lunes, 20 de julio de 2020

La Llave: abriendo el camino hacia la sanación

Una llave es un instrumento que se usa para accionar las cerraduras incorporadas a objetos o habitaciones que se pretende proteger, de accesos no deseados.

Son elementos muy comunes que la mayoría de las personas usan todos los días, ya sea para cerrar o abrir puertas, rejas, candados, baúles, etc., dándonos la oportunidad de entrar o acceder a un lugar u objeto protegido.

Ahora bien, en los sueños, este objeto cumple la misma función ya que soñar con llaves, puede simbolizar abrirse a nuevas ideas, oportunidades, perspectivas o conocimientos o, por el contrario, podrían estar bloqueando o manteniendo escondidos secretos y recuerdos, que han estado reprimidos profundamente dentro del inconsciente.

Ahí, se envían (consientes o no) emociones y situaciones que, de alguna forma, sobrepasan emocionalmente a las personas y que, de alguna forma, no se pueden manejar y la respuesta, se cristaliza en creencias y pautas de comportamiento que pueden incluso, limitar la relación con otras personas. 

Una frase atribuida a Sigmund Freud decía que “recordar es el mejor modo de olvidar”, queriendo decir, talvez, que es una invitación a abrir la puerta de nuestro propio viaje hacia la sanación.

En el libro, “La Llave”, escrito por María Luisa Ginesta (La Chica), ella nos toma de la mano y nos lleva a transitar por un camino de búsqueda, de reflexión, de recordar el pasado y de conocimiento interior. Un camino, que se inicia al abrir las puertas de ese cuarto oscuro donde estaban sus recuerdos y a través de la escritura, abre las ventanas y deja entrar una luz que le reconforta el alma. 

Avanzando en la lectura, el relato refleja episodios de abusos, que la mayoría de las mujeres hemos vivido alguna vez y que se aprende a guardar con mucho recelo emociones, secretos, recuerdos que pueden llegar a ser una gran carga sobre una persona.

“Siento que soy una mujer nueva. Hoy puedo leer con más claridad la vida, la puedo vivir aun con más intensidad”, dice La Chica en las páginas finales de La llave, libro que nace desde lo más profundo de su alma con la necesidad de explicarle a su compañero de vida, lo que está viviendo y que la revoluciona internamente.

Ella, emprende este viaje desde el temor y la duda hacia un final incógnito que puede llevar a cualquier parte, convocando a distintas voces como su bisabuela con la que conversa desde sus escritos y nos lleva hacia el drama que significa para una mujer, enfrentarse a sus miedos más profundos transformándose en una verdadera purificación emocional, corporal, mental y religiosa.

Sin embargo, este proceso de reconocimiento suele ser muy doloroso, pero es, justamente, el dolor es, justamente, el motor que nos impulsa a querer cambiar las cosas, porque mantenerlas como están, duele más. Es la autoestima, la llave que logra abrir cerraduras que parecían impenetrables para salir del sufrimiento

En el libro, María Luisa Ginesta nos invita a ser consciente y a desplegar la capacidad de “ver y reconocer” lo que realmente hay más allá de las historias que cada uno se cuenta y de las interpretaciones que la mente elabora sobre los acontecimientos.

Supone, asimismo, dar un paso más allá de las excusas que cada uno se pone para dejar de hacer aquello, que tanto nos confronta y nos hace victimas.

Por ser su primer libro, María Luisa no escribe mucho en primera persona más bien, se refugia mucho (o demasiado) en citas de terceras personas, evitando con ello la propia reflexión, lo que distrae al lector de conectarse con el proceso personal de María Luisa..

También, María Luisa inicia un nuevo camino, con la creación de la Fundación Entretodas, un espacio seguro, de acompañamiento y contención donde se acogerá y entregarán herramientas a mujeres que han vivido estas dolorosas experiencias con el objetivo, de que sea un lugar donde se pueda formar una comunidad, conectando a distintos grupos de mujeres para que puedan ayudarse entre sí.

Esta es la historia de una mujer que no se rindió y que nos enseña, que vale la pena liberarnos de nuestros miedos, saltar al vacío en un acto de radical de confianza al crecimiento al que se nos invita.

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