Fundación CAP ha preparado algunos consejos para
cultivar en los niños y niñas las buenas costumbres y virtudes, dependiendo en
las etapas en que se encuentren.
Desde el nacimiento hasta los cinco años: Es el tiempo
de “plantar” todas las virtudes en los más pequeños. Dentro de estas virtudes
están la generosidad, el respeto por el otro, la escucha, la solidaridad, el
dar las gracias y pedir por favor, son algunas de las que los ayudarán a ser
buenas personas y también, ser un buen alumno.
Las virtudes que se logren transmitir para ser buenas
personas son muy importantes. El objetivo principal a esa edad es que aprendan
a controlar por sí mismos la frustración, el miedo y la rabia. Y la mejor forma
de ayudarlos a lograr este control es mediante la compañía amorosa y la escucha
paciente. Es aquí donde se les debe enseñar cuatro normas básicas para la vida:
el respeto, el orden, la puntualidad y aprender a decir la verdad.
De los seis a los doce años: Es el tiempo de
“cultivar”. A esta edad los niños y niñas les encanta aprender y la mejor forma
es mirando, actuando y equivocándose. Un ejemplo claro de esta situación es al
cocinar, si el niño o niña, intentando preparar algo, rompe algún utensilio no
hay que castigarlo. Equivocarse es sano y normal. Es también la etapa del
compartir, de los amigos y del ejercicio sistemático.
Hay que organizar el tiempo que destinan los niños y
niñas a mirar televisión y a los videojuegos. No siempre podemos saber y supervisar
lo que están viendo, o a lo que están jugando, por eso es bueno crear la
instancia de intimidad y confianza para preguntarles en qué están, demostrar
interés por sus intereses.
De los doce a los veinte años: La “plantita”
creció y con ello aumentan los temores como padres, de que los hijos opten por
una senda que les haga daño. Es fundamental en este periodo aprender a
escucharlos y crear espacios de conversación con ellos, saber sus inquietudes.
Eso permitirá que se sientan valorados, evitando así
la frustración, insatisfacción y el fracaso personal, que puede inducir a
conductas de riesgo.
Los padres deben brindar protección a toda edad y
hacer uso de una comunicación afectiva, acompañar a los niños y niñas en todo
momento, especialmente en los momentos difíciles.
Su principal desafío es potenciar el aprendizaje, desarrollo y bienestar de niños, niñas y jóvenes, involucrando a los padres y/o apoderados en su proceso educativo y fortaleciendo la alianza Familia-Escuela/Jardín. Es un programa único en Chile y contempla el trabajo sistemático en cuatro áreas: Vincular al establecimiento educacional con las familias, trabajar junto a los apoderados para potenciar sus habilidades parentales, promover el gusto de la lectura en familia, y fortalecer las redes de apoyo.
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