Algunos estudios previos han planteado la
hipótesis de que las diferentes especies animales viven en un entorno de baja
presión de patógenos reflejado en una limitada diversidad y abundancia microbiana.
Durante décadas, los científicos han
estado muy interesados en estudiar en particular los virus de los pingüinos
antárticos.
En este sentido, los primeros reportes
datan de los años 70, pero solo se limitaban a observar si los pingüinos
estaban infectados con virus que causaban enfermedades en las aves de corral. A
medida que los métodos fueron mejorando, los investigadores recurrieron a la
reacción en cadena de la polimerasa (más conocida como PCR).
Sin embargo, su gran limitación radica en
que se basan solo en la identificación de virus previamente descritos. Esto,
afortunadamente, ha cambiado con el desarrollo de la metagenómica que permite
secuenciar aleatoriamente una muestra sin la limitación de buscar solo los
virus descritos anteriormente.
Bajo esta premisa, recientemente se
publicaron los resultados de la investigación “Sustained RNA virome
diversity in Antarctic penguins and their ticks” (traducido al español
como: Diversidad sostenida de viromas de ARN en pingüinos antárticos y sus
garrapatas) en la revista especializada The ISME Journal.
Un trabajo colaborativo de investigadores
del Centro de Referencia e Investigación de Influenza en Melbourne en
Australia, de la Universidad de Sídney en Australia, la Universidad de Kalmar
de Suecia y el Laboratorio de Parásitos y Enfermedades de Fauna Silvestre de la
Universidad de Concepción, sede Chillán.
Su objetivo principal era evaluar la
diversidad de virus (viromas) en pingüinos antárticos y estudiar las relaciones
de estos viromas en comparación con otras aves de continentes más conectados.
Para obtener esta información valiosa
sobre enfermedades y parásitos de la fauna antártica, ellos participaron de las
Expediciones Científicas Antárticas de los años 2011 al 2016 (desde la ECA 47 a
la ECA 52), gracias a los proyectos “La garrapata de aves marinas Ixodes uriae
(White, 1852) como vector de virus, bacterias y protozoos patógenos para
pingüinos de ambientes antárticos” y “Campylobacter en Antártica: diversidad,
origen y efectos sobre la vida silvestre”.
Ambos proyectos fueron financiados por el
Instituto Antártico Chileno mediante el Concurso Nacional de Proyectos de
Investigación Científica y Tecnológica Antártica, pronto a abrir su
convocatoria 2020 en mayo. Esto les permitió alcanzar distintos sitios de
muestreo en cabo Shirreff, punta Narebski, isla Ardley, isla Kopaitic y base presidente
Gabriel González Videla.
Se recopilaron muestras de hisopos de las
cloacas (apertura de los tractos digestivos, reproductivos y urinarios de las
aves) de sesenta especímenes de tres especies con mayor presencia en la
península Antártica: Papúa (Pygoscelis papua), Barbijo (Pygoscelis antarcticus)
y Adelia (Pygoscelis adeliae) y sus garrapatas asociadas (Ixodes uriae,
garrapata de las aves marinas).
Posteriormente, se secuenció el ácido
ribonucleico (ARN), mediante la técnica transcriptómica que permite identificar
el ARN en una muestra los diferentes virus que están presentes en esa muestra
(células, tejidos u órganos).
“Lo importante es saber que existen varios
virus en pingüinos que no son conocidos y que podrían en casos puntuales pasar
a otros animales e incluso a humanos. En este estudio se encontró una variedad
de 107 virus, de los cuales 13 infectan a pingüinos, o sea, casi duplicamos los
virus hasta ahora conocidos en los pingüinos.
Además, se encontraron 82 especies de
virus que se asocian a la dieta (invertebrados y peces) y microbioma de los
pingüinos”, destacó uno de los autores de este estudio, el Dr. Daniel González
Acuña, quien además es investigador del Laboratorio de Parásitos y Enfermedades
de Fauna Silvestre de la Universidad de Concepción, sede Chillán.
Añade que los pingüinos tienen garrapatas y
estas a su vez tienen virus que pueden infectarlos. En este sentido,
encontraron ocho especies de virus, que es probable que se asocien a los
pingüinos.
Uno de los patógenos que pudieron
encontrar fue un tipo de coronavirus, bastante comunes en las aves silvestres.
