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(c) Carla Bustamante Fredes |
La obra, dirigida por la
coreógrafa del biobío Lisette Navarratia, ha circulado durante cuatro meses por
teatros, centros culturales y espacios escénicos de lugares no capitales de sus
regiones, reafirmando la importancia de circular la danza por territorios
diversos y abrir espacios de encuentro profundo con el público asistente.
Para Navarratia, esta
itinerancia “sólo refuerza la importancia que tiene el hecho de mover los
trabajos que se van creando, en distintos lugares, moverlos a otros territorios
del país y no solamente para el público, en este caso específico de la danza,
sino que también al público general, a la gente”. Sobre la recepción de los y
las espectadoras, la directora comenta cómo la obra logra conmover a públicos
muy distintos.
“Yo creo que la obra remueve
los estómagos de la gente. Al parecer tiene una sensibilidad que atraviesa
generaciones, experiencias. Al parecer es algo bastante humano”, agregando que
“es significativo que se haya podido traspasar esa sensibilidad y esa profundidad
que, de manera inconsciente tal vez mía, se plasma en estos cuerpos que la
interpretan y que estas personas con otros estilos de vidas, de otros lugares,
con edades distintas a las del equipo se hayan sensibilizado y se hayan
conmovido, para mí eso es muy hermoso”.
Desde la producción, la
experiencia estuvo marcada por la emoción y también por los desafíos
logísticos. Camila Lara, productora de la circulación, reconoce que “siempre
está el temor de que quizás irá poquito público, pero hemos tenido la fortuna
de coincidir con equipos de gestores culturales que conocen muy bien a sus
públicos y sus comunas, y que trabajan la programación y la difusión de los
espacios de acuerdo a las necesidades del territorio.
Entonces, el público que nos
ha recibido a lo largo de la gira ha sido un público abierto y participativo,
que tiene ganas de ver propuestas nuevas como Como un océano de fuego, y que se
anima a participar de la mediación, del conversatorio, y de las propuestas que les llevamos”.
El recorrido también significó
sortear condiciones técnicas diversas y un aprendizaje constante para el
equipo: “Los desafíos a mi parecer tienen que ver con que hay que tener una
gran capacidad de adaptación en todo sentido; no todos los espacios son iguales,
ni convocan a la misma cantidad de personas ni cuentan con los mismos
requerimientos técnicos, por lo que para el equipo, cada vez que llegamos a un
teatro fue una experiencia
nueva, y es un poco ver qué
tenemos, con qué herramientas contamos y qué podemos hacer con ello para que
todo ocurra de la mejor forma posible”, comenta Lara, agregando que algunos
logros también tienen que ver con eso “afortunadamente, hemos sido capaces de
ir ajustando la obra cada vez que se ha requerido, manteniéndonos fieles a
nuestra propuesta y atendiendo a las necesidades que se nos presentan”.
Las voces del elenco coinciden
en que la itinerancia profundizó su relación con la obra. Ignacio Godoy valora
“la posibilidad de recorrer distintos territorios, conocer distintos teatros,
centros y espacios culturales, distintos públicos y a partir de eso, poder
conocer en primera persona las distintas experiencias, visiones, reflexiones y
sentires que se despliegan en las personas al ver Como un océano de fuego”. A
su vez, el intérprete reconoce que uno de los mayores retos fue sostener la
energía y disponibilidad corporal necesaria para cada función: “Después de
tremendos días de viaje, montaje, pasadas técnicas, pasadas generales, aun así, llegar disponible y energético para la función
siempre fue un desafío”.
Al mismo tiempo destaca cómo
la itinerancia le abrió nuevas formas de encuentro con la obra.
“Me
he sentido más seguro para entrar a escena y también, he logrado encontrar un
tiempo de la obra en un tiempo personal super interesante. Creo que eso ha sido
bonito de pasarla muchas veces, que se ha dado una simbiosis entre mi propio
cuerpo y el cuerpo de la obra y, desde ahí, ha sido mucho más fluido y adaptado
y genuino el hecho de interpretarla”, concluye el artista.
