martes, 28 de mayo de 2013

El último manual de los bebedores: práctico diccionario de sabiduría común



¿Sabe usted qué es un chupa candado? ¿O un chaleco e’ mimbre? ¿O baldear la cubierta? ¿O cuántos tipos de resaca hay y qué se necesita para terminar con cada una de ellas? ¿O qué es una bolsa de leche?


 Ferdinand de Saussure, padre del estructuralismo, estableció tres niveles para el lenguaje. Primero, estaría la lengua, luego el habla y finalmente el dialecto.

La lengua, se ubica en la suma de imágenes verbales y sus correspondientes conceptos almacenada en todos los planos de los conceptos y de la sustancia fónica.

El habla, tiene un carácter esencialmente individual ya que se trataría de un acto de voluntad e inteligencia de los hablantes; se genera por la condición socio geográfico de quienes la hablan. 

El habla, tiene un carácter esencialmente individual ya que se trataría de un acto de voluntad e inteligencia de los hablantes; se genera por la condición socio geográfico de quienes la hablan.

Por último, el dialecto no solo como variación lingüística, sino que también existe el "sociolecto", de orden social, o de tipo contextual, que sería a "variación diafásica" o "registro", así como la variación producida por la interferencia de una lengua sobre otra, lo que se denomina "intelecto".

Tito Matamala recoge esa variación del lenguaje castellano que hacen que nosotros nos diferenciemos respecto a otros países del continente y aunque tenemos diferencias dentro de nuestro país, hay varias características que nos unen como tener una identidad común, una forma de hablar, de reír, de cantar, de hacer fiestas y de cocinar.

Además de compartir una memoria histórica común, que no es sólo una sucesión de hechos bélicos o de acontecimientos económicos sino una vida colectiva  con todas sus complejidades,  es lo que nos hace dueños de todo aquello que los seres humanos agregan a su entorno y que los antropólogos llaman cultura, conformando un patrimonio inmaterial que sentimos como propios, de todos, enriqueciendo nuestro espíritu en comunidad, entregándonos una manera de encontrarnos que nos hace sentir  que tenemos un lugar en el mundo.

Y como el “chileno” está lleno de palabras y frases en las que abunda el lenguaje metafórico, las rimas y las relaciones ingeniosas para expresar con picardía la sabiduría popular, este manual se transforma en un esfuerzo para preservar y difundir nuestra identidad, escrito desde el convencimiento que nuestra cultura y sus manifestaciones tienen valor, recogiendo un saber común importante para que no se pierda esa identidad.

En su libro nos muestra el mundo de la bebida pero en su obra, prevalece el abordaje heroico y desenfadado de la bebida, a través de personajes de antología, y la creación de un universo de lugares y personajes extraídos de la propia vida del autor, que se repiten en el transcurso de su obra.

Tito Matamala Aburto nació en Puerto Montt en 1963, periodista y escritor chileno que estudió en la Universidad de Concepción, titulándose en 1995 y en el 2004 obtuvo el grado de magíster en Literatura Hispánica.

Magíster en Literaturas Hispánicas, obtenido el 2004. Desde 1995 ejerce la docencia en la carrera, enfocando su labor, principalmente, hacia las asignaturas de periodismo de opinión, periodismo interpretativo y redacción periodística.

Editor literario y columnista del diario El Sur, también ha colaborado con el canal de televisión de su alma máter, TVU y ha sido profesor de Redacción Creativa y Grandes Obras de la Literatura en la Universidad del Desarrollo. Ha escrito novelas y cuentos, los que han aparecido también en antologías.

El libro refleja su buen oficio en las letras. Maneja bien el lenguaje logrando contar buenas historias, básico en un buen periodista.

Su labor profesional la ha ejercido en el canal de televisión de la Universidad de Concepción (TVU). En el diario El Sur donde es columnista y editor literario. También fue columnista del diario El Mercurio y dibuja diariamente el mono de opinión del diario Crónica.

Paralelamente, ha adquirido renombre como escritor. Entre sus trabajos se encuentran las novelas “Hoy recuerdo la tarde en que le vendí mi alma al diablo (era miércoles y llovía elefantes)”, “De cómo llegué a trabajar para Carlos Cardoen” y “Dos novelas breves”. Los libros “El manual del buen bebedor”, “Nuevo manual del buen bebedor”, “Historias del bar La Trivia” y “Diccionario del buen bebedor”. La recopilación de sus columnas publicadas en el diario El Sur “Calumnias y otras infamias”. Además, ha publicado cuentos en las antologías “Relatos & resacas”, “Honrarás a tu padre”, “Desafueros”, “Chile a traveler’s literary companion” y “Con pocas palabras”.

En 1995 obtuvo el Premio de Novela de El Mercurio por la mencionada “Hoy recuerdo la tarde en que le vendí mi alma al diablo”.



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