Estamos
ad-portas de una nueva conmemoración del Día de los Patrimonios, el 27 y 28 de
mayo, iniciativa que pretende generar un encuentro entre la comunidad y las
distintas manifestaciones y bienes que constituyen el patrimonio de nuestro
país, tanto en lo intangible como en lo tangible.
Su
intención es que se aprecie sus valores, se fortalezca la conciencia de su
vulnerabilidad y se asuma la responsabilidad que nos compete a todos en su
protección.
El
Día de los Patrimonios se instauró en el año 1999 como una instancia de
encuentro y reflexión en torno al patrimonio nacional, a celebrarse el último
domingo de cada mes de mayo.
Desde
esa época, pese a las trabas burocráticas e incomprensiones institucionales que
ha enfrentado durante su historia, esta celebración se ha convertido en un
“clásico” de la cartelera cultural nacional para millones de ciudadanos cada
año, quienes han pasado de ser meros espectadores a protagonistas de la
jornada.
El
lema de este año es “Recuerdos para el futuro”, una frase que de una manera
breve nos comunica la motivación de estos días y la intención o conducta que se
nos pide tener como personas y comunidad. Según sus organizadores, la jornada
busca “construir experiencias y vivencias que se conviertan en recuerdos para
las próximas generaciones, y que contribuyan a la construcción de la memoria
colectiva”.
El
recuerdo es la capacidad con la que cuenta nuestra memoria que nos permite
atesorar experiencias de vida y devolverlas al presente. En otras palabras, es
la memoria traída a este momento del hoy.
Viene
de la expresión en latín “re-cordis”, que alude a recuperar las sensaciones,
emociones y vivencias experimentadas hace un corto o largo plazo atrás, ya sean
50 años o pocos días. Se trata de recuerdos que pertenecen a biografías íntimas
y personales, pero también a historias colectivas, que atañen a una comunidad o
sociedad en su conjunto.
Un
lugar especial es el que ocupan generalmente los recuerdos espaciales. Los
edificios, recintos, parques, plazas y barrios de valor histórico y patrimonial
tienen la particular capacidad de despertar múltiples evocaciones del pasado,
siendo señales tangibles de las rutas que hemos transitado como humanidad. Son
verdaderos significantes que abren significados de distinta naturaleza,
permitiendo mirar el ayer pero también reflexionar sobre el presente y
proyectar el futuro.
¿Qué
les dice la estatua del general Baquedano y su entorno a los chilenos y
chilenas de la actualidad, y cómo imaginan el mañana desde el prisma que les da
este lugar? ¿Qué representaba social y culturalmente ese monumento y ese espacio
urbano durante los días convulsos del estallido, y que significaba para el
Chile de fines de los años 20 del siglo pasado, cuando fue inaugurada la
escultura, a poco más de dos décadas del término de la Guerra del Pacífico? Son
preguntas de difícil respuesta, que merecen variadas e incluso antagónicas
interpretaciones, pero que permiten abrir reflexiones con miras a la
construcción de memorias compartidas colectivamente, que es a lo que nos invita
el Día de los Patrimonios.
Esta nueva celebración, entonces, constituye una oportunidad de recuperar recuerdos significativos y, al mismo tiempo, conversar sobre el presente y vislumbrar el devenir. No hay un futuro impredecible; el futuro se construye ahora; lo que hagamos hoy en términos culturales y educativos tendrá necesariamente consecuencias sobre el mañana.
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