A casi dos semanas de su
partida, recordamos la vida y obra de Héctor Noguera (1937-2025), actor,
director, maestro y referente del teatro, la televisión y el cine chileno. Su
huella, profunda y múltiple, sigue viva en el país que lo acogió como uno de los
suyos.
No es un artículo de última
hora; su muerte ya forma parte de la memoria nacional, pero no podíamos dejar
pasar la oportunidad de detenernos en un recorrido sobre ese actor que acompañó
generaciones, cambió escenarios y se ganó el respeto de compañeros, alumnos y
público por igual.
Trayectoria y
compromiso
Héctor Noguera nació en
Santiago en 1937 y se formó como actor en la Academia de Arte Dramático de la
Pontificia Universidad Católica de Chile. Desde su debut profesional en 1958,
su carrera se extendió por casi siete décadas.
En teatro, participó en más de
160 montajes; en cine y televisión, dejó una constelación de personajes
inolvidables. Fue también director, profesor y uno de los grandes formadores
del quehacer escénico chileno.
Lo que marcó a Noguera fue su
convicción de que la actuación no era sólo entretenimiento: era una forma de
diálogo con la sociedad. Su público lo supo. En 2015 recibió el Premio Nacional
de Artes de la Representación y Audiovisuales. En 2025, una encuesta lo ubicó
como “el mejor actor de la historia de Chile”.
Hay roles que ya no se separan
de nuestra memoria colectiva: Federico Valdivieso en Sucupira (1996) lo instaló
en el corazón de la televisión chilena. En la exitosa Machos (2003) interpretó
al recordado Ángel Mercader, y en Romané dio vida a Melquíades Antich, entre
otros tantos papeles que atraviesan géneros, épocas y públicos. En el teatro
asumió clásicos como “Hamlet” o “El Rey Lear”, y en cine intervino obras
emblemáticas como El Chacal de Nahueltoro (1969).
Estos personajes no sólo
entretuvieron: reflejaron tiempos, identidades, conflictos nacionales. Con
humor, con dolor, con elegancia. Noguera era capaz de ponerse al servicio del
texto sin perder su personalidad, sin bajarse del escenario, sin quitarse la
urgencia de comunicar.
Más allá del aplauso, Héctor
Noguera dejó tres grandes legados.
Primero, un compromiso con la
enseñanza: fue profesor, decano de la Facultad de Artes de la Universidad Mayor
y miembro de la Academia de Bellas Artes.
Segundo, un espíritu de
teatro-territorio: fundó el Teatro Camino, espacio que vinculó comunidad,
formación y creación.
Y tercero, la coherencia
ética: nunca dejó de manifestarse sobre derechos humanos, autoritarismo, el
valor del teatro para cuestionar lo obvio.
Un adiós que no
es final
La enfermedad lo fue
desgastando: hace unos meses le fue diagnosticado un agresivo cáncer que avanzó
con rapidez, y el actor falleció el 28 de octubre de 2025, a los 88 años. Ya no
está físicamente entre nosotros, pero su voz, su mirada, su actitud siguen
hablándonos.
Los homenajes públicos, el
duelo oficial, las expresiones de cariño y respeto de todo Chile son testimonio
de lo que significó: no fue sólo “un actor famoso”, fue un artista que
construyó puentes entre el escenario y la ciudad, entre la tradición y el presente,
entre el público y la intimidad del teatro.
Su ausencia deja un vacío; su
presencia deja una invitación: a seguir haciendo cultura con convicción, a no
conformarnos sólo con el aplauso, a levantar la mirada y el acto creativo como
gesto político y humano. Héctor Noguera se va físicamente, pero su legado
permanece vivo, inscrito en la historia de Chile.
*Publicado en la plataforma Now Mag

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