El chorito negro, de color oscuro y cuyo tamaño es
menor a los 30 mm, habita en las costas de Chile, Argentina, Perú y Ecuador, en
la zona intermareal rocosa. Sus bancos son fuentes de refugio y alimento para
numerosas especies de moluscos y crustáceos.
El estudio, liderado por Claudia Betancourtt, estudiante
del doctorado en Biología
Marina de la Facultad de Ciencias de la Universidad
Austral de Chile (UACh), analizó los efectos de una especie dominante como
el chorito maico (Perumytilus purpuratus) en relación a una transitoria y menos
abundante como el chorito negro.
Las especies transitorias o raras, son componentes
importantes de la biodiversidad, aunque su contribución a las múltiples
funciones de los ecosistemas ha sido escasamente estudiada.
En la investigación trabajaron científicos del Centro de Investigación Dinámica de
Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la UACh y del Instituto de Ciencias Marinas y
Limnológicas (ICML) de la UACh. El estudio también contó con la
colaboración de profesionales del Centro
de Investigación de Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), el Centro para Ecología Aplicada en
Sostenibilidad (CAPES) de la Pontificia
Universidad Católica de Chile, el Instituto Milenio en
Socio-Ecología Costera (SECOS), la Universidad
Adolfo Ibáñez y la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e
Investigación-Sisal de la Universidad
Autónoma de México.
Nelson Valdivia, investigador del centro IDEAL, señala
que “en este estudio estábamos interesados en entender cómo es la interacción
de competencia entre dos especies, en un ambiente particular”.
El trabajo consideró un estudio observacional a lo
largo de 200 km de la costa valdiviana y experimentos de laboratorio, donde se
simuló la sustitución del chorito maico por el chorito negro y se analizaron
cinco indicadores de las funciones del ecosistema intermareal.
El científico explica que “las funciones estudiadas
dependen de la actividad metabólica de esos organismos y pueden influir en
algunas propiedades ecosistémicas, en una escala más grande. Estas funciones
incluyen medidas como tasas de aclaramiento, es decir, cuánto consumen esos individuos
y, por tanto, cuánta energía mueven desde una parte del sistema a otra. Además,
se consideró la tasa de consumo de oxígeno y las deposiciones que estos
organismos tienen”.
Como conclusión, la sustitución de especies tuvo un
efecto positivo, lineal y significativo en las funciones estudiadas, lo que
sugiere que el chorito negro podría impulsar el funcionamiento del ecosistema
bajo condiciones ambientales favorables.
Valdivia afirma que “una especie, a pesar de que
no sea dominante desde el punto de vista numérico aún puede ser importante y
debería ser conservada. Es decir, el término “raro” se refiere a que tienen abundancias
muy bajas en un lugar en particular y eso no quiere decir que tengamos que
olvidarnos de ellas”.
“La escala espacial es importante porque, por ejemplo,
el chorito negro no es abundante en estos sitios cercanos a Valdivia. Sin
embargo, en otras latitudes, sí puede serlo. En Sudáfrica, por ejemplo, se ha
transformado en una especie invasora, donde es capaz de excluir
competitivamente a otras especies”, agrega.
Son redes de interacciones, en las cuales nosotros nos
incluimos. Históricamente se nos olvidó eso producto del desarrollo económico
que tenemos como sociedad y hemos visto a la naturaleza solo como una fuente de
recursos y no como un lugar al cual pertenecemos”.
Puedes leer el artículo científico aquí.
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