Aunque el Estado de Chile reconoce a 10 pueblos
indígenas, han existido, y también han sido exterminadas, muchas otras culturas
a lo largo del país. En efecto, los vestigios arqueológicos nos muestran un
Chile culturalmente muy diverso, con asentamientos humanos que llegaron a
ocupar literalmente todo el territorio, desde la Región de Arica a
Magallanes.
Las dataciones del sitio arqueológico de Monte Verde,
en las cercanías de Puerto Montt, dan cuenta de presencia humana hace 18.500
años. Otros sitios muestran el desarrollo de diferentes grupos, como Acha en
Arica (8.000 años); Tagua Tagua en la Región de O´Higgins (11.000 años); Baño
Nuevo, en Aysén (9.000 años); Cueva Fell en Magallanes (10.000 años); y muchos
otros desperdigados por el actual territorio chileno.
La encargada del proyecto, Paulette Faure, destaca que
gracias al financiamiento del Fondo de Medios de la Región Metropolitana han
podido agregar valor comunicacional a Premagallania, un medio especializado en
culturas originarias y vestigios precolombinos de Chile.
“Por ejemplo, hemos podido graficar con ilustraciones
la rica diversidad del país, y es realmente sorprendente las diferentes capas
culturales que se sobreponen en todo el territorio, que en definitiva dan vida
a nuestra actual identidad pluricultural, que sin duda la nueva constitución
nos reconocerá como un país plurinacional”.
Uno de los productos obtenidos durante el actual
proyecto es la edición digital de diferentes mapas, disponibles en el portal, y
que ilustran la diversidad pluricultural de Chile. Uno de ellos se centra en
los primeros pobladores, los “primeros chilenos”, identificados a través de la
información arqueológica que datan su interacción con el medio hace ya miles de
años.
Durante generaciones estos grupos humanos fueron construyendo
sus vidas bajo duras condiciones, haciendo frente a cambios climáticos, cazando
megafauna, recorriendo diferentes valles y poco a poco desplazándose hacia el
sur, hasta alcanzar la Patagonia. Algunos de estos grupos realizaron este
proceso en plena Edad del Hielo, que cubría toda la cordillera de Los Andes y
totalmente la actual Región de Los Lagos con gruesas capas de hielo hasta la
misma Antártica.
La encargada del proyecto recalca que “lo que
intentamos hacer es ayudar a mostrar nuestra enorme diversidad cultural, que en
parte ha sobrevivido hasta nuestros días, y que entrega mucho valor a nuestro
país. Indudablemente que ha habido mucho avances, por ejemplo en el tema
indígena, especialmente en las últimas décadas pero generalmente todavía nos
percibimos como un país homogéneo y no vemos que en Chile se hablan varios
idiomas”.
Desde el punto de vista lingüístico existen cuatro
lenguas indígenas vivas, el aymara, el quechua, el rapa nui y el mapudungun.
Tres lenguas consideradas como vulnerables, el likan antay, el kaweskar y el
yagan.
Sin embargo, aunque el idioma de facto es el español,
paradójicamente no está señalado como oficial en la actual constitución de
Chile. Tal vez con esta omisión, sin querer se reconocía a un país
plurinacional, tomando en cuenta los 5 diferentes idiomas que actualmente se
hablan en Chile.
El proyecto también buscó diferentes voces en la
diversidad del país, que miran tanto el pasado como el futuro de los pueblos
que conviven en Chile.
Rayen Cariman Davis, profesional a cargo de protocolos y ceremonias de la Convención Constitucional, ha sido testigo privilegiada de este proceso histórico y de las reivindicaciones sociales que lo hicieron posible. Para ella es un símbolo positivo, que los chilenos en general hayan asumido como suya la bandera mapuche, por cuanto de esta forma reconocen su lucha y resistencia.
“Hoy día nos parece un sueño que el pueblo mapuche
esté logrando su presencia y no solo el pueblo mapuche, los pueblos indígenas.
Pero para las generaciones que vienen va a ser normal que los pueblos indígenas
tengan sus derechos, normal que hablen mapudungun, que los canales de tv, las
radios lo enseñen, así como nos parece normal hoy el lenguaje de señas, pero
antes no lo era.
Entonces la normalidad de lo que debe ser, de esta
tolerancia, de que todos podemos convivir, esa es la tendencia en el mundo”.
Carola Flores, arqueóloga que en conjunto con la
comunidad de Guanqueros desarrolla un proyecto en torno al patrimonio y al
turismo cultural. La investigadora destaca la relación que las comunidades
pueden establecer con su patrimonio, pero para ello deben conocer su pasado.
Desde el punto de vista arqueológico Guanqueros era
una bahía muy relevante con ecosistemas atractivos para la vida humana, que
dejaron como uno de sus vestigios las denominadas piedras tacitas. ¡Por ello
hay que imaginar que “hace 2.000 años 50 personas estaban moliendo pigmentos
para adornarse o moliendo semillas para alimentarsechuta!
Te amplía el universo en el cual tú estás. Esto
fortalece la sensación de cohesión social y de identidad personal y grupal.
Empiezas a querer cuidar tu lugar, te vincula con el otro, tiene un efecto
positivo súper potente, y además es muy sorprendente conocer cómo éramos
nosotros antes.
En realidad, no teníamos idea de qué hacíamos, ni cómo
lo hacíamos, ni cuántos miles de años ha habido gente en el lugar, cuán
persistentes han sido las formas de vida o cómo han cambiado, el arte que hay”.
Leyla Noriega, periodista que dirige la radio
comunitaria Ayni enfocada en los derechos humanos, pueblos originarios, género
y otros, desde la Región de Arica y Parinacota. Como aymara y en relación a la
visibilización de las demandas de los pueblos indígenas, destaca que la lucha
de los pueblos originarios no es de ahora, sino se remota a siglos.
“Recuerda que aquí en el norte de Chile somos la parte
del Collasuyo, la colita sur del Tahuantinsuyo, nosotros además recibimos la
invasión del incanato que llegó a la Región Metropolitana e incluso más al sur;
también está la creación del Estado Nación de la República del Perú, luego la
chilenización, todos estos procesos, así es que para nosotros no es nuevo.
Siempre hemos estado en resistencia, y es una característica en general de los pueblos originarios, que han sido resilientes de saber vivir con estrategias para moverse en relaciones interculturales permanentes, por tanto, nosotros siempre hemos estado en ese espacio”.
Gabriel Tapia, gestor local del sitio arqueológico de
Las Chilcas, comuna de Combarbalá, relata que su familia originalmente eran
crianceros que trashumaban con sus cabras desde la costa de la Región de
Coquimbo hasta veranadas en San Juan, Argentina.
La sequía y las restricciones a la actividad de
trashumancia, hacen que decidan comprar un pequeño predio para la crianza de
sus cabras, que resultó estar repleto de vestigios precolombinos, a los cuales
inicialmente no le dieron mayor importancia, considerándolo como unas “piedras
rayadas, unas piedras marcadas, unas piedras con monos”.
Sin embargo, poco a poco comienza a darse cuenta del
valor patrimonial de estos vestigios y ampliar su mirada sobre los primeros
habitantes de su región, porque si bien algo “sabía de los araucanos, pensaba
que eran los únicos indígenas que habían existido en Chile”.
Diversos estudios arqueológicos determinaron que el sitio Las Chilcas había sido utilizado para prácticas ceremoniales religiosas “era un santuario, como un lugar de ofrendas de mandas, unido a la dependencia de la naturaleza, si llueve la cosa anda un poco mejor, si no llueve anda mal como lo que se ve ahora”.
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