Para Fernanda Coloma, cada
función abrió un nuevo nivel de vínculo con el público: “Lo más significativo
ha sido el encuentro cultural mediado a través del arte.
Pese a que la primera
impresión sea que la obra es abstracta, igualmente las personas generan relatos
y lecturas, principalmente emocionales, lo que me parece vital e importante, ya
que no son tantos los espacios colectivos donde se dé valor a la interpretación
emocional y simbólica”.
En paralelo, destaca el
desafío de adaptarse a cada espacio y sus condiciones.
Ph. Lokas Juanas |
Entre los momentos de la
itinerancia, Fernanda recuerda la función de Renaico: “donde a la hora de
iniciar no había espectadores, por lo que estuvimos a punto de no realizarla.
Pero pasado unos minutos llegaron tres señoras y dos niños que quisieron ver la
obra. Al finalizar, cuando hicimos el conversatorio tenían harto que decir y agradecer,
por lo que resignificó lo valioso que es compartir y entregar la obra siempre
que esté la posibilidad”, concluye la intérprete.
Angela Epuyao, por su parte,
rescata que el público asistente estuviese compuesto, en su mayoría, por
mujeres mayores, quienes pudieron reconocer las emociones a través del cuerpo
en escena: “Apreciaron un montón la obra y les mostró rincones de ellas que no
siempre se suelen revelar. Me queda mucho en la mente que hablaban harto de la
falta de libertad y apreciaban la libertad de los movimientos”.
Sobre los desafíos de la gira,
comenta que “lo más desafiante fue el frío, mantenerse calentita y que el
cuerpo no se sienta tan mal post función”, dado que la itinerancia se realizó
en plena temporada otoño-invierno 2025.
Sin embargo, ese período frío
también trajo nuevas formas de habitar la obra para Angela.
“Siento que habité la obra realmente. Porque
atravesarla y vivirla en invierno que es un periodo crudo también,
emocionalmente, es sentirse como un océano de fuego y querer explotar pero que
no explote. Siento que se logró habitar de lleno y sentir que realmente en
nuestros cuerpos está la obra viva, ardiendo”, reflexiona la bailarina.
Finalmente, la intérprete Francisca Narváez, destaca que la gira fue una experiencia profundamente enriquecedora, tanto en lo artístico como en lo humano.
Para ella, permitió el
crecimiento de la obra y, al mismo tiempo, avanzar en la descentralización de
la danza, llegando a públicos muy diversos en lugares lejanos, donde incluso
muchas personas pudieron ver por primera vez una obra de danza contemporánea.
“En todo sentido es una experiencia que nos
deja aprendizajes y también ganas de seguir viajando más con la danza,
motivación también”, afirma. Al mirar hacia atrás, siente que ese recorrido
también transformó su manera de habitar la escena: “Hoy siento que la estoy
habitando de una manera más calma, con más seguridad o confianza en toda la
obra en sí, en los movimientos, en cada momento.
El poder presentarla tantas
veces y conversar con la gente nos permite que el cuerpo se vaya permeando de
eso, y siento que eso hace que habitemos la obra de una manera más presente,
con todos nuestros sentidos.
Finalmente, la obra la
habitamos todas y todos quienes estamos presentes en el espacio y creo que cada
vez se está habitando con más presencia y apertura corporal y sensitiva”,
concluye la bailarina.Ph. Lokas Juanas
De esta manera llega a su fin la itinerancia de “Como un océano de fuego”, un proceso que no solo permitió compartir la obra con públicos diversos de Ñuble, Biobío y La Araucanía, sino que también fortaleció la experiencia del equipo en adaptación, creación colectiva y mediación cultural.
La gira deja aprendizajes que proyectan nuevas posibilidades para seguir acercando la danza contemporánea a más territorios.
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