Seis
destacados intelectuales chilenos, retoman el debate en torno al cambio
constitucional en Chile y plantean la posibilidad que una nueva Carta
Fundamental considere como punto de partida la Constitución Política
que regía antes del golpe militar de 1973.
Es
lo que plantea el libro 1925. Continuidad republicana y legitimidad
constitucional: una propuesta, publicado por Editorial Catalonia que reúne ensayos
de Arturo Fontaine, Juan Luis Ossa, Aldo Mascareño, Renato Cristi, Hugo Herrera
y Joaquín Trujillo, quienes escriben desde las perspectivas del derecho, la filosofía y sociología. Además, es prologado por la
antropóloga, Premio Nacional de Humanidades, Sonia Montecino Aguirre.
“Tenemos el convencimiento que en Chile existía
una tradición constitucional que fue radical y revolucionariamente interrumpida
en 1973. A
diferencia de sus antecesoras, la carta del 80 fue desde su origen concebida
como una nueva constitución, marcando así una diferencia sustancial con las de
1833 y 1925, que fueron pensadas siempre como ‘reformas’ de sus predecesoras”,
comentan los autores.
Este
libro, parte de la base de que es preciso reemplazar la Constitución de 1980
por su origen radical y su arrasamiento de los textos anteriores, algo que es
evidente y de amplio consenso, instalando una discusión relacionada a la
memoria política y a la hipótesis de la existencia de una cultura chilena de
transformaciones graduales.
Desde
ahí, la Constitución de 1925
emergería como un acervo social que emblematiza la tradición institucional rota
en 1973 y que, como todo patrimonio, está sujeto a relecturas y
re-interpretaciones, pero dentro de una trama que la comunidad va bordando en
el ritual de la inclusión que provee el relato de la democracia.
El
mensaje del libro, pareciera ser un esfuerzo y un llamado a exorcizar el
fantasma de la violencia fundante de la Constitución de 1980.
En
el prologo, Sonia Montecino explica que para “elaborar un punto de vista que
nos lleve a evitar el inmovilismo y la radicalización, a superar los opuestos
de la Mistral,
a esos “abismos que separan a las gentes nuestras y, agreguemos, al deseo de
realizar un aporte contundente contra la tendencia a los facilismos no
reflexivos que nos asisten cada vez con mayor fuerza”.
Sin
duda, las complejas tramas que tejen los nuevos sujetos sociales y su reclamo
de reconocimiento deberían encontrar un lugar en esa relectura
constitucionalista como son las definiciones de la comunidad imaginada como
pluricultural, intercultural o plurinacional, por ejemplo, o los derechos
sexuales y reproductivos, a la educación, a la salud, a las pensiones, por
mencionar temas acuciantes y así, podríamos seguir enumerando el enorme vacío
del texto constitucional que nos rige.
Sin
duda, la interpelación que nos hace este libro contribuye a reabrir el ritual
suspendido sobre el cambio constitucional, a continuar con el debate no zanjado
que late en lo profundo de Chile, reuniendo lo viejo y lo nuevo, la tradición y
sus recreaciones, en palabras de Mistral para unir, aunque sea a medias a los
opuestos”.
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