Bajo el hielo de la Antártica, un ecosistema microscópico, pero de vital
importancia para el equilibrio ambiental enfrenta una amenaza silenciosa.
El
estudio internacional “Advocating microbial diversity conservation in
Antarctica” (Defensa de la conservación de la diversidad microbiana en la
Antártica), publicado recientemente en la revista npj Biodiversity, advierte
que el cambio climático, la contaminación y el turismo están alterando la
biodiversidad microbiana del Continente Blanco, sin que las estrategias de
conservación actuales consideren adecuadamente este impacto humano.
“El estudio resalta la
importancia de la diversidad microbiana en la Antártica y su papel clave en el
ciclo de nutrientes, la fijación de carbono y la resiliencia de los ecosistemas
extremos.
Hay evidencias de que los
impactos antropogénicos, el cambio climático y el turismo pueden alterar la
composición microbiana y promover la llegada de especies no autóctonas”,
explica Aparna Banerjee, investigadora de la Universidad Autónoma de Chile, sede
Talca, miembro del Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN) y autora
principal del artículo.
Por su parte, Marcelo
González, investigador del Instituto Antártico Chileno (INACH) y coautor
resalta: “Este trabajo es una revisión que actualiza el conocimiento y la
importancia de los microorganismos extremófilos, que en algunos casos son
explotados de forma biotecnológica.
Esta revisión permite visibilizar este
componente clave de los ecosistemas antárticos y que la mayoría de las veces se
pasa al costado.”
Aunque diminutos en tamaño,
los microorganismos antárticos desempeñan una función fundamental en el
ecosistema polar. Regulan procesos biogeoquímicos esenciales, sirven como
indicadores del cambio climático y tienen un alto potencial biotecnológico, con
aplicaciones en biorremediación, desarrollo de antibióticos y bioplásticos.
Los microorganismos producen
compuestos como enzimas y moléculas, que pueden tener aplicaciones en la
industria, la medicina y la agricultura, como la producción de antibióticos,
bioplásticos o tratamientos anticongelantes”, afirma González.
La Dra. Banerjee es la
investigadora principal del proyecto “Polisacáridos bioactivos de bacterias
poliextremófilas de la isla Decepción como posibles aditivos alimentarios”,
financiado por el INACH (RT_24-21).
“Seguimos impulsando
investigaciones en biodiversidad microbiana antártica y su relación con el
cambio climático, con el fin de comprender mejor la resiliencia de estos
ecosistemas y su potencial aplicación en distintas áreas biotecnológicas”,
agrega Banerjee.
Actividad humana y
biodiversidad en miniatura
El aumento de las actividades
humanas en la región representa una amenaza para las comunidades microbianas al
introducir especies no autóctonas, contaminantes químicos y perturbaciones
físicas en hábitats frágiles.
El estudio afirma que “el
crecimiento del turismo, aunque beneficioso por razones educativas y
económicas, plantea importantes retos debido a la contaminación biológica y
química.
A pesar de los esfuerzos
realizados en el marco del Sistema del Tratado Antártico para proteger la
región, existe una necesidad crítica de mejorar las medidas dirigidas
específicamente a la conservación microbiana.”
En este sentido, en el
artículo se plantea la necesidad de aplicar estrategias como medidas estrictas
de bioseguridad, prácticas turísticas sostenibles y programas integrales de
vigilancia.
La actividad turística, en
particular, puede alterar la composición microbiana, facilitar la dispersión de
microorganismos oportunistas y afectar procesos ecológicos vitales.
“Si bien el Sistema del
Tratado Antártico establece regulaciones para minimizar estos impactos, aún no
existen protocolos específicos para monitorear el efecto del turismo en la
diversidad microbiana.
Para proteger estos
ecosistemas únicos, es crucial implementar medidas más estrictas de
bioseguridad, monitoreo ambiental y regulación del acceso a zonas vulnerables y
zonas ricas en biodiversidad microbiana, garantizando un equilibrio entre la
exploración científica, el turismo responsable y la conservación del microbiota
antártico”, afirma Banerjee.
El estudio propone fortalecer
la cooperación internacional y los marcos de políticas de conservación, mejorar
la infraestructura y equipamiento de los laboratorios microbiológicos en la
región, y fomentar bases de datos colaborativas que permitan un monitoreo más
preciso de la biodiversidad microbiana.
Además, se destaca la
necesidad de promover prácticas de turismo sostenible que minimicen la huella
ecológica y de incrementar el financiamiento para la investigación en
microbiología antártica a nivel global.
También pone en valor la
necesidad de otorgar mayor importancia a las Zonas Antárticas Especialmente
Protegidas (ZAEP) que buscan conservar los valores ecológicos, científicos y
estéticos del continente, limitando las actividades humanas en ciertas áreas
claves para la conservación.
Esta diversidad de investigadores resalta la importancia del trabajo colaborativo: “La colaboración internacional promueve el intercambio de conocimientos y experiencias entre investigadores de diferentes países, lo que enriquece la investigación y fomenta la innovación.
Además, facilita el acceso a recursos y
tecnologías que pueden no estar disponibles a nivel nacional”, señala González.
El INACH es un organismo
técnico del Ministerio de Relaciones Exteriores con plena autonomía en todo lo
relacionado con asuntos antárticos de carácter científico, tecnológico y de
difusión.
El INACH cumple con la Política Antártica Nacional incentivando el desarrollo de la investigación de excelencia, participando efectivamente en el Sistema del Tratado Antártico y foros relacionados, fortaleciendo a Magallanes como puerta de entrada al Continente Blanco y realizando acciones de divulgación del conocimiento antártico en la ciudadanía. El INACH organiza el Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN).
No hay comentarios:
Publicar un comentario