Cerca de 35 piezas en bronce se exhiben a partir
del 4 de octubre en Sala Gasco (Santo Domingo 1061). La muestra, que tiene como curadora a Marisol
Richter, nos permitirá recorrer la vida artística de Tótila Albert, talentoso
escultor, poeta y músico.
Amigo de la poetisa chilena Gabriela Mistral y
cercano a Pablo Neruda y a Salvador Reyes, Albert vivió largos años de su vida
en Berlín, en un período en que el movimiento expresionista alemán estaba en
pleno desarrollo.
Influido por el psicoanalista Sigmund Freud y
por el médico y psiquiatra Carl Gustav Jung, Tótila exploró el mundo de los
símbolos del inconsciente, y dejó que el cuerpo humano fuese su centro de
inspiración.
El marcado erotismo y modernidad de su obra
provocó más de alguna polémica; la más conocida es la que acompañó la
inauguración del Monumento a Rodó (1944). En esos momentos Albert fue uno de
los primeros artistas chilenos en optar por el desnudo en una escultura
pública, que se ubica hasta hoy en el Parque Balmaceda de Providencia.
Marisol Richter, historiadora del arte,
académica e investigadora de la
Universidad de los Andes, quien tuvo a su cargo la curatoría
de esta exposición señala que “desconocido para muchos quizás por su carácter
complejo, que lo llevó a no relacionarse
con los artistas de la época ni con la colonia alemana, o por la recepción por
parte del público y la crítica, un tanto desconcertada por el planteamiento
estético que su obra exhibía, Tótila silenciosamente decide, sin embargo,
seguir adelante con su trabajo escultórico de gran carga simbólica”.
La exposición que se inauguró en la Sala Gasco es producto
de la feliz coincidencia entre una investigación universitaria, la voluntad de
un coleccionista y el apoyo de Fundación Gasco.
A fines de 2015 cuatro profesionales egresados
del Máster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural de la Universidad de los
Andes, interesados en rescatar y “sacar a la luz” la obra de Tótila Albert,
contactan a su única hija, Luz.
En su casa de isla Negra encuentran un verdadero
tesoro, compuesto por esculturas, manuscritos, libros de poesía autoeditados y
álbumes familiares con más de 400 fotografías, recortes de prensa y cartas del
artista, dirigidas entre otras personas a Gabriela Mistral. Frente a este
descubrimiento eligen como proyecto de título realizar una investigación en
torno a la vida y obra del artista. “La obra escultórica y poética de mi padre
necesita urgentemente ser dada a conocer por nuevas generaciones”, expresó Luz
Albert a los investigadores.
Poco después el abogado y coleccionista de arte
Luis Alberto Gatica conoce a Luz Albert y, cautivado con las obras de Tótila,
le propone aportar el financiamiento para que los yesos sean fundidos en
bronce. Encantada con la idea, su hija Luz accede a la propuesta, ya que
“siempre había querido que las esculturas de mi padre quedaran en manos de un
solo dueño".
Una vez cerrado este acuerdo, la Fundación Gasco se
suma al proyecto ofreciendo el espacio para exhibir estas obras hasta ahora inexistentes
del gran escultor que y hasta el 1º de diciembre, la Sala Gasco Arte
Contemporáneo albergará las piezas facilitadas por Luis Alberto Gatica, además
de otras pertenecientes al coleccionista Roberto Grimberg.
Las obras irán acompañadas por dos audiovisuales
realizados por la artista Mariana Silva, que recogen el proceso de fundición de
los bronces en el taller de Luis Montes, y las distintas etapas de la vida de
Tótila Albert, respectivamente.
Chileno de nacimiento, pero de ascendencia
alemana, Tótila Albert Schneider nace en Santiago el 30 de noviembre de
1892. A temprana edad, su madre lo envía
a Berlín para iniciar su carrera de artista.
Dentro de su primer viaje a Alemania -entre 1916
y 1923- destaca una corta estadía en el taller del escultor Franz Metzner,
logrando una rápida consagración en el medio artístico berlinés. Su obra
plástica más importante durante ese período fue Las Mujeres de la Montaña, elaborada en 1918
ya a fines de la
Primera Guerra Mundial.
Esta obra, incluida en la muestra de Sala Gasco,
consiste en cuatro figuras sentadas que representan el dolor, el pensamiento,
la lucha y la acción creadora, coronadas por una quinta figura de pie que alude
a la perfección.
Cada figura es un templo dedicado al cultivo de
un arte: el primero a la música, el segundo a la lectura de los libros sagrados
y a la de la literatura mundial, el tercero a la discusión libre, la cuarta a
las representaciones dramáticas en el estilo clásico primitivo y finalmente el
templo de la perfección a la danza religiosa.
Sin embargo, tras el término de la guerra esta
obra no pudo ser construida como se proyectó inicialmente por el artista,
quedando de ella sólo su maquette y versiones en pequeño formato, en yeso y
bronce, que son posteriormente expuestas en Chile.
En 1923 Tótila regresa a Santiago y realiza su
primera exposición, la que es objeto de una bullada crítica por el marcado
erotismo de sus obras.
Durante el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y
tras el cierre de la Academia
de Bellas Artes (1929), Albert es becado para estudiar escultura ornamental en
Europa junto a otros treinta artistas nacionales, conocidos como la “Generación
del 28”.
Los apremios económicos de esa década y su
frustrado intento por proyectar su obra en Chile hacen de Tótila un hombre
silencioso, retraído y de bajo perfil. En Berlín conoce a quien será su esposa,
Ruth Ehrmann, pero el avance del nazismo impide que el artista se radique en
Europa, viéndose obligado a regresar a Chile al estallar la II Guerra Mundial
(1939).
En Santiago Tótila es catalogado como un
excéntrico, debido principalmente a su nueva concepción estética en el ámbito
de la escultura nacional y su desapego por la idea de belleza, que imperaba
sobre la figura humana impuesta por la academia.
“Nunca he podido estar en una academia. No sé si
hago bien o mal las cosas, pero hago lo que siento. Toda mi vida he sido
enemigo del aprendizaje de las academias. El artista necesita libertad… y allí
sólo saben a uno cortarle a las alas”, señala a la prensa chilena de su época.
Durante los años 50 se desempeña como profesor
en la Universidad
de Chile y de ahí se auto destierra del mundo artístico nacional. Crea además
su obra cúlmine, La Tierra,
que también será expuesta en Sala Gasco. Tótila enseñará escultura hasta su
muerte, en 1967, en su propio taller de calle Huérfanos.