El libro, Doscientas mil voces propone una revisión
del Proceso Constituyente de 2016 en el que participaron 220 mil personas de
todo Chile, y desde ahí, plantea una reflexión sobre el proceso que se inició
en octubre de 2019.
A través de las miradas internacionales y nacionales,
en las voces de Tom Ginsburg, Sumit Bisarya, Tomás Jordán, María Cristina
Escudero, Salvador Millaleo y Patricio Fernández, entre otros, este volumen
plantea varias preguntas como ¿Puede un ciudadano común y corriente dialogar,
debatir y construir acuerdos sobre materias constitucionales ¿Acaso, es una
irresponsabilidad propia de un impulso populista como sostienen aquellos que
tienen fe ciega en los expertos y desconfianza del ciudadano raso? ¿Cómo
dialogar entre personas diversas, a veces con intereses y valores
contrapuestos? ¡Cómo se construyen acuerdos en procesos abiertos de
participación? ¿Cómo surge y se adopta el concepto de autogestión y
autoconvocatoria?
Varias son las preguntas que plantea este volumen, pero
la más importante es la que se plantea al comienzo de que es qué aprendimos del
proceso constituyente.
El libro está dividido en cuatro secciones.
La primera sección se denomina “Visiones
Internacionales” en la cual se encuentran los artículos “De Chile al mundo:
aprendizajes internacionales de un proceso abierto, escrito por Florencio
Ceballos; Proceso constituyente participativo e innovación constitucional,
escrito por Tom Ginsburg; Elaboración participativa de una Constitución. La
búsqueda de una participación pública efectiva: aprendiendo de la experiencia
chilena, de Sumit Bisaya.
En la segunda sección se habla del Consejo Ciudadano
de Observadores. El primer artículo es “Consejo ciudadano de observadores: el
desafío de la legitimidad y tres aprendizajes por Hernán Larraín Matte;
“Demasiado pronto para decir que se acabó: lecciones del proceso constituyente
chileno en cuanto a participación, inclusión y diversidad”, por Salvador
Millalleo y “Cómo hacer para que no se lo lleve el viento”, por Patricio
Fernández.
La tercera sección habla sobre los resultados en el
artículo “Para la Constitución, una conversación”. Reflexiones e imágenes de la
fase de participación del proceso constituyente. La experiencia ciudadana.,
escrito por Blanca Larraín Matte y por Denisse Vega Avendaño.
El otro trabajo se denomina “Etapa participativa del
proceso constituyente chileno 2016. La experiencia del comité de
sistematización escrito por María Cristina Escudero, Ignacio Irarrázaval,
Rodrigo Márquez (Comité de sistematización).
Por último, en la sección cuatro que habla del
proceso, está el escrito “El proceso constituyente abierto a la ciudadanía: El
modelo chileno de cambio constitucional” realizado por Tomás Jordán Díaz y
Pamela Figueroa Rubio.
Como un murmullo permanente, en la última década hemos
visto sucesivos brotes de movimientos ciudadanos, a veces disruptivos y a veces
festivos; a veces acotados y a veces masivos en un contexto nacional que ha
oscilado entre el reformismo y la profundización del modelo.
En ese contexto, surgió el proceso Constituyente
impulsado por la ex presidenta Michelle Bachelet como una respuesta a una sociedad
molesta, distanciada del sistema político y que aspiraba a cambiar las reglas
del juego, un intento por encauzar las tensiones que venía mostrando la democracia
representativa y fue una respuesta institucional, a las demandas sociales y a
la creciente desconexión entre sistema político y ciudadanía.
Encuentro, deliberación y decisión soberana fueron los
momentos que consideró el diseño de este proceso que partió con el encuentro
entre la ciudanía y el sistema político que daría paso a la deliberación del
Parlamento sobre el proyecto de la nueva Constitución y el tercero sería el
momento en que se realizaría o se rechazaría la nueva Carta Magna.
Una de los objetivos del diseño era encontrar la mayor
cantidad de participantes, con distintos niveles de educación, posiciones
políticas, intereses y valores y para ello, la hoja de ruta (reglas del juego,
dialogo, las preguntas y las actas) y la flexibilidad fueron claves en el
diseño de estos encuentros.
El órgano coordinador y garante de este proceso fue el
Consejo Ciudadano de Observadores. Para conformarlo, la ex presidenta convocó a
15 personas procurando reflejar en él, la mayor diversidad social, cultural y
política posible siendo concebido como un mecanismo de producción de
legitimidad, dando certezas a todos.
El Consejo estableció cuatro criterios de observación
que fueron transparencia, participación, inclusión y ausencia de sesgo
político.
En la introducción Rodrigo Araya estableció cinco
aprendizajes que fueron la autogestión, que favoreció el empoderamiento de la
ciudadanía que fue el principal efecto de esta “cesión” de protagonismo a los
ciudadanos y sus propias capacidades; el diálogo como un valor en si mismo que,
a pesar de la desconfianza de los participantes en que este proceso fuera
realmente considerado, hubo amplia coincidencia en el valor en sí misma, de la
experiencia participativa en el cual las regiones y los territorios se
expresaron.
Un tercer aprendizaje fue que Ceder voluntariamente
poder a órganos autónomos y externos, como hizo el Gobierno, es una complejidad
garantizada que, sin embargo, esa misma complejidad dotó de legitimidad al
proceso ya que nadie pudo decir que el proceso de participación fue manipulado
o que los resultados estaban preestablecidos.
Un cuarto aprendizaje fue que si se podía hablar de la
Constitución y que no existen áreas donde no pueda haber diálogo ciudadano.
El último, pero no menos importante, fue la evidencia
que las decisiones que se toman a partir del diálogo y la participación son más
sustentables en el tiempo, incorporando herramientas de democracia
participativa como complemento en los procesos de toma de decisiones
simplemente, porque se toman mejores decisiones.
Eso sí, el diálogo requiere de ciertas condiciones
para que sea efectivo, legítimo e incidente.
“Lo primero es que existan reglas del juego, para así
evitar que el que habla más, mejor o más fuerte sea el más escuchado o el que
más incide. Para eso están las reglas, le ara reparar metodología que debe ser
conocida con anticipación. El diálogo requiere de objetivos y metodología con
amplia legitimidad.
Eso sí, la participación tiene límites y es importante
conocerlos ya que no es una solución mágica y tampoco, reemplaza a la política.
La participación, el diálogo, el codiseño, la gobernanza abierta es donde debemos buscar respuestas para reparar las fisuras, para crear nuevas estructuras que respondan a los desafíos de la democracia de las próximas décadas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario