lunes, 19 de abril de 2021

Las raíces del arcoíris: transmitiendo memoria

Gabriel García Márquez decía que “lo que más me importa en este mundo es el proceso de la creación. ¿Qué clase de misterio es ése que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, de frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que, al fin y al cabo, si bien se mira, ¿no sirve para nada?”

Contar cuentos es una forma de dejar a un lado la razón, a veces tan pesada, tan estricta, Sin embargo, la plasmación de esas fantasías varía según las culturas en las que el cuento nace, vive y se desarrolla.

La tradición del cuento oral en el mundo árabe oriental y occidental se remonta a la necesidad de fantasía que tienen tanto niños como adultos y, también, a la de explicar fenómenos inexplicables, de dar contenido a miedos innombrables o de escapar de realidades a veces no muy agradables.

El cuento oral, a través de la memoria y de la voz, asegura la pervivencia de toda una herencia cultural que pasa, así, de generación en generación y que se mantiene viva incluso después de que hayan desaparecido las culturas, las sociedades o los pueblos en los que los cuentos han surgido.

Las historias que se cuentan no son extrañas a nadie; son de amores y desamores; dineros; fantasmas familiares; enojos y alegrías de familia. Todo va conformando ese universo especial de nuestras historias donde la presencia del secreto es indispensable.

De esta forma las narraciones orales pueden referirse a usos, personas, tiempos o lugares reales o ficticios con un origen tan lejano que, difícilmente se puede rastrear

El cuento popular árabe ejemplifica a la perfección esa forma de llevar la memoria a través de la narración porque la mayoría son contados de manera oral, se transmiten de boca en boca y de generación en generación lo que les da vida propia, en permanente cambio lo que asegura la supervivencia de toda una herencia cultural y que se mantiene viva incluso después de que hayan desaparecido las culturas, las sociedades o los pueblos en los cuales han surgido.

Jorge Kattan Zablah publicó en una autoedición un libro de cuentos “Las raíces del arcoíris”, donde publica siete cuentos que recoge una abigarrada herencia cultural personal donde la tradición del cuento oral tiene una carga de fascinación enorme.

Los cuentos publicados, son cuentos anónimos, que pertenecen a una memoria colectiva lo que los hace únicos y a la vez universales.

En estos cuentos, se dan varias características comunes como son una crítica al poder, el rol destacado que tienen las mujeres, tanto como elementos positivos o negativo e incluso como cenizas mortuorias, la presencia del humor, la ironía e incluso el cinismo como también, la manifestación de elementos religiosos.

Este libro, se abre con un cuento que atrapa al lector y que lo hace seguir con la lectura, cuya fuerza se diluye un tanto en los otros cuentos.

Estas son historias al estar escritas, luchan por evitar el olvido y tratan de conservar un acervo cultural que hoy está en peligro por la inmediatez de la comunicación digital y la poca comunicación entre generaciones.

Al leer estas historias, se recuerdan aquellas escuchadas en almuerzos de familia, en los inviernos de la infancia escuchando a los abuelos contar las propias; en las reuniones con las amigas con un café entibiándonos las manos o aquellas historias que se escuchan cuando vamos en la locomoción colectiva.

Nada de raro, pues todo el mundo tiene una historia que contar, siempre hay alguien que sabe el final correcto de la historia y lo más importantes, no son historias fijas en la narrativa, sino que como todo mutan, cambian, pero nunca desaparecen.

En estos duros tiempos de pandemia y encierro, volver la mirada hacia la fantasía se hace imprescindible aunque solo sea, para sentirnos niños de nuevo por un rato.

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