La
publicación, disponible desde el 1 de abril en librerías chilenas, cuenta con
ilustraciones del artista Makoto Wada.
Mucho antes de convertirse en un célebre
escritor, un adolescente Haruki Murakami recibió como regalo para su cumpleaños
número quince entradas para un concierto de jazz en Kobe. "Me quedé
atónito. Nunca había escuchado una música tan increíble", recuerda el
autor de Tokio Blues.
Surgió en ese momento un vínculo con el
jazz que marcaría su vida y que se convertiría en el germen de Retratos de jazz, un libro fascinante compuesto por
cincuenta y cinco textos, cada uno dedicado a un músico del género, acompañado
de una ilustración del artista japonés Wada Makoto y de un comentario
sobre un álbum de cada figura musical.
Cada «entrada» se convierte en una pequeña
y deliciosa historia, en un fragmento de memoria autobiográfica, en consejos a
la hora de escuchar a un intérprete, o en frescas pinceladas para describir a
un artista o una época.
Así, desde el mítico Chet Baker hasta Ella
Fitzgerald, por el libro desfilan grandes figuras como Billie Holiday,
Duke Ellington, Bill Evans o Art Pepper.
A mediados de los 70, Murakami era dueño
de una colección de 3000 vinilos. Era ya un melómano. “Trabajé duro, ahorré
dinero, pedí muchos préstamos a amigos y familiares y poco después de dejar la
universidad abrí un pequeño club de jazz en Tokio", cuenta.
Se trataba de un local pequeño y modesto
que solía estar lleno de humo pero que resultaba acogedor para los amantes de
la música de Kokubunji, una pequeña ciudad al norte de Tokyo. Junto a su
esposa, bautizaron el lugar como Peter Cat, en honor al gato de Murakami.
Al abrir Retratos de jazz los
lectores tendrán la sensación de haberse sentado a una de las mesas de aquel
local mientras el propio Murakami le cuenta, en un tono confidencial,
cálido y entusiasta, anécdotas y pormenores de las canciones que se escuchan.
Durante casi cinco años, el ahora reconocido escritor y su esposa tuvieron un bar musical en Kokubunji, una de las ciudades que componen la Metrópolis de Tokyo. Cada día, Murakami, melómano empedernido, pinchaba jazz de su propia colección de vinilos.
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