Una reciente publicación en la prestigiosa revista científica Science of the Total Enviroment dio cuenta de la posibilidad de que el chorito (Mytilus chilensis), de gran importancia comercial para el país, tenga la capacidad fisiológica de adaptarse a posibles escenarios de aumento de temperatura en el continente blanco.
El trabajo científico fue encabezado por el Dr. Jorge
Navarro, investigador del Centro de
Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) y
académico del Instituto de Ciencias Marinas
y Limnológicas de la Universidad Austral de
Chile (UACh). En los últimos años, el científico ha centrado su interés en la
crisis climática y sus efectos sobre organismos marinos de importancia
ecológica y económica, que habitan la zona sur-austral de Chile y la Antártica.
Para llevar a cabo el estudio se realizó un experimento durante 80 días. El objetivo fue conocer cómo se comportaba este bivalvo que vive en la Región de Magallanes, está expuesto a temperaturas bajas durante el invierno y cuya producción en Chile sobrepasa las 400 mil toneladas al año y sitúa al país como el segundo productor mundial de este recurso.
El
equipo científico se propuso saber como esta especie, al llegar a la Antártica,
podría enfrentar determinadas condiciones térmicas, tanto actuales como aquellas
de futuros escenarios de cambio climático.
Luego, una
condición de invierno antártico de -1,5° C. Y un cuarto tratamiento consistió
en exponerlos a una Antártica afectada por el cambio climático, equivalente a
4° C”, explica el investigador. La mortalidad del chorito fue muy baja en todas
las condiciones experimentales, con valores de 2 a 3 % en el grupo expuesto a
condiciones antárticas de invierno (-1,5 °C) y en el grupo control (8 °C).
“La temperatura de invierno sigue siendo una barrera
para los potenciales invasores, pero si el cambio climático continúa y la
temperatura aumenta de acuerdo a las predicciones que se han hecho, lo más
probable es que el chorito sí pueda establecerse en la Antártica”, explica la
investigadora del Centro IDEAL y decana de la Facultad de Ciencias de la UACh,
Dra. Leyla Cárdenas, coautora del estudio.
El trabajo científico también consideró la actividad
de alimentación y crecimiento de los mejillones. “Detectamos que había una clara disminución de
la tasa de ingestión en los animales expuestos a la menor temperatura de -1,5°
C. Pese a que no morían, comían poco y al hacer un análisis bioenergético,
encontramos que había crecimiento negativo (baja del peso corporal)”. Sin
embargo, a las otras tres temperaturas experimentales se observó un aumento de
la tasa de ingestión, con diferentes grados de crecimiento, explica el Dr.
Navarro.
“Si bien es cierto esta especie ve afectada sus tasas
de ingestión y crecimiento bajo condiciones antárticas de invierno, lo que sugiere
que no tendría la energía suficiente para subsistir a lo largo de un año en
este continente. Eso podría explicar por qué esta especie no se encuentra en la
Antártica de forma permanente. Si bien no muere, no tiene la capacidad para
crecer y por lo tanto tampoco tendría la capacidad de reproducirse, agrega.
Especie potencialmente invasora
Los mejillones se encuentran en todos los continentes, excepto en la Antártica. El chorito es uno de los moluscos más relevantes para la acuicultura en Chile y, paralelamente, se caracteriza por resistir una amplia tolerancia a diversos factores ambientales, como de temperaturas, salinidad y oxígeno.
En términos ecológicos se considera una “especie
bioingeniera” porque vive en bancos o en mantos y generan sustratos adecuados
para otros organismos como algas, microalgas e invertebrados.
En los últimos años, estudios antárticos internacionales han situado a los choritos como las primeras especies potencialmente invasoras de la Antártica. Tras los resultados de la investigación, el Dr. Navarro asegura que “si ocurre el aumento de temperaturas en la península Antártica debido al cambio climático, los choritos estarían expuestos a 3 o 4 grados más.
Esta sería una condición propicia para que puedan llegar a
alimentarse, crecer y posiblemente reproducirse en ambientes como la Península
Antártica Occidental, todo esto ayudado por el aumento de la actividad de
transporte marítimo a través del Océano Austral.
El estudio puede ser leído aquí.
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