Un maestro para llevar la fantasía y atmósferas oníricas al cine, Cocteau desarrolló múltiples transformaciones técnicas y poéticas del lenguaje cinematográfico que permiten sumergir a los espectadores en mundos mágicos hasta el día de hoy.
Este aporte el surrealismo renovó esta vanguardia,
que desde los años veinte desarrolló múltiples encarnaciones, de las cuales la
de Cocteau es quizás la más mágica y encantadora.
La poesía es uno de los tantos medios artísticos en los que se sumergió este
gran realizador en su multifacética carrera. Es por ello que se suele
considerar que su adaptación del mito de Orfeo (con el personaje encarnado
por Jean Marais) es un relato con elementos muy personales.
Como en la historia mitológica, Orfeo se adentra en un mundo onírico en
busca de su amada Eurídice (Marie Déa), buscando traerla de vuelta a la
vida. El poeta contempla a la muerte, encarnada por una misteriosa princesa
(María Casares) que lo guía por el inframundo.
Esta transformación de la realidad se plasma en la pantalla con una serie
de técnicas innovadoras que Cocteau despliega con genialidad, haciéndonos
atravesar espejos, imágenes en reversa, y superposiciones fantasmagóricas.
Las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial pueden entreverse en estos
parajes, en el que Orfeo y su guía se encuentran con unas ruinas habitadas por
muertos, en escenas inolvidables filmadas en una academia militar bombardeada.
"Una película no es contar un sueño, es un sueño en el que participamos
juntos a través de una especie de hipnosis" escribió el propio Cocteau en
"Poética del cine", una reflexión que bien describe la experiencia de
ver "Orfeo" en la gran pantalla.
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