A comienzos del mes de marzo de este año, fue presentado al mundo el libro póstumo de José Saramago “Claraboya”.
José
 Saramago fue un escritor portugués (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 
2010) Premio Nobel de Literatura 1998, que se convirtió en uno de los 
escritores portugueses más conocidos y apreciados en el mundo entero. En
 España, a partir de la primera publicación de “El año de la muerte de 
Ricardo Reis, en 1985”, su trabajo literario recibió la mejor acogida de los lectores y de la crítica.
Otros
 títulos importantes salidos de la mano de Saramago, fueron Manual de 
pintura y caligrafía, Levantado del suelo, Memorial del convento, Casi 
un objeto, La balsa de piedra, Historia del cerco de Lisboa, El 
Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, 
La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez, Las 
intermitencias de la muerte, El viaje del elefante y Caín. 
Además
 del Premio Nobel de Literatura 1998, Saramago fue distinguido por su 
labor con numerosos galardones y doctorados honoris causa.
Saramago
 escribió esta obra entre los años cuarenta y cincuenta y el año 1953 
entregó el manuscrito a una editorial portuguesa que muchos años más 
tarde, la encontraría al cambiar de instalaciones. 
Una mañana de 1989, 
Saramago recibió una llamada de la editorial para informarle de que el 
manuscrito había sido encontrado en una mudanza de sus instalaciones y 
que considerarían un honor publicarlo entonces. “Obrigado, ahora no”, 
respondió el autor. 
Sin esperarlo, Claraboya se trasformó en un testimonio de la Lisboa de la dictadura de Salazar, cuyos habitantes se muestran resignados a las estrecheces económicas, morales
 y políticas que marcaban la época. Sin embargo, el contexto político es
 solo un telón de fondo para la narración ya que pareciera que la acción
 podría transcurrir en cualquier barrio del mundo. 
Prostitución que 
mantiene a la familia, arrendar piezas de la casa para obtener una 
entrada extra, que los hijos tengan que trabajar para tener un sueldo 
más, acoso sexual de parte de los jefes a las empleadas, hacinamiento 
familiar; malas relaciones de pareja; muerte de hijos y que todo el 
mundo este enterado de lo que sucede en cada casa son situaciones que se
 viven en todas partes del mundo. Solo cambian los rostros y el idioma.
Escribía
 Vicente Verdú en el estimulante ensayo “El estilo del mundo” que “el 
medio procura vida social. Posee la clave para hacernos imagen y con 
ello concedernos el don de la circulación mediática. Somos así más 
vivientes al hacernos imágenes: «imaginándonos». Las gentes más comunes 
se afanan por aparecer en las pantallas, llegar a ser televisadas, 
otorgar valor a su vida, conferirle el necesario valor escénico porque 
sin esa convalidación la vida se vela”.
Claraboya,
 es una novela construida como si fuera una película, en que las escenas
 están encadenadas unas a otras, formado una multitud de planos que 
enlazadas entre si, siguen las emociones de los personajes. Estos planos,  cuentan un trozo de la historia de cada habitante de ese block de 
departamentos creando una película fina.
Todo ello, envuelto en la luz de ensueño del invierno de una Lisboa que se maneja en el interior, de una dictadura severa
 y paternalista personificada, por un hombre completamente superado por 
la dinámica capitalista de la posguerra  y que  logró impedir  la 
industrialización acelerada conservando, la preponderancia de los sectores
 agrarios en una época, en la cual sólo existía una industria de 
pequeñas unidades lucrativa gracias al miserable nivel de los salarios, 
situación sostenida debido al fuerte desempleo y subempleo y a la total
 represión de cualquier proceso reivindicativo. 
Sin
 embargo, pequeños momentos como el liar un cigarrillo, un juego de 
damas, una conversación después de la comida, ir al cine, la lectura de 
libros, el escuchar música transforma a los personajes en seres libres 
en medio de la tragedia de sus vidas. 
Durante
 la presentación de la novela, Pilar del Río explicó que “es una novela 
de personajes con hombres de pocas palabras, solitarios, libres, que 
necesitan el encuentro amoroso para romper, siempre momentáneamente, su 
forma concentrada e introvertida de estar en el mundo y las mujeres 
fuertes, donde su capacidad transgresora se hace evidente y descarnada”.
Pareciera
 que el lector a través de un tragaluz, de manera tranquila e invisible 
se introdujera en cada casa, en cada vida y espiara las frustraciones, 
anhelos, nostalgias, miedos, alegrías y tristezas que por corrientes,  terminan siendo universales. 

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