Días después de su intervención su condición empeoró
drásticamente y falleció, de manera inesperada, por supuestas complicaciones
médicas a las 17 horas del viernes 22 de enero de 1982 a los 71 años desatando
dudas sobre la verdad de su muerte.
Oficialmente, el deceso se produjo por una infección
bacteriana que habría originado una peritonitis aguda y un posterior
shock séptico, pero, dado el contexto que se vivía, su muerte generó sospechas
de que había sido asesinado ya que Frei Montalva, se había convertido en un
importante foco de preocupación para la dictadura militar
La muerte del expresidente, fue uno de los hechos que
más conmocionó a los chilenos en esos años y desde el mismo momento de su
fallecimiento, la familia tuvo la convicción de que fue asesinado
Pese a que su partido estuvo dividido a la hora de
condenar el Golpe de Estado de 1973, a fines de los años 70, fue tomando una
posición única frente al régimen autoritario del general Augusto Pinochet
Ugarte, que impuso el orden a punta de violaciones a los derechos humanos,
desaparición de personas, restricciones a las libertades civiles y toque de
queda nocturno.
Eduardo Frei fue un hombre valiente y arriesgado.
Comenzó a recorrer Europa para conseguir respaldo político, para recuperar la
democracia. Eran años, en que la Democracia Cristiana tenía un gran peso a
nivel mundial y Estados Unidos, empezaba a abandonar a Pinochet. Por lo mismo, Eduardo
Frei se estaba convirtiendo en una amenaza para él.
El exmandatario también estaba comenzando a tomar un rol de liderazgo de una
oposición, que se movía en la clandestinidad considerando que los partidos
estaban prohibidos y, frente al descabezamiento de toda la dirigencia de la
izquierda, la DC había quedado en la línea de fuego.
Tanto él como el dirigente sindical Tucapel Jiménez
(asesinado en febrero de 1982), pertenecían a la centroizquierda, eran
militantes de partidos moderados, contrarios a la violencia política.
Por tanto, eran aún más peligrosos que los dirigentes
de la izquierda que estaban presos o vivían en la clandestinidad, con escasas
apariciones públicas. Para el régimen, eran un riesgo que no estaba dispuesto a
asumir porque tenían la convicción, de que estos líderes podían romper la
barrera del miedo del ciudadano común y articular, una oposición inexistente
durante los próximos años.
Incluso, Frei lideró un movimiento que intentó
denunciar el plebiscito de 1980, con sus intervenciones en la campaña No a
Pinochet junto con su discurso en el acto del teatro Caupolicán (conocido como
Caupolicanazo). Para muchos, ese fue el momento en que selló su destino.
La represión ya había mostrado su fuerza al asesinar a
miles de personas y entre las figuras de mayor connotación internacional, estuvieron el ex canciller Orlando Letelier en pleno centro de Washington; al
general Carlos Prat y su esposa en un barrio de Buenos Aires y el intento
fallido de asesinar a Bernardo Leighton y a su señora, en la capital italiana.
Junto con los funerales del presidente Pedro Aguirre
Cerda, los del ex presidente Frei fueron de los más grandes que recuerde la
historia de Chile.
Pasaron 37 años antes de que se iniciara una
investigación judicial, de la cual se hizo cargo el juez Alejandro Madrid que
luego de 19 años de investigación, dictó condenas a seis culpables autores
y encubridores del delito, entre los cuales se encuentran médicos y ex agentes
de la CNI, uno de ellos quien fuera el ex chofer de Frei y que actuó como
informante de la policía secreta del régimen de Pinochet.
Y desde el año 1982, ríos de tinta han corrido
tratando de reunir y dar sentido a las miles de conjeturas de se desataron con
su muerte.
Uno de los últimos libros publicados es “La verdad sin
hora. Ocho sospechas - Seis condenados - Un acertijo médico”, escrito por la
periodista Lilian Olivares de la Barra y publicado por Editorial Catalonia.
En el libro, Lilian permite que las personas que
estaban siendo culpados de las muerte del ex mandatario den a conocer su
historia y nos acerquen a su percepción de los hechos.
Cada testimonio es una historia particular, que se
acerca a una recreación de lo sucedido en los días comprendidos entre la
primera operación y la muerte del ex mandatario permitiéndole al lector,
trasladarse en el tiempo a momentos, a hechos y lugares que vivió y sintió toda
una generación de chilenos.
Esta investigación periodística da cuenta de las
múltiples verdades, de las luces y sombras que se desprenden del primer fallo.
Lo hace mediante un relato ágil, sobre hechos, escuchando las voces implicadas,
indagando en fuentes claves, sobre sospechosos y condenados, constituyendo así
un libro sobre una verdad a la que parece no llegarle su hora.
El relato de los personajes entrevistados, no solo
describen escenas y acciones, sino que permite imaginar los sentimientos, las
pasiones e impresiones de los que participaron en este drama relatando
experiencias de vida y de muerte.
Lo anterior, ayuda al lector a ubicarse en el momento
en que sucedieron los hechos, no solo con la entrega de información, sino que
también con haber recogido los sentimientos de quienes entregan su testimonio.
Sin embargo, más que aclarar hechos el libro abre
nuevas preguntas. El ex presidente, ¿murió por una negligencia médica o por la
intervención de terceros?
Hay preguntas que mientras no exista una confesión,
nunca van a tener respuestas concretas, es decir saber quiénes lo hicieron,
cómo lo hicieron, cuáles fueron sus verdaderas motivaciones y si hubo personas
que tomaron decisiones sobre la vida del ex mandatario.
Este libro, finalmente, deja su huella de tinta sobre
unos de los períodos más oscuros de la historia chilena.
Lilian Olivares de la Barra, es periodista de la
Universidad Católica de Chile. Inició una larga carrera profesional en el
diario La Segunda, donde fue editora de Crónica, de Temas Especiales, de
Investigación y de la edición sabatina.
Se especializó en reportajes en profundidad, sondeando
conflictos sociales y perfiles humanos. Desde 2014 se desempeña en la sección
Justicia y Seguridad de El Mercurio.
Trabajó como redactora en Revista Paula. Fue editora
de la revista Mundo Diners, y editora y conductora en el programa periodístico
Detrás de la Noticia en el Canal de TV La Red.
Es autora de los libros El círculo maldito (2003), que trata de la droga en los barrios altos y bajos; Asesinato en el Campus Oriente (2012), sobre el homicidio de Jaime Guzmán; Todos fueron culpables (2014), un dramático relato de una niña boliviana en Copiapó víctima, de la desprotección de las instituciones de la infancia.
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