De buenas a primera, contar un cuento parece
fácil. Pero, lo complicado viene después
cuando hay que conseguir y mantener la atención del lector.
Antiguamente, era el viejo del pueblo quien reunía a
la comunidad en torno a la palabra. Luego, el juglar, el trovador, el chamán,
la abuela, han sido los encargados de transmitir de generación en generación
historias, mitos y leyendas sin tener en cuenta razas, idiomas ni fronteras.
Príncipes, hadas, brujos, marineros, sirenas, mujeres
listas, campesinos pícaros son héroes que han echado raíces y se han vuelto
universales. Contar, ahora, significa revivir la tradición oral y promover la
literatura.
Parece muy sencillo contar un cuento, pero quien lo
haya experimentado, aunque sólo sea delante de un niño, se habrá dado cuenta de
que siempre se falla alguna cosa: imaginación, memoria, recursos narrativos.
Por otra parte, Laura Caba Sainz, en su tesis “Contar
cuentos: ¿Un arte o una técnica?”, explica que “contar cuentos es un arte que
requiere experiencia, por lo que va unido de la práctica a través de una serie
de técnicas. En el hecho de narrar o contar un cuento, hay tres elementos: el
cuento, el narrador y el público. Un buen narrador tiene que tener una serie de
cualidades y características para contar un cuento de forma que motive al
público.
El arte de contar cuentos es uno de los más antiguos
que se conoce y también la primera forma consciente de comunicación literaria,
por lo que se puede decir, que la gran mayoría de los cuentos procede de la
literatura popular de transmisión oral.
Lo más complicado de este género literario, el cuento,
es fijar su evolución histórica o un punto de partida, por lo que no se puede
precisar con exactitud una fecha del primer cuento.
Lo que sí nos ha llegado, es que los pueblos orientales son los más antiguos creadores de cuentos que podemos conocer y que desde allí, se fueron extendiendo por todos los países del mundo, transmitidos de boca en boca, por lo juglares.
Lo que sí nos ha llegado, es que los pueblos orientales son los más antiguos creadores de cuentos que podemos conocer y que desde allí, se fueron extendiendo por todos los países del mundo, transmitidos de boca en boca, por lo juglares.
Algunas de las primeras referencias que nos constan
sobre el cuento antes de los pueblos orientales son Egipto y Grecia.
En torno al año 2000 a.C., aparecen en Egipto las
primeras referencias sobre el cuento. En Grecia cabe mencionar a Esopo, con sus
famosas fabulas, Ovidio y Lucio Apuyelo, escritores romanos cuyas versiones se
basan en cuentos griegos y orientales incluyendo varios elementos fantásticos y
transformaciones mágicas para darle más valor.
Ahora, si lo que se quiere hacer es contarles cuentos
a adultos, la situación se vuelve más complicada porque pesa la timidez, el
control de la voz, el miedo al ridículo. Y se complica mucho más, si lo que se
quiere hacer es escribir cuentos cortos.
En ese sentido, Juan Carlos Toledo logra concretar en
su libro “Brisa Otoñal”, publicado por HB Editores, cuentos donde destacan los
diversos temas y con personajes cercanos, concretos, hechos con pequeños
trazos, que logran que el lector los conozca y reconozca en su entorno
inmediato.
Una anécdota familiar, un álbum familiar, un error, la
brisa otoñal cualquier tema, es una excusa para contar algo que le pasó a
alguien de manera sencilla y a la vez compleja ya que, desde el inicio, el
autor logra enganchar al lector aún, cuando la acción se abra al final o en el
medio del relato.
Ahora, en estos relatos no sobra nada. Eso, se ve en
el nudo de las tramas que está tan bien logrado, que encaminan de manera
natural hacia los finales de los relatos, que a veces son imprevisibles, otros
lógicos y, a veces, dejan la narración en el aire como esperando que el lector
le dé, la última puntada a la trama.
Lo otro, es que el autor no explica las situaciones,
sino que las muestra y al ahorrar palabras, ayuda al lector para que saque sus
propias conclusiones, ayudándose con la elipsis para abreviar el relato, con
acciones, descripciones y diálogos que apoyan la trama, que la agilizan
impidiendo que se alargue innecesariamente.
Además, al ser cuidadoso con la redacción, evita
cacofonías, adverbios y adjetivos innecesarios, por lo que se ve una escritura
limpia lo que agradece el lector
Brisa Otoñal es un excelente compendio de relatos que
atrapan al lector desde la primera línea hasta la última, pero, siempre
dejándolo con gusto a poco y con deseos de leer más.
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