¿Qué implica tener los registros más
antiguos de muchas especies icónicas hoy día de Oceanía en este lugar?, ¿qué
significa haber encontrado los dinosaurios más australes del mundo con
excepción de Antártica?, ¿cómo aparecen aquí en Sudamérica los Nothofagus, por
lo menos, 20 millones después de la aparición en Antártica?
Son algunas de las nuevas interrogantes
que se abren, luego que el pasado domingo, finalizara la novena campaña
paleontológica en el sector de cerro Guido, provincia de Última Esperanza, con
hallazgos que, según los investigadores a cargo, cambiarán la historia natural
no solo de Chile, sino que aportarán, sustantivamente, a la evolución de la
vida en el planeta.
Son preguntas que están encontrando una
respuesta, pero ya dan una idea de la importancia de este sitio “que se va a
empezar a mezclar con una historia natural que fue construida por europeos hace
más de cien años y que hoy día descansa en una nueva paleontología desde
Sudamérica, desde el extremo sur austral y que nos vincula y nos conecta mucho
más con el continente antártico”, explica Marcelo Leppe Cartes, director del Instituto
Nacional Antártico Chileno (INACH).
Fueron dos semanas de campamento y con
condiciones de trabajo muy duras que implicaban largas caminatas y ascensos a
los montes del sector con viento, lluvia e incluso nieve. El verano sureño para
los paleontólogos puede ser muy especial.
Según el Dr. Alexander Vargas, líder del
proyecto Anillo “Nuevas fuentes de datos sobre el registro fósil y la evolución
de los vertebrados” (cód. ACT172099, financiado por la Agencia Nacional de
Investigación y Desarrollo), “se sabe muy poco del tiempo del fin de la Era de
los Dinosaurios en la región polar sur del mundo; es realmente un área gris y
se sospecha, que muchas partes de la evolución de la vida transcurrieron acá y
esa hipótesis, la estamos confirmando porque las cosas que estamos
descubriendo, son realmente insólitas”.
El experto en vertebrados de la
Universidad de Chile adelanta que se han encontrado dinosaurios pico de pato,
que sorprenden por su posición biogeográfica y su anatomía extraña, también
dinosaurios acorazados y algunos restos de grandes depredadores.
“Es
impresionante tener la oportunidad de descubrir linajes en la evolución que son
desconocidos para la humanidad hasta este momento. Hay otros, que se conocían
en forma muy parcial. Hay mamíferos que se conocían solo a partir de dientes y
hemos empezado a encontrar restos de cuerpos, con mucha más información.
Hemos encontrado dinosaurios completos,
articulados. Es algo insólito. En Chile pocas veces se ha encontrado este tipo
de preservación, este nivel de información. Así que estaríamos con resultados
impresionantes y esperando dar a conocer unos descubrimientos realmente
importantes”, afirma Vargas.
En esta campaña participaron 29
investigadoras e investigadores especializados en geología, paleovertebrados y
paleobotánica.
La Dra. Cristine Trevisan, del Instituto
Antártico Chileno, INACH (una de las instituciones asociadas al proyecto junto
al Museo Nacional de Historia Natural), explica la importancia del trabajo
multidisciplinario para poder obtener una visión más completa de cómo era este
lugar hace millones de años.
Hoy el visitante ve pampa, valles, ríos y
montañas, pero en el pasado algunos de estos sectores estaban cubiertos por el
mar o por cursos de agua de los que quedan rastros que el ojo experto es capaz
de detectar.
En campañas pasadas, los especialistas
habían explorado los paleoambientes marinos, pero este año se concentraron en
ambientes paleocontinentales.
“Hicimos un trabajo más en conjunto entre
la geología y la paleobotánica, o sea, intentar posicionar geológicamente las
plantas que encontramos, como helechos, Nothofagus, innumerables plantas con
flores, lauráceas, mirtáceas y buscamos hacer un estudio de detalle de las
facies continentales, o sea, ubicar las plantas en sus ambientes
deposicionales”, comenta Trevisan.
¿Dónde vivían esas plantas? Los
científicos encontraron una especie de helecho, muy característica, llamada
equisetum, que permite determinar la existencia cercana de cuerpos de agua.
También, se hallaron algunas plantas acuáticas, que indican la existencia de
ríos con meandros.
Estas investigaciones tienen igualmente un
componente de colaboración internacional.
Gracias a esto, han podido participar en
campañas previas especialistas de Alemania, Japón, Brasil, Estados Unidos,
Argentina, entre otros países.
Del país trasandino, participó en esta
campaña Jonatan Kaluza, técnico del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet, Argentina) e investigador de la Universidad de
Chile, para quien esta “fue una expedición magnífica en la cual se hallaron
materiales de toda índole, aves, un dinosaurio completo articulado, herbívoro,
con placas en la espalda, que va a representar un ícono en Chile y va a ser
súper importante en la paleontología a nivel mundial.”
Jean-François Champollion, una mente
brillante en la Francia del siglo XIX, vivió solo 41 años, pero su hazaña filológica
se sigue recordando con veneración.
La piedra Rosetta había sido descubierta
en 1799 y tenía inscripciones en griego antiguo, demótico y jeroglíficos
egipcios, tres lenguas muy distintas y en cuyo conocimiento existían grandes
lagunas, especialmente en los jeroglíficos. Champollion logra en 1822, a través
de esta piedra, traducir lo que significaba el lenguaje egipcio antiguo. Un
mundo que permanecía en una espesa e ininteligible niebla se aclaraba y
comenzaba a contarnos parte de los secretos de una cultura
extraordinaria.
Para Marcelo Leppe Cartes, director del
INACH y paleobiólogo que ha sido parte de todas las campañas en Cerro Guido y
el valle Las Chinas, este sector “es la piedra Rosetta de la paleontología, ya
que hoy en día, tenemos una localidad en el extremo sur de América, la más
austral con dinosaurios y con muchas otras especies icónicas, que habla de una
historia totalmente desconocida respecto a la relación entre dos continentes,
es decir entre Sudamérica y Antártica y una tercera historia, que es la de
Oceanía conectada a Antártica.
Es como que, literalmente, tuviéramos tres
lenguas distintas que las hemos encontrado en una sola roca y que nos está
permitiendo traducir esto.”
Este proyecto forma parte del Programa
Nacional de Ciencia Antártica y de la Expedición Científica Antártica (ECA 56)
organizada por el Instituto Antártico Chileno.
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