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La muestra presenta paisajes inspirados en Tierra del Fuego, grandes espacios abiertos, lugares solitarios y fauna silvestre con particular belleza que invitan a la contemplación.
Si bien la pintura de Berta Iñiguez se inspira y desarrolla en torno al paisaje, más que pintura de paisaje, es la pintura de la mirada, donde el enfoque da cuenta de un estado interno.
La inspiración de esta exposición está en un reciente viaje a Tierra del Fuego y sus espacios remotos y despojados. En este caso no hay una intención de documentación específica, ni es la visión turística que busca resaltar hitos de particular belleza o atractivo, como el paisaje de calendario.
Berta Iñiguez nos presenta arquetipos de paisajes, lugares solitarios que reconocemos como propios. Estos se vuelven un escenario para hablar de espacialidad, grandes espacios abiertos, sublimes, invitan al espectador a hacerse cómplice de una mirada de asombro, silencio y contemplación.
Es nueva la incorporación de fauna silvestre para aludir a nuestro lugar en el contexto de la naturaleza. Su perspectiva plantea una reflexión espiritual donde la escala de estos personajes hace referencia a nuestra pequeñez y nuestra proporción en el mundo.
Se vale del retrato de la inmensidad para sugerir un espacio interior de solitud, que es necesario, valioso y sagrado.
En esta ocasión vemos en su oficio una voluntad naturalista y respetuosa de la forma, para descubrir y develar las armonías subyacentes en la paleta natural.
“Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos, pero es intraducible, como una música” es una frase de Jorge Luis Borges, en El Aleph, que a la artista le hace sentido al presentar su obra.
Berta Iñiguez es Egresada de Diseño de la P.U.C. y estudió pintura en el taller de Andrés Baldwin y Luis Rojas Quijada. Ha estado exponiendo su obra regularmente desde el año 1995.
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