¿Usted es un asiduo consumidor
o consumidora de libros? Si es así, seguramente ya ha leído, o por lo menos
está al tanto, del continuo auge de los libros en formato electrónico, o
de los también llamados ebooks y que se pueden leer a través de
aparatos como el Kindle, los computadores portátiles y hasta los teléfonos
celulares.
De hecho, según cifras de
la Cámara Chilena del Libro, en el año 2023 se publicaron 2.493,
número que representó el 26,81% de la producción total (consideremos que
en 2022, se publicaron 2.304 títulos digitales).
Ese porcentaje da cuenta de
que el mercado para los textos electrónicos está en plena
apertura. ¿Cuáles son sus ventajas? Para Gustavo Alcántara,
académico de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago, uno de los
principales atributos de los textos electrónicos se da “en las posibilidades
que dan los smartphones o tablets para almacenar múltiples documentos en un
dispositivo, lo que ahorra en la búsqueda de textos físicos, y, además, en que
gracias a estos artefactos se puede acceder a los contenidos de manera
inmediata. Esto, gracias a la conectividad a internet y plataformas de
distribución digital como Kindle, Apple Books o Google Play Books”.
A su vez, el especialista en
tecnología sostuvo a Diario Usach que “la lectura digital se adapta
fácilmente a las necesidades individuales de las personas, ya que permite la
modificación del tamaño de la fuente, el color de fondo, el contraste o la
activación del formato nocturno para reducir la fatiga visual”.
A eso también se suman otras
características positivas que están referidas a su durabilidad (por
ser archivos de texto), a que se pueden rayar sin posibilidad de daño, son
respetuosos con el medioambiente, no se agotan y a la inmediatez para su
accesibilidad, entre varias otras más.
“Desde mi experiencia como
usuario habitual de estas tecnologías, destaco la funcionalidad de búsqueda por
palabras clave, lo que es muy útil tanto para estudiantes como para
investigadores”, señaló Alcántara.
El académico de la Facultad
Tecnológica de la Usach también celebra la función que convierte los
textos a audios (voz) la cual se encuentra disponible en la mayoría
de los lectores digitales (como Kindle o Kobo).
El profesor Alcántara manifiesta que esto “facilita la compresión y ofrece una experiencia distinta de aprendizaje junto con la disminución significativa del cansancio ocular”.
¿Y en términos
ecológicos? El especialista explicó que “la lectura digital contribuye a
reducir el uso de papel y la huella de carbono asociada a la producción,
distribución y transporte de los libros impresos. Si bien, la fabricación de
dispositivos electrónicos implica un impacto para el medioambiente, su uso
prolongado, especialmente en el caso de los eReaders, genera un equilibrio más
sostenible”.
El gusto de leer en el papel
Las estadísticas de
la Cámara Chilena del Libro (de 2023) indican que, durante esa
temporada, el número de textos impresos alcanzó a las 6.805 publicaciones,
es decir, una cifra altamente superior a la de los títulos disponibles en el
formato electrónico.
Esto da cuenta de que, pese al
incremento que han tenido las publicaciones electrónicas, la mayor parte del
público todavía se decanta por el formato tradicional impreso.
Sobre este
aspecto, Patricio Moya, académico del Departamento de Lingüística y
Literatura de la Usach, apuntó que, a su juicio, “leer en papel no es lo mismo
que hacerlo en digital. A pesar de los dispositivos que facilitan la lectura en
cualquier lugar y de manera cómoda, las pantallas no replican la experiencia
que históricamente hemos asociado con la lectura”.
El profesor va más allá y
sostiene que “investigaciones en el área han demostrado que la comprensión al
leer un mismo texto en digital es muy similar a la que se tiene leyendo en
papel”.
De todas formas, dijo que quienes lo hicieron del modo tradicional, “fueron capaces de reconstruir de mejor manera la secuencia y cronología de los eventos narrativos”.
¿Por qué? Moya expresa que “la
experiencia de leer en papel implica una retroalimentación táctil y
kinestésica.
Pasar las páginas, sentir el peso de lo que se ha leído y de lo que nos falta por leer y posicionar una determinada escena ‘al principio’ del texto, permite generar, con mayor facilidad una representación más precisa del libro, al incluir un componente corporal”.
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