuarenta mejores obras teatrales nacionales de los últimos cien años.