A partir de la década de 1950, la política de partidos
basada de manera exclusiva en la temática de las clases sociales, dejó de ser
prioridad del sector urbano y se fue desplazando al sector rural, surgiendo así
una tercera coyuntura crítica que logró que los partidos políticos no
tradicionales, penetraran e influenciaran políticamente y electoralmente en
sectores o bastiones antiguamente cooptados por las colectividades de derecha”.
Entonces, durante los años 60 se trató de unir ese
sentimiento en una fuerza política que lo representara, en un programa en el
que al tratar de determinar qué era lo popular, muchos lo idealizaron,
asociándolo con un "hombre nuevo" y con la fuerza que salvaría a la
patria.
Por lo demás, lo popular en reemplazo de lo burgués
(moderno) como el nuevo protagonista histórico, venía de muchas partes no sólo
de las creencias de izquierda, sino también en el pensamiento social cristiano
y en diversas otras sensibilidades políticas y culturales, que acogían, de una
u otra manera, la llamada "cuestión social".
En 1969 surgió la Unidad Popular.
En el artículo, “La vía chilena al socialismo de
Salvador Allende y su relación con la modernidad, Javier Pinedo expresa que
“bajo el concepto vía chilena al socialismo,
se agrupa el programa que la Unidad Popular y que, especialmente,
Salvador Allende propuso como una "transición", dentro de la
democracia y la Constitución política vigente, es decir, aceptando la oposición
a sus propios planteamientos, para pasar de una sociedad como la chilena de ese
momento, marcada por conflictos económicos estructurales, a una sociedad
equitativa y socialmente más justa.
La sociedad chilena que observa la Unidad Popular,
estaba marcada por fuertes diferencias sociales, que se manifestaban en una
mala distribución de la tierra y de la propiedad en general, bajo acceso al
consumo de amplios sectores sociales, ciclos inflacionarios permanentes, endeudamiento
externo, alta cesantía. En el plano cultural, en el de las relaciones
internacionales, en el educacional, etc., se mantiene las mismas inequidades”.
Así, la Unidad Popular resultó ser un proyecto
complejo ya que, por un lado, ofrecía un programa racional y posible, se hace
elegir en elecciones libres con posiciones encontradas en su interior. A partir
de 1970, cuando se gana el gobierno por medio de elecciones democráticas, en un
hecho inédito en la historia de los movimientos políticos de izquierda, estas
dos posiciones se encuentran”.
En el libro “La vía insurreccional al socialismo y la
vía política de Salvador Allende” escrito por Marcelo Espinoza Chávez y
publicado por DAS KAPITAL, plantea esas contradicciones.
“Desde el primer día, hubo dos polos en el gobierno de
Salvador Allende. Uno, que sostenía el camino político institucional para
realizar las transformaciones revolucionarias que se planteaba como programa de
gobierno. Otro, sostenía el camino insurreccional armado, que debía conducir a
la revolución socialista.
El autor, explica que “el año 201 se cumplieron
cincuenta años del triunfo de Salvador Allende y de su proyecto de gobierno.
Por otra parte, siempre sentí la necesidad de contar esta visión personal de
ese período de la historia de Chile, que viví como miles de chilenos de mi
generación para todos aquellos que no vivieron ese período.
Desde mi punto de vista, la vía insurreccional y la
vía chilena eran absolutamente incompatibles, dado que las condiciones de éxito
de cada uno de estos caminos transformadores de la sociedad tenían exigencias
estratégicas y tácticas diferentes ya que la vía insurreccional carecía de
opciones reales en las condiciones del sistema político chileno, de carácter
democrático y de larga tradición en la solución del conflicto político por
cauces institucionales.
Ambas, vías, eran incompatibles, excluyentes entre sí,
lo que, desde un comienzo, generó una pugna tanto al interior como fuera del
gobierno entre los partidarios del proyecto del presidente Allende”.
Los que estaban de acuerdo con la vía insurreccional,
estaban tanto dentro como fuera del gobierno. Fuera del gobierno, era el MIR y
como parte de la coalición gobernante, estaban el PS incluyendo su dirección
como el llamado MAPU Garretón y la Izquierda Cristiana (estos últimos,
escisiones de la Democracia Cristiana).
En contraste, la vía política estaba representada por
el presidente Allende, el Partido Comunista, sectores del PS, el llamado MAPU
Gazmuri y el Partido Radical.
Cuando surge la Unidad Popular en Chile, “había un
régimen democrático vigente, libertades civiles asociadas, instituciones
legitimadas ante la población una sociedad civil organizada que apoyaba y
reforzaba la legitimidad del sistema político participando con sus propuestas
en una lucha democrática, es decir en Chile, en el año 1970, imperaba un
régimen democrático y un sistema político legitimado”.
En ese contexto, no había una guerra, ni derrota
militar, ni régimen dictatorial. Tampoco existe un pueblo abrumado por la hambruna,
una crisis del Estado o un vacío de poder o una sociedad civil que esté contra
el régimen y esté dispuesta a derribarlo.
Sin embargo, al estar su proyecto en minoría en el
Congreso, para llevar a cabo su programa de gobierno utilizó decretos leyes de
la República Socialista del año 1932 (normativas legales que estaban vigentes)
y de una ley dictada el año 1968.
Las leyes anteriores le permitieron hacer
requisiciones e intervenciones de empresas dentro de la legalidad vigente pero
que de igual manera provocó un conflicto en la sociedad chilena.
Por ello, el presidente Allende necesitó concretar
acuerdos que eran rechazados por los sectores que buscaban la vía de la
insurrección porque para ellos, la revolución no se hacía a través del diálogo
y si no había solución, los conflictos se agudizarían.
Por otro lado, la derecha económica y política no le
quiso dar las herramientas legales que le permitieran lograr las
transformaciones estructurales en la sociedad chilena. Y los sectores de
centro, que no ayudaron a solucionar el conflicto.
A partir de ese hecho, los actores políticos de
izquierda se enfrentaron, cada uno desde sus propias concepciones sobre las
vías revolucionarias habiendo sido necesario, un esfuerzo por adecuar las
estrategias de cada uno a la nueva realidad, en especial de parte de los
sectores revolucionarios que no creían en la posibilidad de un triunfo
electoral para alcanzar el gobierno.
En esa etapa histórica, se encontraron dos visiones fuertemente estructuradas que buscaban, cada uno por su vía, transformarse en un nuevo orden institucional, cada uno con su propio relato ideológico y que al final, ambas visiones fueron protagonistas de la tragedia chilena de 1973.
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