Saint-Exupéry escribió esta carta en 1942,
cuando Europa era asolada por los horrores del nazismo. En ella describe y
reflexiona en torno a la devastación, el desarraigo, la lucha por la
sobrevivencia, el sinsentido y la soledad. En medio de tal panorama, logra
descubrir la sonrisa de otro humano –en ese momento, su captor– que, de manera
sencilla y mágica, le ofrece un cigarrillo y con él le devuelve el fuego de una
humanidad extraviada, iluminando la esperanza.
Se trata de un texto breve y sencillo,
pero no por ello profundo. Inspirado en la figura de Leon Werth –escritor,
intelectual, judío, anarquista, antimilitarista, a quien Saint-Exupéry dedicó
más tarde El Principito– encontramos un conmovedor canto a la vida, a la
libertad, al respeto y valor del ser humano.
León Werth encarna aquí el rehén
universal, asediado por los actos y consecuencias de oscuros y siniestros
intereses que han estado siempre presentes en la historia, y que llegado un
momento arrasan con años y siglos de creación y construcción humana, y con ello
destruyen los pueblos y sus habitantes, deshumanizándolos primero, intentan
luego borrar toda huella de su existencia. Sin embargo, la misma historia se ha
ocupado de demostrar lo contrario.
Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944).
Fue un escritor y aviador francés, autor de la célebre obra El Principito.
Desde 1932, Saint-Exupéry se consagró al
periodismo y la escritura. Hizo reportajes sobre la Indochina francesa (hoy
Vietnam) en 1934, sobre Moscú en 1935 y sobre España en 1936, previos al inicio
de la Guerra Civil.
Nunca dejó de volar como piloto de pruebas,
participando en algunos «raids» o intentos de récords, que en ocasiones se
saldaron con graves accidentes. Sus reflexiones sobre el humanismo, las recogió
en Terre des homme, publicado en 1939.
Ese mismo año, fue movilizado por el
Ejército del Aire, como piloto de una escuadrilla de reconocimiento aéreo, en
pleno inicio de la 2ª Guerra Mundial. Tras el armisticio forzado por la
ocupación alemana de Francia, abandonó este país.
Se instaló en Nueva York llegando a
participar en alguna de las campañas para que los estadounidenses entraran en
la guerra. En la primavera de 1944, logró ser destinado en una unidad de
reconocimiento fotográfico en los prolegómenos del desembarco aliado en
Provenza.
El 31 de julio de 1944, a las 8:45 horas, Saint-Exupéry despegó a bordo de un Lightning P-38 para una misión de reconocimiento, sobre los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano poco antes de la invasión aliada del sur de Francia. No regresó jamás.
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