lunes, 7 de marzo de 2016

Adiós a los padres: cómo hacerlos inmortales.



Uno de los grandes misterios de nuestra cultura es la familia. En este especial tipo de organización social, se crea una promesa de felicidad donde las relaciones que creemos naturales no siempre se concretizan en afectos.

La familia es el lugar en el que crecemos, donde aprendemos a ser quienes somos, donde formamos nuestra personalidad y el principal pilar de nuestro entorno emocional.

Hace un tiempo, Héctor Aguilar Camín nos pesentó el libro “Adiós a los padres” publicado por Penguin Random House.

En este libro, el autor nos entrega una novela intimista, sobre la historia de su familia donde cuenta cómo sus padres se conocieron, se amaron y se separaron escribiendo sobre la incógnita de la vida de sus padres en un intento de averiguar quienes son estos esposos que luego de estar medio siglo separados coinciden en un mismo hospital y qué les pasó que se separaron. Lo interesante de Adiós a los padres, además de la veracidad, es que tiene la unidad dramática y la extensión temporal de una novela haciendo que está biografía se lea impregnándose del cariño y el respeto que el autor, expresa hacia su padre y hacia su madre.

Sin embargo, esta novela es un ejercicio para construir la historia de su comunidad descubriendo la historia de su familia, lo que creía saber, lo que le contaron dando a conocer secretos familiares entonces, de a poco él construye toda una historia colectiva que va más allá de su familia porque, la novela está estructurada a partir de una línea del tiempo en donde se ubican, los acontecimientos personales y familiares y los hechos nacionales y locales que se van produciendo en aquellos años integrando al relato,  múltiples aspectos como son la vida cotidiana, los problemas materiales vividos en la familia y en la comunidad.

Ahora bien, este relato se convierte en una historia amena porque para contar hechos que sucedieron mucho antes de que el autor naciera, fue necesaria la búsqueda, selección y contraste con otras fuentes además de incluir la cotidianidad que circula en el pueblo de Chetumal que de alguna manera, influye en la dirección que tomó la vida de los personajes, transformándolos en seres de carne y hueso para quienes no los conocieron.

Relatos de amor y odio, generosidad y mezquindad, riqueza y penuria, en que la voz o el recuerdo de los seres queridos aparecen como un alivio, un universo en que la relación con los padres se resuelve a través de las cocinas, de los almuerzos de los éxitos y de los fracasos, donde la novela se transforma en la historia una ruptura, del quiebre de una familia y de la reconciliación que la vida les regaló.


En una entrevista Héctor Aguilar, expresó que “el de la novela es mi padre, visto con la admiración y la bronca adolescente, pero también con la madurez de los años que pasaron, que me amigan con él”.
Puede ser, entonces, que esta novela sea un intento del hijo de volver a su historia para recoger los pasos de su padre y de su madre o de matarlos para construir el camino propio o simplemente, el deseo de hacerlos inmortales. 


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