Cuando pensamos en galaxias, las imaginamos como discos de estrellas girando en el espacio, sin embargo, la realidad es otra.
Las galaxias viven en vecindarios cósmicos que se agrupan en cientos de otras galaxias unidas por la gravedad, llamados cúmulos de galaxias.
Estos cúmulos masivos suelen tener una galaxia dominante, con un
agujero negro supermasivo en su núcleo.
Estos agujeros
negros, no son solo una especie de aspiradoras que absorben todo lo que está a
su alrededor, también liberan plasma a velocidades cercanas a la de la luz, lo
cual genera la capacidad de calentar y mover el gas que los rodea; un gas que
está a millones de grados de temperatura y emite rayos X, formando una especie
de ballet cósmico, donde la materia y la energía se entrelazan para dar forma a
las galaxias.
Este fenómeno ha
generado una incógnita para la astronomía, dado que cuando se ha estudiado esta
composición química de gas caliente, se ha descubierto que la mezcla de
elementos es muy parecida a la que tiene nuestro Sol. A esto se le conoce como
la “paradoja solar”.
Desde la Universidad
de Santiago, la Dra. Valeria Olivares, académica del Departamento de Física,
lidera un proyecto Fondecyt Regular que busca entender por qué ocurre esta
paradoja y qué procesos físicos y químicos están detrás de ella.
Su investigación
propone desentrañar cómo el gas caliente en el centro de los cúmulos adquiere
esa composición tan parecida a la del Sol, y cómo estas interacciones afectan
la formación y evolución de galaxias como la nuestra, la Vía Láctea.
“Resolver este enigma
nos ayudaría a comprender mejor la historia química de las galaxias. En ese
sentido, lo que busca este proyecto es entender la formación y evolución de las
galaxias y los efectos que tienen fenómenos como la actividad de los agujeros
negros supermasivos en su desarrollo”, explica la Dra Olivares.
Este misterio cobra
aún más relevancia con los descubrimientos recientes del telescopio espacial
James Webb, que ha encontrado galaxias muy masivas y ricas en metales en un
universo joven, apenas unos cientos de millones de años después del Big Bang,
un periodo muy corto, si se considera la edad del universo.
Estos hallazgos
desafían los modelos actuales de formación galáctica y abren nuevas preguntas
sobre los procesos que permitieron su rápido crecimiento.
“Si logramos
entender cómo funcionan estos entornos en el universo cercano, podemos
encontrar pistas sobre cómo se formaron esas galaxias tan grandes y ricas en
metales tan temprano en la historia del cosmos, lo cual nos ayudaría a conocer
más la historia del universo”, comenta.
Para lograrlo, el
proyecto aprovechará observaciones en distintas longitudes de onda y
tecnologías de última generación, combinando información que no puede obtenerse
con un solo instrumento. Para estudiar el gas caliente que rodea a estas
galaxias, se utilizarán satélites de rayos X como Chandra y XMM-Newton,
que orbitan fuera de la atmósfera terrestre, ya que la radiación de rayos X es
bloqueada por la atmósfera.
Estos satélites pueden ver el gas a temperaturas de millones de grados y
revelar qué elementos químicos contiene gracias al análisis de su luz. Además,
se contará con el nuevo satélite XRISM, que permitirá medir con mucha más
precisión y detalle la composición química de este gas, identificando elementos
como hierro, oxígeno o silicio, fundamentales para entender su historia.
Por otro lado, para
estudiar las galaxias centrales y sus poblaciones estelares se utilizará el
instrumento MUSE, instalado en el Very Large Telescope (VLT) en la Región de
Antofagasta, uno de los observatorios más potentes del mundo. Este instrumento
permite descomponer la luz de las galaxias como si fuera un arcoíris
extremadamente detallado, lo que posibilita analizar qué metales contienen sus
estrellas y cómo se mueven dentro de la galaxia.
Al comparar la
composición química del gas caliente con la de las estrellas, el equipo podrá
reconstruir esta historia, aprovechando las condiciones únicas del cielo
chileno para entender cómo se mezclan y se enriquecen estos componentes,
obteniendo así pistas sobre los procesos que dieron forma a galaxias como la
Vía Láctea.
“Chile tiene un rol
clave en este proyecto. Nuestros cielos son de los más limpios del mundo, y el
VLT en el norte del país es una herramienta fundamental para hacer este tipo de
observaciones. Vamos a poder comparar la composición química del gas caliente
con la de las estrellas en la galaxia central, para ver cómo se alimentan y se
enriquecen mutuamente”, detalla Valeria Olivares.
Grupos de galaxias
pequeñas
El proyecto también
pondrá especial atención en los grupos de galaxias más pequeños, donde las
interacciones y fusiones de galaxias son mucho más frecuentes. A diferencia de
los cúmulos masivos, en estos grupos, las galaxias tienen menos espacio entre
ellas, lo que facilita los encuentros, las fusiones y la mezcla de gas y
metales que pueden dar origen a nuevas estrellas.
“Estos choques e interacciones pueden desplazar el gas, enfriarle, formar nuevas estrellas o incluso alimentar al agujero negro central.
Todo ello deja huellas en la composición química del sistema. Comprender estos procesos nos permitirá tener una visión mucho más completa de cómo se forman y evolucionan las galaxias, incluida la Vía Láctea.”, explica la investigadora.Además de la
investigación científica, el proyecto busca formar nuevas generaciones de
astrónomos, ya que contempla la participación de estudiantes de pregrado y
postgrado, quienes participan en la reducción y análisis de datos y en el
diseño de las observaciones.
“Para mí es muy importante que esto no sea solo un avance en conocimiento, sino también una oportunidad para formar a estudiantes.
Queremos dejar un legado que permita seguir investigando estas preguntas y que fortalezca la astronomía en Chile”, concluye la investigadora.
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