La
memoria del río contiene la violencia y la crueldad, entre otras reminiscencias
de mejores tiempos, como también de inundaciones y de abandono. Mapocho es el
río que cruza Santiago, y lleva consigo el clima emocional y las pulsiones
sociales que experimenta la ciudadanía.
Allí realizó “Hacer agua”, con dos planchas de acero tapando la puerta, en cuyo centro se filtraba agua continuamente, oxidando los metales, los que a su vez semejaban aquellas vallas protectoras para los locales comerciales en contexto de revuelta social. Una metáfora de la clausura del pasado en la estrategia discursiva de algunos sectores de la sociedad chilena, a través de mecanismos como el borrador de la memoria o en forma más extrema, el negacionismo.
Un
pasado traumático que, pese a ello, se filtra continuamente en una grieta de la
historia reciente; y un devenir complejo, con sociedades que demandan atención
y derechos.
Allí quiso denotar la inestabilidad de la esfera política y la memoria, que pervive como las plantas silvestres, en un presente en permanente tensión, con sociedades que reclaman coherencia a las instituciones.
En estas y otras obras, Corvalán-Pincheira trata el elemento agua como una ilustración patente de las problemáticas medioambientales de la actualidad, muchas que son consecuencia directa de intereses empresariales; y por otra parte remite a las aguas del océano o del río, como lecho/lugar de destino de tantos cuerpos de chilenos y chilenas, hechos desaparecer por la dictadura.
Las “aguas del Mapocho” se desplazan en una ruta circular por el MNBA, invitando a OÍR como un acto reflejo del RÍO, Máximo Corvalán Pincheira construye una imagen imponente para concluir la presentación de su cuerpo de obra en torno a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.
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