“El
patrimonio cultural se debe a la comunidad toda, y ella a él”, sentenció hace
25 años atrás el ministro de Educación de esa época, José Pablo Arellano, en la
ceremonia en la cual fue instituido el Día del Patrimonio Cultural de Chile,
realizada en la Biblioteca de la Recoleta Domínica.
En
la oportunidad, el secretario de Estado del gobierno de Eduardo Frei Ruz Tagle
fue enfático en señalar que el patrimonio cultural no debe ser una “esfera
restringida” a los organismos estatales, explicando que el objetivo de esta
conmemoración es hacer un llamando a toda la sociedad a reflexionar y tomar
conciencia sobre su gran valor.
Han
pasado más de dos décadas desde esa ceremonia inaugural, y esta efeméride ha
sufrido distintos cambios. De partida, se modificó la fecha estipulada
inicialmente -desde el 17 de abril al último fin de semana de mayo-, se amplió
la celebración a dos días y se pluralizó su denominación, pasando a llamarse
Día de los Patrimonios.
Más
allá de esos ajustes, en el marco de su aniversario
número 25, cabe revisar la evolución que ha tenido esta celebración a la par de
las profundas transformaciones que ha experimentado nuestro país
y del carácter dinámico del
patrimonio cultural. También es pertinente preguntarse sobre qué queda de la
motivación que impulsó su creación.
El
espíritu original de esta iniciativa, que apelaba a convocar de manera amplia a
la ciudadanía, se ha hecho carne con el pasar de los años, al menos
considerando el número de participantes. En 2023 alcanzó una cifra récord de
visitantes: más de 2 millones 400 mil personas.
No
obstante, desde una perspectiva territorial persisten debilidades que conspiran
contra el carácter inclusivo de esta conmemoración. El año pasado, más del 55%
de las actividades se realizó en las regiones de Valparaíso, O´Higgins y
Metropolitana.
Si
bien, este nivel de concentración es explicable porque en esa área habita la
mayoría de la población del país, de todas formas, es necesario promover una
oferta patrimonial más potente en zonas del territorio nacional que padecen los
problemas de nuestro excesivo centralismo, sobre todo en regiones extremas,
para que su población efectivamente pueda ser partícipe de esta fiesta de la
cultura en condiciones de mayor igualdad respecto de los habitantes del Chile
central.
Más
dramática es la realidad a escala local. Por ejemplo, en la Región
Metropolitana algunas comunas rurales (María Pinto, Alhué, San Pedro y Lampa) y
zonas urbanas populares (Lo Espejo, Conchalí y Lo Prado) no tienen programadas
actividades para este 2024. En cambio, sólo en Providencia y Santiago Centro se
contemplan más de 320 charlas, talleres, visitas guiadas
y recorridos patrimoniales, entre otras iniciativas. Como se observa, se
requiere hacer mayores esfuerzos para asegurar un acceso equitativo de toda la
ciudadanía a esta celebración.
Por
otra parte, se han producido avances respecto a la inclusión de la población en
situación de discapacidad, pero aún queda bastante por hacer. En 2023, un 28%
de las actividades presenciales contó con una herramienta de accesibilidad
física.
También
se han hecho esfuerzos para incorporar de manera activa a la sociedad civil en
esta conmemoración. Así, el año pasado más del 45% de las actividades
realizadas fue organizada por instituciones privadas y organizaciones sociales
y comunitarias, mientras que un 55% estuvo a cargo de organismos del Estado.
En
este ámbito, llama la atención que las agrupaciones y personas del mundo
indígena organizaran sólo un 4% de las actividades, cifra que indica que es
necesario reforzar el involucramiento de los pueblos originaros en esta fiesta,
para que efectivamente sea un vehículo de transmisión y reconocimiento de su
rica cultura y cosmovisión.
Como
vemos, a 25 años de su creación, el Día de los Patrimonios se ha consolidado
como una fiesta masiva que genera gran interés en la ciudadanía, que hace
largas filas para ver las principales atracciones.
Sin bien se han implementado cambios para hacerse cargo de las crecientes demandas sociales en pos de una mayor inclusión de grupos postergados, todavía hay deudas pendientes en materia de accesibilidad, predominando además un relato de la valoración patrimonial generado desde Santiago, lo que refuerza la centralización cultural de nuestro país.
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