La obra cuenta la historia de
una mujer que ayuna sobre un cartel publicitario, el hambre se vuelve un
espectáculo, generando una fascinación colectiva. Aunque al principio es
venerada por multitudes, poco a poco la gente va perdiendo el interés y se va fijando
en una nueva atracción.
El Proyecto cuenta con el
Financiamiento del Fondo Nacional de Artes Escénicas, Línea Creación y/o
Producción de Montajes Escénicos, Modalidad Trayectoria, Teatro, del Ministerio
de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Carla Zúñiga, Dramaturga del
montaje, señala: “Fue muy interesante enfrentarme a los cuestionamientos que
tiene el cuento y al punto de vista que quería entregar Claudio, el director.
Él tenía la idea de que
estructuralmente la obra fuera más posdramática, que hubiese monólogos, un
personaje que no habla, que fuera extraña y a mí me encantan esas invitaciones,
porque abren las posibilidades. Me sentí muy libre escribiendo e imaginando a
los personajes, preguntándome quiénes existen en este universo kafkiano”.
“Hay varias diferencias con el
cuento, cambia el género del personaje principal y la lectura respecto al
hambre, consideramos que estamos en contextos diferentes, entraron las redes
sociales, el hambre mundial, la ciudad. El hambre habla directamente del cuerpo
y si hablamos de cuerpo se abren más caminos.
Cuando escribí el texto no
sabía cómo lo iban a llevar a escena, y al ver el montaje me sorprendí mucho,
gratamente, es bastante radical respecto a ciertas decisiones”.
Christopher Ortega, Productor
de Ensamble Específico, detalla que la obra “es la segunda que hacemos
inspirada en un cuento de Kafka. Se hacen profundas reflexiones sobre lo que es ser
artista, el hambre, la codicia de la sociedad.
Una obra de corte
existencialista que, además, la presentamos como una experiencia inmersiva
desde lo sonoro. Las personas que lleguen a ver la obra podrán escuchar con
mucho detalle las distintas acciones y sonidos que van generando los actores
del equipo”.
Sobre los espacios, añade:
“Nos instalamos y adaptamos a cada sitio donde tenemos función, ha sido parte
de nuestro propósito como Ensamble el trabajar en espacios no convencionales de
teatro, indagando en sus memorias e historias, incorporándolas en este caso a
través de una breve contextualización sonora del lugar, y también en la
instalación misma que dialoga con la infraestructura“
Claudio Marín, Director de la
compañía, comparte: “cuando leí el cuento me pareció muy atractivo que abordara
el hambre desde una noción estética perceptiva, para ponerla en un signo
artístico, aurático, que de alguna forma desmantela toda la noción
latinoamericana de lo que entendemos por el hambre. Para nosotros es una
palabra muy seria, sobre todo para generaciones como la mía, nacidas entre los
setenta y noventa, que vivimos la dictadura y postdictadura”.
“La noción del hambre en el mundo de las artes no es necesariamente literal, se encuentra en el terreno de lo real y lo simbólico. Tomar la opción de vivir del arte implica enfrentarse a la precarización, y así pasa con otros trabajos, con el obrero, el campesino o la trabajadora doméstica.
El hambre pasa a ser algo más
grande, hambre de una vida diferente, hambre de un sueño, hambres utópicas o
nostálgicas, de ideales, de lo que pudo ser y no fue. La dramaturgia de Carla
Zúñiga, permeada por la ironía de Franz Kafka, nos muestra un hambre compleja,
cruzada por la espectacularización de la vida, que hoy, al parecer, nos hace
visibles al otro”.
Para más información seguir en Instagram a @ensambleespecifico.
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