¿Sabe usted qué es un chupa
candado? ¿O un chaleco e’ mimbre? ¿O baldear la cubierta? ¿O cuántos tipos de
resaca hay y qué se necesita para terminar con cada una de ellas? ¿O qué es una
bolsa de leche?
Ferdinand de Saussure,
padre del estructuralismo, estableció tres niveles para el lenguaje.
Primero, estaría la lengua, luego el habla y finalmente el dialecto.
La lengua, se ubica en la suma
de imágenes verbales y sus correspondientes conceptos almacenada en todos los
planos de los conceptos y de la sustancia fónica.
El habla, tiene un carácter
esencialmente individual ya que se trataría de un acto de voluntad e
inteligencia de los hablantes; se genera por la condición socio geográfico de
quienes la hablan.
El habla, tiene un carácter
esencialmente individual ya que se trataría de un acto de voluntad e
inteligencia de los hablantes; se genera por la condición socio geográfico de
quienes la hablan.
Por último, el dialecto no
solo como variación lingüística, sino que también existe el
"sociolecto", de orden social, o de tipo contextual, que sería a
"variación diafásica" o "registro", así como la variación
producida por la interferencia de una lengua sobre otra, lo que se denomina
"intelecto".
Tito Matamala recoge esa
variación del lenguaje castellano que hacen que nosotros nos diferenciemos
respecto a otros países del continente y aunque tenemos diferencias dentro de
nuestro país, hay varias características que nos unen como tener una identidad
común, una forma de hablar, de reír, de cantar, de hacer fiestas y de cocinar.
Además de compartir una
memoria histórica común, que no es sólo una sucesión de hechos bélicos o de
acontecimientos económicos sino una vida colectiva con todas sus complejidades, es lo que nos hace dueños de todo aquello que
los seres humanos agregan a su entorno y que los antropólogos llaman cultura, conformando
un patrimonio inmaterial que sentimos como propios, de todos, enriqueciendo nuestro
espíritu en comunidad, entregándonos una manera de encontrarnos que nos hace sentir
que tenemos un lugar en el mundo.
Y como el “chileno” está lleno
de palabras y frases en las que abunda el lenguaje metafórico, las rimas y las
relaciones ingeniosas para expresar con picardía la sabiduría popular, este
manual se transforma en un esfuerzo para preservar y difundir nuestra
identidad, escrito desde el convencimiento que nuestra cultura y sus
manifestaciones tienen valor, recogiendo un saber común importante para que no
se pierda esa identidad.
En su libro nos muestra el
mundo de la bebida pero en su obra, prevalece el abordaje heroico y desenfadado
de la bebida, a través de personajes de antología, y la creación de un universo
de lugares y personajes extraídos de la propia vida del autor, que se repiten
en el transcurso de su obra.
Tito Matamala Aburto nació en
Puerto Montt en 1963, periodista y escritor chileno que estudió en la Universidad de
Concepción, titulándose en 1995 y en el 2004 obtuvo el grado de magíster en
Literatura Hispánica.
Magíster en Literaturas
Hispánicas, obtenido el 2004. Desde 1995 ejerce la docencia en la carrera,
enfocando su labor, principalmente, hacia las asignaturas de periodismo de
opinión, periodismo interpretativo y redacción periodística.
Editor literario y columnista
del diario El Sur, también ha colaborado con el canal de televisión de su alma
máter, TVU y ha sido profesor de Redacción Creativa y Grandes Obras de la Literatura en la Universidad del
Desarrollo. Ha escrito novelas y cuentos, los que han aparecido también en
antologías.
El libro refleja su buen
oficio en las letras. Maneja bien el lenguaje logrando contar buenas historias,
básico en un buen periodista.
Su labor profesional la ha
ejercido en el canal de televisión de la Universidad de Concepción (TVU). En el diario El
Sur donde es columnista y editor literario. También fue columnista del diario
El Mercurio y dibuja diariamente el mono de opinión del diario Crónica.
Paralelamente, ha adquirido
renombre como escritor. Entre sus trabajos se encuentran las novelas “Hoy
recuerdo la tarde en que le vendí mi alma al diablo (era miércoles y llovía
elefantes)”, “De cómo llegué a trabajar para Carlos Cardoen” y “Dos novelas
breves”. Los libros “El manual del buen bebedor”, “Nuevo manual del buen
bebedor”, “Historias del bar La
Trivia” y “Diccionario del buen bebedor”. La recopilación de
sus columnas publicadas en el diario El Sur “Calumnias y otras infamias”.
Además, ha publicado cuentos en las antologías “Relatos & resacas”,
“Honrarás a tu padre”, “Desafueros”, “Chile a traveler’s literary companion” y
“Con pocas palabras”.
En 1995 obtuvo el Premio de
Novela de El Mercurio por la mencionada “Hoy recuerdo la tarde en que le vendí
mi alma al diablo”.