La Ruta de la Seda, fue una red
de rutas comerciales organizadas a partir del negocio de la seda china desde el
siglo I a. C., que se extendía por todo el continente asiático,
conectando a China con Mongolia, el subcontinente indio, Persia, Arabia, Siria,
Turquía, Europa y África.
Ahora bien, el término "Ruta de la
Seda" fue creado por el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen,
quien lo introdujo en su obra “Viejas y nuevas aproximaciones a la Ruta de
la Seda”, en 1877 y debe su nombre, a la mercancía más prestigiosa que
circulaba por ella, la seda, cuya elaboración era un secreto que solo los
chinos conocían.
Los romanos, (especialmente las mujeres de
la aristocracia), se convirtieron en grandes aficionados de este tejido, tras
conocerlo antes del comienzo de nuestra era, a través de los partos,
quienes se dedicaban a su comercio.
Pero no solo seda se comercializaba a través de
esa ruta. También, transitaban por ellas piedras y metales preciosos como
diamantes de Golconda, rubíes de Birmania, jade de China, perlas del golfo
Pérsico; telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias,
porcelana, vidrio, materiales manufacturados, coral, etc.
En ese contexto, es que Mariah Evans sitúa
su novela “Lágrimas de arena”, de ediciones Kiwi y distribuida en Chile por
Editorial Zig- Zag.
Es una historia romántica, ambientada en
la ruta de la seda en el siglo XVII específicamente en 1643 cuando Fynes
Chapman, reputado comerciante de Londres, es escogido por la Corona británica
para abrir una nueva vía en la Ruta de la Seda.
Luego del viaje realizado con la Compañía
Británica de las Indias Orientales, Fynes y su hija Katherine son recibidos en
Mumbai por el coronel Arthur Wyatt, que les acompañará en la caravana hacia el
Imperio chino.
Ante las noticias de una nueva invasión,
Fynes y Arthur partirán para emprender unas fructíferas negociaciones con el
imperio mogol y viajan hacia el interior, donde Fynes perderá la vida y
Katerine, aprenderá a ver la vida con otros ojos ya que los diferentes
contratiempos y peligros que irán surgiendo en el camino, harán que Kate y
Arthur se acerquen y cuando él sepa cuál fue el verdadero motivo que impulsó a
Kate a viajar, aceptará su valentía y la molestia que él sentía por su
presencia, se transformara en amor.
Será este sentimiento, lo que hará que,
sin un ejército ni nadie que lo ayude, esté dispuesto a darlo todo por la mujer
que ama, incluso a realizar una huida a contrarreloj en plena conquista de un
imperio, a sabiendas de que las fronteras con el Imperio mogol, su única vía de
escape, están por cerrarse viviendo una aventura, que cambiará sus vidas para
siempre.
Lejos de ser superficial, esta novela,
lleva al lector a través de cuatro culturas mostrando la atracción que estas
ejercen sobre las otras y hará que interactué, con personajes principales
complejos, que tienen sus luces y sombras y que hacen frente a los conflictos
que llevan en su interior logrando superarlos.
En cuanto a los personajes secundarios, la
autora logra que cada uno tenga su rol en el momento preciso y no recarga la
historia con ellos.
El ritmo de la narración es ágil y la
acción, el suspenso y la expectación sobre la suerte de los protagonistas, logran
que el lector siga atento la historia a lo largo de sus casi 500 páginas y como
la narración se va alternando entre los distintos personajes no hay tregua para
el lector que, en algunos momentos, se ve ahogado en una narración que podría
ser más breve, pero que no le quita méritos a la novela.
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