La actriz Francisca Gavilán personifica a Medea, uno
de los grandes personajes femeninos de la dramaturgia y de la mitología. En la
historia, ella huye de su pueblo tras matar a su hermano para casarse con
Jasón. Llegan a Corinto, donde ambos viven felices y engendran dos hijos.
Sin embargo, el rey Creonte acuerda casar a su hija,
la princesa Creúsa, con Jasón. Éste acepta desposarla, abandonar a Medea y
criar sus hijos con la nueva mujer. Medea es sentenciada al destierro.
La protagonista entonces, arrastrada por la traición
de Jasón y en su afán por buscar justicia, envía a Creúsa un manto impregnado
de veneno como regalo de bodas. Cuando la princesa se lo pone, la tela comienza
a quemarse y las llamas la consumen. Como acto final de venganza, Medea mata a
los dos hijos que había tenido con Jasón.
En esta versión de Claudia di Girolamo, la obra tiene
toques contemporáneos en textos, vestuario, escenografía y utilería. Hay
graderías frente al público a modo de teatro griego en desuso, espejos y
neones. Además, los personajes se redujeron al máximo para poder centrarse en
el nudo de la obra, quedando en escena Medea, Jasón y un hijo/a.
Creo que hay una reivindicación de la función femenina
muy fuerte. Además, Medea es extranjera y perseguida. Entonces es muy actual en
su visión de cómo se transforma al inmigrante en alguien peligroso”, comenta Claudia
di Girolamo.
El título de la obra “No hay derecho”, tiene para su
directora una triple significación: “La idea nació hace mucho tiempo. Quería
hacer otra obra, pero los derechos eran tan caros, tan inalcanzable el precio,
que dije en mi desesperación: voy a hacer una obra donde no hay derecho. Y eso
son los clásicos. Al mismo tiempo, con el estallido social, salimos a la calle
buscando más derechos sociales. Y además es un dicho muy chileno que refiere a
cuando algo colma la paciencia. Y en la obra no hay derecho en culpar a Medea y
no a Jasón siendo que ambos son responsables de los sucesos. Por qué se le
destierra sólo a ella y él se vende tan bastardamente a una sociedad y deja a
su familia botada. Simplemente, no hay derecho”, cuenta Di Girolamo.
Medea es una mujer que ama profundamente a su esposo y
quiere volver a vivir esa libertad con él, pero Jasón ya se convirtió en un
hombre del sistema.
“Tiene una gran vigencia, porque creo que en nuestro
país aún no somos capaces de sacudirnos de esos estigmas y estereotipos
sociales. Nos cuesta mucho hablar de igualdad, de aceptación, de inclusión.
Esta Medea que araña desesperadamente las normas, está
dentro de todas las mujeres, y también de las disidencias, que son finalmente
exiliadas en su propia patria. Ella es muy revolucionaria en ese sentido, salta
los límite, quiere cambiar las reglas establecidas.
Entonces la obra nos lleva a tratar de razonar por qué no somos capaces de entendernos, de abrir nuestros brazos, de unirnos y crear una sociedad diferente, más grande”.
Claudia había protagonizado una versión de Medea el
2001 bajo la dirección de Rodrigo Pérez, un personaje que la ha estado siempre
en su pensamiento: “Medea, Hedda Gabler, Sarah Kane son personajes que viven en
mi interior.
Esas mujeres que están al límite de lo establecido, que rompen los hilos del corset, que nos deslumbran por su brillantez. Cuando hice Medea, me atravesó el alma. Ella se deshecha a sí misma. Entendí qué fuerte puede ser en el corazón de una mujer la relación con una pareja. Creo que Eurípides y Séneca tienen una visión muy profunda del amor puro”, relata la actriz.