Cada 9 de julio,
Chile celebra el Día Nacional de la Bandera. Se trata de una efeméride que
honra la resistencia heroica de 77 soldados en la batalla de La Concepción de
1882, durante la Guerra del Pacífico, quienes, al verse en minoría, juraron no
rendirse ni entregar el pabellón.
Su muerte en batalla representa la entrega total de la vida por proteger a la patria, un sacrificio de alto simbolismo.
Aun cuando la defensa de una bandera no
determina el desenlace de la guerra, sí simboliza ese ethos que da
sentido de identidad y pertenencia al país. Por eso, su historia forma parte de
la historia nacional.
En Chile, la
tradición atribuye a Javiera Carrera el bordado de la primera bandera con los
colores de la Patria Vieja: azul, blanco y amarillo.
Sin embargo, no
hay fuentes ni evidencia que confirmen este hecho; forma parte de una leyenda
popular. Se trata de una operación simbólica característica de las
historiografías fundacionales republicanas, que en el siglo XIX buscaban
inscribir a ciertas mujeres en el imaginario heroico patrio, pero resguardando
su feminidad y los atributos propios del ideal tradicional que definían al ser
mujer; y una de las labores que se reconocían como propiamente femeninas era la
costura y el bordado.
La historia de
otros países ofrece casos similares. Estados Unidos reconoce a Betsy Ross como
la supuesta costurera de su primera bandera, mientras que Puerto Rico recuerda
a Mariana Bracetti como la mujer que bordó el estandarte del Grito de Lares. En
Guatemala, María Dolores Bedoya se vincula con los inicios de la república y en
Argentina, la tradición reconoce a la patriota María Catalina Echevarría como
la primera en bordar el pabellón nacional.
Estos relatos
reconocen así en las mujeres un rol simbólico clave, pero alejado de los campos
de batallas. El tópico encarna lo que algunos estudios han llamado feminidad o
maternidad republicana: un modo de integrar a las mujeres en la construcción de
las nuevas naciones mediante gestos que expandían sus funciones tradicionales
sin desafiarlas.
El bordado,
tarea doméstica y privada, adquiría así, para los tiempos republicanos, un
sentido público, patriótico y político. La aguja sustituía a la espada y se
permitía a las mujeres ser parte del origen republicano sin abandonar su ideal
de virtud.
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Imagen de la Batalla de La Concepción |
No obstante, las
mujeres contribuyeron en estos procesos mucho más allá de la acción costurera.
Muchas ejercieron labores de espionaje, recolectaban fondos, organizaban
reuniones y si era necesario, tomaban las armas.
Recordar nuestra bandera es una oportunidad para leer críticamente estos relatos y reconocer cómo el tejido de la nación incluyó hilos femeninos que, aunque moldeados por los valores de su época, dejaron huella. Entre historia y leyenda, esas mujeres contribuyeron a una historia cargada de significados profundos sobre pertenencia, memoria y nación.
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