El período del que nos
ocupamos ahora -dedicado a la literatura del segundo proceso de modernización,
desde la eclosión de las vanguardias hacia 1920 hasta 1973-, es el más fecundo
en la historia de la literatura chilena y explica la inusual extensión del
volumen que nos ha obligado a presentarlo en dos tomos.
Coordinan la realización de esta historia Grínor
Rojo y Catalina Olea
Este se inscribe en el marco de una cultura en
la que el respeto por la palabra escrita era una conducta universalmente
aceptada, tanto de parte del Estado como de la ciudadanía, nuestra literatura
vio emerger entonces a algunas de sus figuras mayores. Y no solo para su propia
historia, también para la historia de la literatura latinoamericana y mundial.
Con las superposiciones, los
adelantos y las perduraciones que son esperables, nos ha sido posible percibir
tres etapas.
También de esta etapa son los
dramaturgos que se asocian con los teatros universitarios, así como la mejor
novela que se ha escrito en Chile, Hijo de ladrón, de Manuel Rojas.
Finalmente, entre los sesenta
y el golpe de Estado, aparecen poetas importantes, como Enrique Lihn y Jorge
Teillier, junto con los narradores de la generación del 50, entre los cuales
los que más brillan son José Donoso y Jorge Edwards.
(Por la envergadura del periodo trabajado, hemos tenido que dividir este volumen en dos tomos).
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