El lugar era de difícil acceso y, a pesar de que las aguas superficiales parecían turbulentas, logró extraer una amplia variedad de muestras.
Aquella historia se remonta al año 2012, época en la que la información sobre el lugar era escasa. Las especies que el investigador encontró en esa oportunidad fueron llevadas a su laboratorio. Con ayuda de literatura científica, logró identificar algunos organismos. Sin embargo, hubo otros que decidió entregárselos a un especialista brasileño que estaba de paso en Chile.
“Dentro de las muestras que recolectamos, había esponjas marinas. En su caso en particular, uno debe ver las espículas, unidades esqueléticas, que muchas veces son de óxido de silicio o carbonato de calcio.
Además, poseen características únicas por especie, por lo tanto, para identificarlas hay que revisar los tipos de espículas presentes en el tejido de la esponja”, explica el Dr. Pardo, co-autor del estudio, científico del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y académico del Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas de la misma casa de estudio.
Las esponjas marinas, conocidas en el mundo científico como poríferos, son organismos capaces de cubrir grandes áreas y generar un sustrato diferente, es decir, se consideran formadores de nuevos hábitats y cumplen un rol ecológico para la fauna que vive sobre ella. A su vez, en términos de servicios eco-sistémicos, entregan diversos bio-productos para el uso humano.
Ecólogo Dr. Luis Miguel Pardo. |
Ocho años después de las labores de buceo realizadas en Duhatao, el científico recibió un correo electrónico de su colega brasilero, Dr. Julio Fernández, con una inesperada noticia: una de las muestras de esponja marina que extrajo aquella oportunidad resultó ser una nueva especie, Crella chiloensis.
A raíz de ello, los investigadores brasileños y chilenos comenzaron a trabajar en un nuevo trabajo académico que fue publicado recientemente en la revista Zootaxa.
Para llevar a cabo la investigación, los científicos analizaron tanto la morfología interna como externa, a través de la descripción del tejido y las espículas. Esto se llevó a cabo mediante microscopía electrónica de barrido, herramienta que entregó detalles del organismo encontrado.
“Hallazgos como estos, que muchas veces son casuales, relevan la importancia de conocer nuestra biodiversidad. Las costas de chile albergan un patrimonio biológico muy grande que aún es inexplorado”, concluye el Dr. Pardo, también director de la Escuela de Graduados de la Facultad de Ciencias de la UACh.
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