Don Guillermo Fellenberg tuvo una caída simple, pero
no menos peligrosa, en el patio de su casa en Pirque, en mayo del 2020. Si bien
cayó de frente golpeándose la nariz, no parecía ser algo de mayor gravedad,
hasta que llegaron las complicaciones.
A través de esa herida ingresó una bacteria a su
cuerpo que se alojó en la médula espinal cervical, tuvo cinco cirugías en cuatro
semanas y nueve semanas hospitalizado. Se fue para la casa postrado, sin
movimiento de piernas, brazos y muy poco del cuello. El panorama no era nada
alentador.
Pero con una actitud de vida llena de positivismo,
ganas y lucha, logró revertir todo pronóstico de no volverás a caminar. Su
hija y autora de esta obra, María Angélica, quedó tan impactada con su
rehabilitación que tuvo la necesidad de contarlo a través de este libro.
“Cada día era un avance nuevo y era muy impactante.
Como una con los hijos va gozando cuando empiezan a comer solos, cuando se
sientan o cuando logran pararse, yo viví eso con mi papá. Movió los dedos del
pie, levantó un brazo, se afeitó, hizo su firma. Este señor es tan porfiado,
que no solo se paró -a los 4 meses- sino que también caminó. Mi papá no se dejó
vencer. Sentía que aún tenía mucho que decir. Yo encontré que era tan
impresionante que supe que tenía que ser contado”, asegura la autora.
A don Guillermo, de 80 años, los doctores le dijeron
que no volvería a caminar, pero su determinación fue tan grande, que no solo lo
logró en poco tiempo, sino que también fue un caso ejemplar para otros
pacientes que se negaban a su rehabilitación.
Sucedió con una señora postrada de no más de 70 años,
que sintió que se le había acabado la vida. Uno de los kinesiólogos, que
también estaba tratando a don Guillermo, no sabía cómo hacerla reaccionar. Fue
así, como le pidió autorización para grabarlo y enviarle un video a esta
paciente mostrándole su ejemplo, sus ganas. Al ver cómo don Guillermo
enfrentaba su rehabilitación, la señora cambió absolutamente de actitud.
En sus propias palabras, traspasa esas ganas de vivir:
“Yo soy transetario, me siento un hombre de 45 años atrapado en un cuerpo de
80, no me siento anciano, ni me gusta que me traten como tal. Soy autovalente,
que para mí es una actitud frente a la vida.
Esta actitud positiva me ha servido mucho en mi
recuperación, ya que el paciente pone el 90% y los profesionales el otro 10%.
Fueron unos ángeles azules, por sus batas durante la pandemia. Creo que siempre
hay un propósito, incluso con este accidente. Vivámoslo y vivamos cada día.
Yo agradezco a Dios y a mi esposa por tenerla aquí, ha
sido mi gran apoyo. Hoy en día estoy caminando, también ando en mi scooter.
Siempre tenemos que ver el vaso medio lleno, no el medio vacío”, comenta el
protagonista de este libro.
“Don Guillermo es un ejemplo, es él el que contará
cómo vivió esta historia, que se frustraba, que no lograba cosas. Pero tomó
todas las experiencias de sus años de vida para poder ser más resiliente aún y
lograr algo que parecía imposible los primeros días. Cuando me contaron lo del
libro, me pareció una idea maravillosa porque es un ejemplo de que, si hacemos
bien las cosas, podemos todavía tener adultos mayores funcionales y que son un
aporte para el país, para sus familias, para la sociedad.
Recuperar aquellos adultos mayores que aún tienen
mucho que entregar y estoy segura que don Guillermo no es el único caso”,
cuenta la doctora Carolina Rivera, fisiatra y presidenta de la Sociedad Chilena
de Medicina Física y Rehabilitación, quien fue parte del equipo médico que lo
atendió y que, además, oficiará como la presentadora del lanzamiento este
próximo mes de noviembre.
Cuando estuvo hospitalizado, don Guillermo no solo
sufrió de dolores, sino que también tuvo delirium. Así lo recuerda el equipo
médico, de kinesiólogos, su familia y hasta él mismo: “Estuve viviendo en un
mundo paralelo cuando estuve hospitalizado en la clínica.
Esperé con mi maletita, bajo la lluvia, que me
vinieran a buscar para la hospitalización domiciliaria. En algún momento, perdí
mis piernas (en este mundo paralelo) y para no perderlas me las moldeé con
cemento quedando muy pesadas, por lo que no podía moverlas. Le dije a la TENS
que tenía que pasar por una ortopedia por la calle 10 de Julio para que me
tomaran las medidas y me hicieran unas piernas nuevas, más livianas. Estaba
delirante total. La TENS me decía a todo que sí.
Viví aventuras, secuestros, aparecía en otros lugares,
navegué en una nave con forma de águila, sus tripulantes eran mapuches y yo
entendía mapudungun. He pensado en escribir estas historias, ya que recuerdo
aún muchas cosas”.
María Angélica, siempre ha tenido una sensibilidad
especial por los adultos mayores, lo reconoce ella misma. Inclusive es socia de
Conapran, el Consejo Nacional de Protección a la Ancianidad, institución sin
fines de lucro que cuenta, con más de una decena de residencias para adultos
mayores a los largo del país y que también será parte de este lanzamiento.
Inclusive 20% de las ganancias por ventas del libro
“Mi voluntad. El deseo de volver a caminar”, irán destinadas a sus residencias
de adultos mayores de por vida.
La doctora Rivera se suma a sus palabras: “Ser adulto
mayor no significa estar fuera de la sociedad o que tengamos que aumentar los
Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM), ir a
encerrarlos y poner a un grupo de gente esperando morir, no debe ser así. El
aporte debe ser mucho mayor.
Deberíamos ocupar la experiencia de los adultos
mayores en distintos ámbitos, ellos tienen mucho que entregar y la experiencia
no tiene que ser el último eslabón de la cadena, la experiencia vale mucho, la
sensibilidad, en todo ámbito de la vida”.
“Ser mayor no me invalida, la edad no es una limitante. Encuentro fantástico que haya clubes de ancianos, lo pasan bien. Los llamo a que no pierdan sus sueños, sus ambiciones. Entre los 80 y 100 años es una edad interesante, hay que vivir la vida a concho y disfrutar lo que tenemos. Debemos tener siempre proyectos, cosas que hacer y no debemos dejar de hacerlas. ¡Carpe diem!”, finaliza don Guillermo.
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