En la
investigación participó Francisco Lang, académico del Departamento de Geofísica
de la Universidad de Concepción.
El estudio
se centró en las llamadas partículas de condensación de nubes (CCN), que son
pequeñas partículas que permiten que el vapor de agua se transforme en gotas y,
por tanto, en nubes.
Estas
nubes, sobre todo las más bajas, son muy importantes porque reflejan parte de
la radiación solar, ayudando a regular la temperatura del planeta.
Los
investigadores identificaron seis patrones meteorológicos estacionales que
explican buena parte de las variaciones en la cantidad de estas partículas.
En
invierno, el aire más frío y lluvioso limpia la atmósfera, reduciendo la
cantidad de CCN; en cambio, en verano, el ambiente más seco y estable permite
que se acumulen más partículas.
“El Océano
Austral es clave porque tiene un aire muy limpio y una gran cantidad de nubes
bajas sobre aguas frías”, explica el académico Francisco Lang. “Pequeños
cambios en la cantidad de estas partículas pueden modificar mucho las
características de las nubes y, en consecuencia, el balance de energía del
planeta”, destacó.
Estos
resultados confirman que la interacción entre aerosoles, nubes y radiación en
el Océano Austral es fundamental para el equilibrio climático global, agrega
Lang. “Comprender cómo la meteorología y las lluvias afectan la limpieza del
aire y la formación de nubes permite mejorar los modelos climáticos y reducir
la incertidumbre sobre el cambio climático futuro”.
Según
Lang, estos hallazgos ayudan a entender mejor las tormentas de latitudes
medias, los patrones de lluvia del sur de América del Sur y el papel del océano
en la absorción de calor y dióxido de carbono.
El trabajo fue liderado por Tahereh Alinejadtabrizi, de la Universidad Monash (Australia), y forma parte del programa Securing Antarctica’s Environmental Future, que busca entender cómo los procesos en la Antártica y sus alrededores influyen en todo el planeta.

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