
Al regresar de París, cuna de los
vanguardistas latinoamericanos, comenzó a emplazar la -a veces atenuada-
revuelta contra la institucionalidad artística chilena desde el diario La
Nación, propiedad de Eliodoro Yáñez, su padre.
Así, la masiva tribuna del periódico
liberal acogió las Notas de Arte (1923-1925) para permitirle a Emar proclamar
la necesidad de ruptura con el criollismo, que dominaba tanto la literatura
como las artes plásticas en el anquilosado medio nacional.

Aunque la obra literarios de Juan Emar, respondió
a una evolución propia que empezó con el inédito "Torcuato" (1917),
no fue sino hasta 1935 cuando comenzó a disputar territorio dentro del medio
local. Durante ese año aparecieron Miltín 1934, Un Año y Ayer.
Estas tres novelas desafiaron los códigos
de representación del realismo dominante, al soportarse en estructuras
fragmentarias y alegóricas. Éstas incluyeron, además, principios propios del
cubismo y del futurismo europeo que las acercaron decididamente tanto a los
planteamientos constructivistas, como también al creacionismo de Vicente
Huidobro.
Asimismo, los temas se desplegaron en
amplios espectros, colmados de humor negro, ocultismo, inconsciente y erotismo.
Más tarde, en 1937, apareció Diez, libro que vino a confirmar la radicalidad de
su propuesta artística
Incomprendido por la crítica de ese entonces, no fue sino hasta las décadas de los setenta y ochenta cuando tímidamente comenzó su rescate. Su obra reapareció bajo el rótulo de surrealista, kafkiana o incluso proustiana.
De esta época es Maldito gato, reeditado por
LOM EDICIONES, que es una muestra espléndida de la vanguardia literaria chilena
de la primera mitad del siglo XX.
En ella, Juan Emar, su autor, emplea en el
relato un conjunto de elementos formalmente figurativos, a partir de los cuales
lleva a cabo una dislocación extrema del tiempo, el espacio y el sentido. Se
genera así una antirrealidad donde lo onírico, lo metafísico y lo simbólico
permiten instaurar un nuevo estatuto de verosimilitud.
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