La investigación se
centra en el equilibrio de presiones dentro de este escudo natural que protege
al planeta, y utiliza datos satelitales y sensores en tierra para analizar
tormentas geomagnéticas.
El 13 de marzo de
1989, millones de personas en la provincia de Quebec, Canadá, se quedaron sin
electricidad de un momento a otro. En solo minuto y medio, toda la red
eléctrica colapsó. No fue por una falla técnica, ni por una sobrecarga de
consumo, sino por una tormenta solar.
Días antes, una
explosión en la superficie del Sol había liberado una gran nube de partículas
cargadas que, al llegar a la Tierra, golpeó la magnetósfera generando una
tormenta geomagnética, paralizando completamente el sistema.
La magnetósfera es
una capa invisible que rodea la Tierra y se genera a partir de su propio campo
magnético. Su función principal es protegernos del viento solar, un flujo
constante plasma compuesto por partículas cargadas que emite el Sol.
Sin embargo, cuando
el Sol libera grandes cantidades de energía, este flujo se intensifica y golpea
con mayor fuerza la magnetósfera, lo que puede generar una tormenta
geomagnética.
Cuando este tipo de
tormentas son intensas, pueden crear corrientes eléctricas en el suelo que se
filtran en las redes de transmisión. Esto puede sobrecargar transformadores,
dañar equipos y provocar apagones, como ocurrió en Quebec.
Además, pueden
interferir con el GPS, las comunicaciones satelitales y los sistemas de
navegación aérea, afectando directamente servicios esenciales en todo el mundo.
Comprender cómo se
originan estas tormentas y cómo responde la magnetósfera ante este tipo de
fenómenos es el objetivo de la Dra. Marina Stepanova, académica del
Departamento de Física de la Usach.
A través de un
proyecto Fondecyt Regular, la investigadora estudia cómo se rompe el equilibrio
dentro de la magnetósfera y de qué manera esta se reorganiza para recuperar su
estabilidad tras una tormenta geomagnética.
Si no lo logra
rápidamente, se generan procesos de compensación, como las tormentas
geomagnéticas”, explica la académica.
Red de
colaboración internacional
Para investigar
estos desequilibrios se analizarán distintas tormentas geomagnéticas utilizando
datos satelitales obtenidos por distintas misiones espaciales internacionales.
Estos satélites
orbitan la tierra a diferentes alturas y permiten observar en simultáneo varias
regiones de la magnetósfera, lo que ayuda a entender cómo se propaga el
desorden dentro del sistema.
“Los satélites
científicos son proyectos costosos, pero gracias a una política internacional
de acceso abierto, hoy cualquier persona en el mundo puede descargar datos de
física espacial sin costo.
Existen misiones que
orbitan muy lejos, a decenas de radios terrestres, y otras que vuelan casi
rozando la atmósfera. Esa variedad nos permite observar distintas regiones de
la magnetósfera y entender cómo se comporta como un sistema completo”, explica
la académica.
Además del trabajo
con satélites y sensores en tierra, el proyecto cuenta con una red de
colaboración internacional que incluye a la NASA y a equipos de investigación
en Rusia. Estas alianzas permiten acceder a datos avanzados, compartir
metodologías y contrastar resultados con otros grupos especializados en física
espacial.
“La física espacial
no funciona con verdades absolutas. No se trata de que un grupo tenga razón y
otro esté equivocado. Muchas veces las distintas miradas se complementan, y es
en esa colaboración donde avanza el conocimiento.
Por eso trabajamos
con la NASA, con colegas de Rusia y con otros equipos: porque este tipo de
ciencia requiere construir en conjunto”, menciona.
El proyecto, que contempla cuatro años de desarrollo, forma parte de un esfuerzo científico de largo plazo para comprender cómo funciona el entorno espacial que rodea a la Tierra.
Desde Chile, y en colaboración con centros internacionales, esta
investigación busca aportar al conocimiento global sobre el clima espacial y
sus impactos. Dra. Marina Stepanova
“En ciencia uno parte
con una hipótesis y una corazonada, pero para comprobarla se necesita tiempo y
recursos. A veces el resultado no es el esperado, y por eso siempre hay que
tener un plan A, B o C.
Este proyecto no se cierra en sí mismo: los primeros años nos permiten validar ideas, y los últimos sirven para abrir la puerta a lo que viene después”, concluye la académica.
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