Chile inicia una nueva etapa en la exploración de su biodiversidad marina con
el Proyecto 1000 Genomas,
una iniciativa colaborativa que busca secuenciar el ADN de especies desde el
Pacífico hasta la Antártica para fortalecer el conocimiento científico del
país.
En los fondos marinos del Pacífico suroriental se esconde una diversidad biológica extraordinaria: organismos que filtran, excavan, fijan, colonizan y crean hábitats enteros.
Algunos son muy conocidos, como el erizo rojo (Loxechinus albus) o el piure (Pyura
chilensis), habituales en las mesas y caletas del litoral.
Otros apenas han sido
registrados en libros o bases de datos: esponjas excavadoras, poliquetos
endémicos, isópodos gigantes, cangrejos que habitan entre piedras y lapas que
respiran aire. Todos ellos forman parte de complejas redes ecológicas que
sostienen la vida marina, pero que pocas veces han sido observados desde la
escala más íntima como es la información genética.
El Proyecto 1000 Genomas,
iniciativa liderada por el Centro de Regulación del Genoma (CRG), en alianza
con la Pontificia Universidad Católica de Chile y múltiples centros de
investigación del país, busca cambiar esa historia. Su objetivo es ambicioso:
generar genomas de alta calidad de la biodiversidad chilena.
En esta primera fase del
proyecto, el foco está puesto en un amplio número de especies y, en esta
oportunidad, se propuso un listado de votación abierto a la comunidad enfocado
en especies invertebradas con relevancia ecológica, económica y territorial, muchas
de ellas invisibles para la ciencia genómica global.
En este contexto, el Proyecto 1000 Genomas invita
a la ciudadanía a participar en la tercera fase de votación, dedicada a los
invertebrados marinos.
Esta elección contribuirá a
definir las especies que serán secuenciadas para ampliar el conocimiento sobre
la biodiversidad y la adaptación genética de los ecosistemas chilenos. Las
votaciones son a través del link: https://1000genomas.cl/
Entre las especies que
integran esta nueva selección hay representantes de distintos grupos
biológicos, hábitats y regiones, desde el emblemático picoroco (Austromegabalanus
psittacus) y la macha (Mesodesma donacium), hasta el tunicado piure, el
gasterópodo pulmonado (Siphonaria lessonii) y el isópodo gigante antártico (Glyptonotus
antarcticus).
También figuran especies del
extremo sur, como la estrella de mar (Odontaster validus) y la almeja antártica
gigante (Laternula elliptica), que habitan las frías aguas del océano
Austral.
Lo notable de esta lista no es
solo su diversidad morfológica o ecológica, sino el hecho de que ninguna de
ellas cuenta hoy con un genoma de referencia y algunas poseen solo un puñado de
genes secuenciados. En otras palabras, no sabemos aún cómo se organiza su
información genética completa, cómo enfrentan los cambios del ambiente o qué
rasgos podrían hacerlas resilientes o vulnerables en un escenario de cambio
global.
Juliana Vianna, investigadora
líder del proyecto y académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile,
resume la importancia de esta nueva etapa: “Cada genoma que logramos descifrar
es como abrir un nuevo capítulo del libro de la vida en Chile, pero es
importante tener soberanía sobre esta información genómica de la biodiversidad
de Chile. Históricamente estos genomas han sido secuenciados fuera del país”.
La ausencia histórica de especies sudamericanas en las grandes bases de datos genómicas no es trivial. Hasta hace poco, eran escasas las especies invertebradas marinas chilenas que tenían su información genética secuenciada a nivel completo.
Este vacío de información no solo limita las
posibilidades de investigación científica, sino que también reduce el margen de
acción para tomar decisiones informadas en conservación, manejo pesquero o
adaptación al cambio climático.
En ese sentido, el Proyecto
1000 Genomas también es una apuesta por la soberanía científica, por conocer a
fondo nuestra biodiversidad y poner ese conocimiento al servicio de las
comunidades, las políticas públicas y el futuro nacional.
Los genomas se escriben en un
lenguaje de cuatro letras —A, C, T y G— que, cuando se traduce a datos, revela
patrones antiguos y relaciones profundas entre las especies y sus entornos.
Detrás de esas secuencias hay algo más que biología: hay historias que aún no
hemos contado, hábitats que merecen ser comprendidos en su complejidad y una
biodiversidad que forma parte de nuestro patrimonio común.
En este escenario, el Proyecto 1000 Genomas no solo propone una hazaña científica, sino una oportunidad concreta de sumar voces, territorios y especies a la conversación global sobre la vida en el océano.
Hoy, participar votando, compartiendo y difundiendo es
también una forma de fortalecer la ciencia colaborativa, el conocimiento
abierto y la responsabilidad que compartimos con los ecosistemas que nos
rodean.
Desde Punta Arenas, el
investigador del Instituto Antártico Chileno (INACH), Alejandro Font, destaca
que incorporar especies antárticas al proyecto es fundamental para equilibrar
la mirada global sobre la biodiversidad marina.
El INACH es un organismo técnico dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores con plena autonomía en todo lo relacionado con asuntos antárticos y tiene entre sus misiones el incentivar el desarrollo de la investigación científica, tecnológica y de innovación en la Antártica, el fortalecimiento de Magallanes como puerta de entrada al Continente Blanco y promover el conocimiento de las materias antárticas a la ciudadanía.


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