La obra cumbre de Irène Némirovsky y
baluarte literario contra el fanatismo y la intolerancia, Suite francesa cautivó
al mundo con su retrato inmisericorde de la sociedad francesa de entreguerras.
Ahora, “En Los fuegos de otoño”, Némirovsky compone
de nuevo un sensacional fresco narrativo del envilecimiento de la burguesía parisina
durante ese período vertiginoso.
Escrita en la primavera de 1942, al mismo tiempo
que Suite francesa pocos meses antes de la muerte de la autora y
publicada a título póstumo en 1957, Los fuegos de otoño, sobrevivió
milagrosamente a los estragos del nazismo y el reciente descubrimiento de una
copia de la novela, con abundantes correcciones de la propia Némirovsky, le
confiere un valor adicional incalculable.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, Bernard
Jacquelain regresa de las trincheras con una medalla, pero desilusionado ante
la falta de perspectivas y tras, los horrores presenciados en el frente, lucha
por hacerse un hueco en el mundillo de los negocios turbios que campan a sus
anchas en París.
¿Qué puede atraer a la bella y sensata Thérèse del
rebelde y un tanto desvergonzado Bernard? A pesar de los desengaños y
sufrimientos que puede acarrearle esa relación, Thérèse lo quiere y confía en
que la fuerza del amor acabe por imponerse.
Durante diez años, gracias al dinero fácil, ambos
disfrutan de los mediocres placeres de la vida burguesa, pero cuando los
tambores de guerra vuelven a sonar con fuerza y el futuro se torna incierto,
todo empieza a desmoronarse.
Ambientada en el París febril y disoluto de
entreguerras, Los fuegos de otoño es no sólo un retrato íntimo de
unos hombres y mujeres en busca de una libertad imposible, sino también una
semblanza implacable y sobrecogedora de una clase social presa de sus
privilegios y costumbres.
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