Conversamos con Alejandro Weiss para conocer el proceso, las sorpresas y los sentidos que emergieron en esta experiencia colectiva.
¿Qué representa el mar en su trabajo?
Aunque estamos en Valdivia, una ciudad no cercana al mar, tenemos una relación
muy directa: desde los alimentos hasta el trabajo con biomateriales, que usan
polímeros naturales como los que se extraen de algas. El carbonato de calcio de
las conchas también es parte de esa conexión. El mar, en el fondo, es el origen
de gran parte de nuestro proceso creativo.
¿Cómo nació la idea de crear esta obra?
Comenzamos a preguntarnos qué elementos podían conectarnos con el territorio del norte, con Antofagasta, su paisaje y sus materiales. Nosotros en Valdivia trabajamos mucho con choritos y mejillones, que son carbonatos de calcio, así que decidimos trabajar con este mismo elemento presente en la zona.
Pero lo
clave fue que no queríamos que solo fuera un taller técnico para la creación de
estas piezas, sino construir un relato colectivo desde las experiencias de los
propios estudiantes, conversando sobre el mar y sus vivencias. A partir de
estos relatos, cada uno diseñó y creó sus piezas, que podían ser abstractas o
figurativas, siempre ligadas a esa memoria personal.
¿Y cómo consiguieron los materiales para las piezas?
Por logística no pudimos salir a recolectar con los estudiantes, pero tampoco
llevamos material desde Valdivia. Lo que hicimos fue comprar estos productos en
el mercado local y preparar un cocimiento para los artistas que participaban en
la Bienal; nos reunimos en torno a una comida y luego utilizamos esas conchas
para crear las piezas. Así, el acto de celebrar y compartir también se
transformó en parte de la narrativa que quedó plasmada en la exposición.
¿Qué tipo de relatos surgieron de los estudiantes?
Nos sorprendió mucho que, mientras nosotros veníamos con la idea del mar como
algo que nos entrega abundancia, ellos lo veían con distancia. De hecho, surgió
la frase “el mar es egoísta” en uno de las historias que compartieron. No
tenían historias cotidianas del mar ni un sentido de pertenencia, sino
recuerdos más lejanos o nostálgicos, generalmente de cuando eran más pequeños o
incluso fuera de Antofagasta. Esa diferencia de perspectiva enriqueció muchísimo
la obra.
¿Cambió el sentido de la obra al escuchar a los estudiantes?
Sí, completamente. Nos dimos cuenta de que no podíamos forzar una mirada única
sobre el mar. Entendimos que la relación de estos jóvenes con el mar era
distinta a la nuestra, más distante, y eso redefinió la obra para que reflejara
esa diversidad de miradas.
La obra se aprecia como una gran red, ¿cómo llegaron a la idea del montaje con este elemento?
Allá mismo, en la Molinera, vimos que el piso tenía una cuadrícula que se
extendía a los muros, como una red. Decidimos trabajar con esa grilla para
entretejer todos estos relatos y vincular las piezas individuales. Además, los
relatos se escribieron formando una línea de horizonte, como si flotaran sobre
el mar, reforzados por una malla que cuelga arriba, marcando también ese
horizonte colectivo.
¿Habían hecho antes trabajos colaborativos con estudiantes?
Sí, tenemos una línea de trabajo con estudiantes. En Coliumo, por ejemplo,
hicimos paletas de materiales locales, generando pigmentos y biomateriales
desde residuos de la playa, como conchas y algas. Quisimos transmitir la idea
de que los materiales eran muchas veces considerados como desperdicios del mar.
Cosas que quedan botadas pueden ser reconfiguradas en piezas nuevas, en
materiales nuevos para crear.
Supimos que después algunas personas del público también intervinieron en la obra escribiendo sus relatos. ¿Eso estaba planeado?
No lo teníamos pensado, pero cuando alguien quiso escribir, dijimos “por favor, hágalo”. La idea era que la obra recogiera muchas miradas colectivas, no solo de los estudiantes y artistas, sino también del público. Así se transforma en un espacio abierto, donde cada uno puede sumar su propio relato sobre el mar. Algunos lo verán como algo laboral o productivo, algo más nostálgico.
Chile tiene más de 4.500 kilómetros de costa, por lo cual la forma en la que nos vinculamos con el mar es diversa.Cuerpos calcáreos: Relatos
entretejidos por el mar fue realizado en colaboración con los estudiantes
de LECYA: Alison Bartoli, Sharon Poveda, Britney Galvis, Francisca Callejas,
Yeremmy Gutierrez, Antonella Ugarlde, Dante Troncoso, Mónica Lizarazu, Dulce
Sepúlveda y Catalina Garay.
La obra puede visitarse en La Molinera de martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs. El público está cordialmente invitado a apreciar la obra e intervenir con sus relatos sobre el mar. Para coordinar visitas mediadas, puede enviar un correo a mediacion@proyectosaco.cl
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