Creemos que el riesgo de no relacionar
ambos campos (como diría Bourdieu) arriesga la comprensión acabada de la
extensión que tiene el capitalismo sobre nuestras vidas. Las formas de producir
teoría no han quedado exentas de estos derroteros de la política mundial y se
han visto sumamente afectadas.
Por otra parte, si la teoría fuesen solo
ideas abstractas sin resonancia concreta y material, bien sabemos podríamos no
habernos tomado la molestia de abrir este debate. Pero sabemos y reafirmamos la
convicción de que las ideas promueven y devienen en prácticas políticas
concretas.
Así, la idea racista y eugenésica
inaugurada en los mediados del siglo XIX en Europa le abrió camino a la
existencia de los fascismos: de Hitler, los hitleristas y el nazismo.
Las «ideas» anti-derechos y anti modernas
aperturan caminos para los neofascismos contemporáneos: esos que construyen
muros, extraditan extranjeros por considerarlos «migrantes» y hacen retroceder
las luchas emancipatorias para las mujeres, los pueblos indígenas,
afrodescendientes y tercermundistas en general.
Esta noción política de la teoría,
entendida como una forma de interpretar la realidad material, de aprehenderla,
caracterizarla y ¿por qué no? tratar de cambiarla cuando esta no satisface a
las amplias mayorías populares, es la que nos hace levantar las alertas por
sobre las consecuencias que tienen las teorías pos para pensar la política –en
el más amplio espectro del término– desde y para América Latina (un cierre
arbitrario de la geografía con la que nos sentimos más cómodas, para no hablar
con falsa propiedad de territorios que no conocemos de cerca como son Asia,
África y Oceanía).
El giro pos en América Latina tiene
múltiples exponentes. De hecho, no podemos consignarlos a figuras o personajes,
sino a toda una época.
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