El libro “Mi 11 de septiembre”, publicado por
Editorial Occidente, que reúne el testimonio de 24 periodistas que vivieron ese
día y que marco la historia de Chile, será presentado el próximo miércoles 6 de
septiembre.
La iniciativa partió de un grupo de periodistas
que desde el año pasado se reúnen mensualmente en una tertulia autodenominada
como la “mesa de don Camilo” (por Camilo Henríquez, el padre del periodismo
chileno).
Desde ese lugar, partió un libro donde cada uno
relató lo que vivió el 11 de septiembre de 1973. A pesar de que ya han transcurrido 43 años, aún
hay aspectos que no se conocen, historias que no se han contado.
Leonardo Cáceres, editor de este libro, escribió
en la introducción que “este libro se refiere al 11 chileno, el que abrió una
herida tan profunda en la historia personal, familiar y nacional de los 10
millones de habitantes de la época, que no es posible borrarla fácilmente.
“La verdad es necesaria para superar los
traumas, ya sea en una familia y, con mayor razón, en un país. Esta es la
justificación central de este libro. Sin embargo, la verdad la buscamos entre
todos y este camino es subjetivo. Por ello, los testimonios que siguen a
continuación son absolutamente personales. Cada uno de los periodistas que
aceptaron plasmar su vivencia para este libro relata lo ocurrido desde la
intimidad de un drama que desembocó en tragedia”, agrega Cáceres.
Cuando uno de los comensales, el periodista
Sergio Campos, publicó en 2016 un libro con sus “memorias”, que incluía las
peripecias que vivió el 11 de septiembre de 1973, tuvo una respuesta casi
inmediata en otro de los miembros de la mesa, Erasmo López, quien pese a que se
encontraba en ese momento en Europa en un viaje familiar, envió a todos un
apresurado relato de su propia vivencia de ese día.
“Al siguiente encuentro conversamos sobre el
tema y alguien sugirió que todos hiciéramos lo mismo”. Así nació la idea del
libro que se titula simplemente “Mi 11 de septiembre”, comentó el editor.
En el prólogo, la Presidenta Michelle
Bachelet señala que este libro “conmueve, porque más allá de cualquier
consideración partidista o ideológica, encontramos aquí la vivencia humana de
chilenos y chilenas, muchos de ellos muy jóvenes, que nos cuentan qué hicieron
ese día, sin dramatizar, sin adjetivar siquiera.
“Y son, sin embargo, testimonios dramáticos, en
que aparece la sombra ominosa de nuestra democracia demolida hasta los
cimientos, la violencia que se desataba sobre la patria, la afrenta, la
traición y la cobardía; pero encontramos también la solidaridad elemental de
los anónimos, el sentido del humor que nos rescata aún en los peores momentos,
la música, la belleza incluso en medio de las lágrimas”.
Al concluir, la Presidenta expresó que
“saber que nada ni nadie está olvidado, como nos demuestra este libro con sus
recuerdos llenos de emoción y ternura, es reconfortante y nos ayuda a seguir en
el camino de la verdad, la justicia y la reparación”.
En un comienzo, los que darían su testimonio serían
14 periodistas. Sin embargo, se acordó que los testimonios se ampliaran a otras
personas que también vivieron el Once. Así, fueron incorporadas mujeres
periodistas, a profesionales de diferentes regiones y a otros que viven fuera
de Chile.
Víctor Hugo de la Fuente, director en Chile
de Le Monde Diplomatique, era en 1973 un muy joven militante del Partido
Comunista Revolucionario; Verónica Ahumada estuvo hasta el fin en La Moneda, junto al Presidente
Allende; el jefe de prensa de radio Corporación era Miguel Ángel San Martín, y
otros periodistas cumplían la misma función en Radio Magallanes (Leonardo
Cáceres); en radio Sargento Candelaria (Jorge Andrés Richards); en radio
Nacional (Gladys Díaz). Así, al repasar los testimonios, se recoge una valiosa experiencia
de profesionales de los medios de comunicación.
Miguel A. San Martín relata que le sugirió al
Presidente que un “numeroso” grupo de periodistas y técnicos que estaban en
Radio Corporación (situada entonces en calle Morandé, frente a La Moneda, podrían ir “a
defender” el Palacio de Gobierno.
La respuesta del presidente Allende fue
categórica: “Mire joven, ¿sabe usted cuántos caerían si hacemos un pasillo
armado para que ustedes crucen la calle? Un sólo caído sería demasiado precio.
No. Ustedes son jóvenes. Ahora deben ponerse a salvo, no sacrificarse ni
dejarse avasallar. Ustedes deben contar al mundo lo que está sucediendo aquí”.
Otros vivían peripecias distintas. Gladys Díaz
caminaba por el barrio Bellavista buscando un refugio cuya dirección había
olvidado, hasta que llegó a una casa que le pareció conocida. “Tenía la bandera
chilena izada. ¿No me estaría equivocando y era la casa de unos momios? Uno se
arriesga cuando no tiene alternativa. Golpeé fuertemente y nada. Silencio
total.
Seguí golpeando, cada vez más fuerte. Busqué una piedra en la vereda e
insistí. A los 15 minutos de este intento, que me parecieron horas, sentí pasos
hacia la puerta y una voz que tendí a reconocer, preguntaba: “¿Quién es?”. “Yo,
Gladys Díaz”. La puerta se abrió y me abracé con Patricio Manns, con quien
hasta la víspera trabajábamos en la Radio Nacional, del MIR”.
Angélica Beas, ex esposa del periodista Carlos
Jorquera, recuerda que en su casa, donde permaneció junto a su madre y sus dos
hijas, “decidimos turnarnos para escuchar las noticias”. Mi madre “se las
llevaba (a las niñas) al jardín trasero a jugar un rato, mientras yo escuchaba
horrorizada y perpleja cada uno de los bandos militares que se emitían por la
radio, verdaderos llamados al odio, llenos de ultimátum, que me recordaban las
películas del nazismo. Oía esas voces, esos dictados marciales, con la
incredulidad inocente de quien se resiste a aceptar que lo que hasta entonces
parecía imposible se estaba convirtiendo en realidad, en nuestra realidad.
En algún momento de la mañana, Carlos (Jorquera)
volvió a llamar. Con mucha serenidad me ratificó que acompañaría al Presidente
hasta el final y me pidió hablar con las niñas. Quería despedirse. Cada minuto
que pasaba se hacía más inminente la amenaza del bombardeo a La Moneda, y no tendría otra
oportunidad de explicarles por qué había decidido quedarse junto a Allende.
Hablaron y se despidieron. Ellas no hicieron preguntas después, como si en esa
conversación de despedida hubieran entendido que su padre estaba donde tenía
que estar”.
Así, cada testimonio contiene una parte de la
verdad de ese día que marcó la vida de todos y de cada uno de los periodistas
que escribieron su testimonio y de todos los chilenos. Por eso, no hay que
olvidar lo ocurrido.