domingo, 8 de marzo de 2020

Exposición muestra la obra de René Olivares


La Galería de Arte Montegrande, presenta la exposición “Crónicas de café & otros dibujos” del artista René Olivares, quien ha sido el creador de la gráfica del grupo Los Jaivas.

En esta exposición, hace un recorrido por más de 30 años de trabajo presentando dibujos realizados en 8 países del mundo, en los cuales ha creado sus obras.

Esta exposición estará hasta el 9 de marzo presentándose en los 2 pisos de la Galería, ubicada en Calle Victoria Subercaseaux #295, Barrio Lastarria. 

René Olivares nace en Santiago de Chile en 1946.

Inquieto y deseoso de conocimiento, a los veintitrés años viaja a Roma y reside en esa capital algunos meses, pintando. Posteriormente, será Rapa Nui quien atraerá su atención y viviendo en esa isla, la libertad del gran horizonte del Pacífico dejándose transportar por las leyendas de la Polinesia.

Desde sus primeros años, René había comenzado los especiales viajes por los territorios de la imaginación, recorridos que lo hicieron rodearse de un mundo secreto, de universos no vistos.
El espacio interestelar se tiñe repleto de estrellas. Planetas extraños y jamás conocidos irrumpen en las pinturas. Animales fantásticos pueblan geografías siempre fabulosas, sugestivas.

Si no, simples lagartos que, junto con las piedras, datan de la prehistoria. Sus visiones transitan por un paisaje donde las hecatombes, las feroces erupciones de la Tierra o las manifestaciones incógnitas de algún continente sumergido anidan en los pensamientos de un extraterrestre.

Toda la obra de René Olivares, transita por la amplitud de las posibilidades que en nuestra imaginación existen.

De pronto, nace un supra lenguaje. Pinceles y lápices comienzan a verter curiosas e inéditas caligrafías, melosos signos parecieran hacer referencia a una conciencia sideral que inunda sutilmente el cosmos y a toda la materia.

Según las palabras de Michel Laborde “El Café Cósmico”, el café, sentado en mesa, es un acto colectivo. Porque el brebaje que ofrece no es para borrarse, puesto que despierta los sentidos; contiene alguna esperanza en la humanidad. Por último, si nos vamos a hundir, será en compañía…

El pintor René Olivares, residente en París, vio las imágenes de Santiago en los noticiarios de la televisión francesa y necesitó venir. A sentir, hablar y estar con otros. 

Por los cafés de los barrios Lastarria y Bellas Artes, vino a asomarse al Chile del futuro y en los manteles de papel del Café Mosqueto, comenzó a dibujar un país que, a pesar de todo, se abre al cosmos, habitado por perfiles, caras, orejas y miradas, conectadas al espacio exterior.

Por estas mismas calles anduvieron, un siglo atrás, los hermanos del Grupo de los X, creadores de algo que llamaron “criollismo cósmico”.

Para vivir con los pies en la tierra y la cabeza escrutando lejanos planetas: ¿De allá vinimos? ¿Volveremos?

Pedro Prado, el fundador de los X, escribió en un poema que señala el camino: “Florezco en la soledad, como el espino”. Aunque también le cantó a los hermanos pintores, a los hermanos músicos, a los hermanos escultores, a los que se encontraban en los cafés, los teatros, las exposiciones. Era un tiempo de búsquedas, que, incluso, llevará a Prado a redactor unas “Bases para un Nuevo Gobierno y un Nuevo Parlamento”.


Gabriela Mistral, su amiga, vivía el mismo ritmo; solitaria entre sus cerros, pero de pronto se arrancaba a la bahía de Coquimbo a sumergirse en el bullicio portuario del gentío.

Sístole y diástole, contracción y dilatación, soledad y amistad.

René Olivares lo vive en este barrio, en estos meses; salió de su soledad parisina y se vino a estar con otros, entre el vacío de la plaza y el lleno de La Moneda.

En medio, el Santa Lucía. En los años ’30 del siglo pasado, un cacique escogido venía al blanco edificio del poder, portador de denuncias y demandas. En soledad, al amanecer, se cargaba de energía en el cerro. 

 Lo iba rodeando, tocaba las piedras de poder, las hojas de las plantas propicias, aspiraba lento el aire fresco de rocío, purificándose. Luego, con el ajetreo del día, portador de energías terrestres, encaminaba sus pasos hacia La Moneda, para hablar en nombre de los suyos.

Hablar no es hablar, solamente. También es oír, asomarse al otro. René Olivares vino a practicar ese rito antiguo, a oír a la ciudad y adentrarse en sus habitantes para llenarnos los ojos con imágenes cósmicas. Nos da un respiro, esa mirada que es de adentro – Olivares es de aquí-, pero que viene de afuera; es el ritmo de nuevo, el latido, adentro y afuera, aquí y allá, en soledad como el espino o con otros en el café.

Criollismo cósmico decían Los X,, a propósito de ese encuentro de la tierra cercana con los mundos lejanos; “Folklore Celeste”, lo bautizó Olivares.

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