“De hecho, en nuestro estudio encontramos
un tipo de coronavirus, que es un nombre genérico para un grupo de virus (los
que tienen esta forma de corona).
Los coronavirus son ampliamente
distribuidos en los animales, pero el coronavirus que nosotros encontramos en
pingüinos, es un deltacoronavirus y el virus COVID-19 es un betacoronavirus,
entonces son del mismo grupo, pero claramente diferentes. Los deltacoronavirus
son más asociados a las aves y los betacoronavirus a los mamíferos”, afirma el
Doctor González.
“También se ve presencia de picornavirus
que son una familia de virus infecciosos para animales, esta familia incluye
muchas especies diferentes de virus. Picorna significa ‘pequeño’ y es una de
sus características, puesto que entre los virus son de los más pequeños.
Existen representantes de esta familia de
virus que causan poliomelitis, resfriado común en los humanos, hepatitis A,
encefalomielitis aviar, entre otros”, añade el científico.
Sobre cómo arriban estos virus al
Continente Helado, el Dr. González aclara que una parte de ellos han existido
siempre ahí y por otra, estos son transmitidos desde aves que tienen
migraciones de larga distancia y que provienen desde continentes con gran
capacidad de propagación de estos virus animales peligrosos y por lo tanto, se
extienden a poblaciones que no tienen contacto o están libres de estos
patógenos.
“Es probable que parte de estos virus han
existido ahí y otra parte de estos virus llegan con las varias especies de aves
que migran hacia el Continente, como por ejemplo: el gaviotín ártico, la escúa,
la paloma antártica y otras especies que se mueven mucho a través de los
océanos, como el petrel gigante, albatros errante, etcétera.
Las garrapatas
también tienen virus y lo pudimos determinar en este estudio, puesto que se
encontraron ocho especies de virus y probablemente estas las compartan con los
pingüinos”, puntualiza.
Consultado sobre si alguna especie de
pingüino se ha visto más predispuesta que otra a contagiarse, afirma que: “Según
los resultados de este estudio, no se ve una mayor predisposición de alguna
especie de pingüino. Algunas comparten virus y otros están presentes en solo
algunas especies. Ahora, los pingüinos que muestreamos y son positivos a virus,
no se vieron afectados, no mostraron signos de estar enfermos. Su condición
corporal era normal, lo que indica que conviven con estos virus”.
De las curiosidades que se pudieron
obtener con este estudio, una es que los pingüinos serían posiblemente
anfitriones importantes para estos virus, en lugar de solo infectarse
ocasionalmente, conocidos como huéspedes reservorios.
Otro hallazgo a destacar es que se
emplearon los mismos métodos metatranscriptómicos para encontrar presencia de
virus en aves silvestres australianas, encontrándose un número similar por
grupo de muestras, lo que sugiere que estos pingüinos sienten una presión
patógena similar a pesar del aislamiento geográfico de la Antártica.
“Además del hallazgo de una alta variedad
de virus presentes en pingüinos (lo que nos hace pensar que estas aves pasan a
ser reservorios importantes de virus), se hizo una comparación con los viromas
de las aves de Australia y para nuestra sorpresa se observó que las cargas
virales en aves australianas y de la Antártica son semejantes, por lo que a
pesar de que los pingüinos están en un ambiente aislado, prístino y en
condiciones extremas, soportan también altas cargas de este tipo de patógenos”,
destaca el investigador.
Desde el año 2012 ya han publicado más de
cuarenta trabajos referidos a estas temáticas y continuarán comparando con
otras especies de aves. “Acabamos de ganar otro proyecto INACH, justamente para
darle continuidad a este tipo de estudios y pretendemos hacer comparaciones
entre distintos ambientes en la Antártica, con y sin presencia de humanos, y
estamos seguros que encontraremos novedosos resultados”, concluyó González.
El trabajo que realizan es de suma
relevancia, ya que con este pequeño estudio encontraron una gran diversidad de
virus, siendo solo la punta del iceberg. Con una muestra más grande esperan
hallar más patógenos.
El INACH es un organismo técnico
dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores con plena autonomía en todo
lo relacionado con asuntos antárticos y tiene entre sus misiones el incentivar
el desarrollo de la investigación científica, tecnológica y de innovación en la
Antártica, el fortalecimiento de Magallanes como puerta de entrada al
Continente Blanco y promover el conocimiento de las materias antárticas a la
ciudadanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario