A todo el
mundo le gusta una buena broma Que nos hagan reír y hacer reír a los
demás. Hay que considerar que los médicos nos informan que la risa es buena
para nosotros y sin embargo, por qué nos reímos y saber que nos hace reír es
difícil de decir.
En su informe final de Seminario para optar al grado
de Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica con Mención en Literatura,
Camila Hormazábal Meza expresa que “el humor como tal, como se entiende, no
siempre se aproxima a los alcances que realmente tiene. Sucede que más allá del
sentido cómico, el humor refleja contradicciones, situaciones absurdas o bien
irónicas.
Por ello, la razón por la cual este tema reviste interés
guarda relación con la necesidad de develar ese sentido paradójico dentro, en
este caso, de una obra que muestra una realidad plagada de contradicciones, de
equívocos, y situaciones cómicas, pero que sin embargo tienen un objetivo que
va más allá de la risa”.
Comúnmente, creemos que lo cómico, la risa y el humor
se remiten a aquello que nos hace reír pero, en realidad el tema es más
complejo.
Según autores, lo que nos haría reír es la
incongruencia en el actuar de las personas que tienen, una propensión al
ridículo y al fracaso cuyo resultado sería una especie de revancha contra el
orden establecido y el aprendizaje que de él hemos hecho pasando y al advertir
la equivocación, se pasaría de la angustia a la risa.
Para el filósofo Hongre, hay categorías que harían que
una situación sea cómica como serían lo cómico de los gestos, la comicidad de
las palabras, la situación, lo cómico de las costumbres, lo cómico del
personaje y la comicidad de lo irreal.
Ahora bien, hay un tipo de humor que se vale de
las situaciones disparatadas o incoherentes para hacer reír al público y su
comicidad está basada en la irracionalidad. Otras veces, aquello que nos hace
reír están llenas de una violencia sin sentido y cuyos argumentos, diálogos y
situaciones están muchas veces fuera de toda lógica.
Hace un tiempo, Lom Ediciones publicó el libro de
Alphonse Allais “Vivir de risa” traducido por Eduardo Berti
Poeta, cuentista y periodista, Alphonse Allais nació
el 20 de octubre de 1854 en Honfleur, al norte de Francia, y, según su hermana
Jeanne, no dijo una sola palabra hasta cumplir los tres años de edad: «La gente
se preguntaba si no era mudo». Pero lejos de tener dificultades con las
palabras, se estima que —sumando cuentos, crónicas y viñetas— Allais dio a
conocer unos mil quinientos textos entre 1875 y 1905 año de su muerte.
Pocos escritores exhibieron el sentido del absurdo y
del humor que poseía Alphonse Allais. Según Eduardo Berti “el humor que
cultiva, aunque de apariencia ligera, esconde a menudo una mirada sarcástica,
crítica y aún negra.
No son pocos los relatos en los que alude a la muerte
o a cierta obsesión por las prácticas funerarias: en "Un testamento"
un hombre pide ser "hervido" ("en una inmensa caldera con
agua") en vez de enterrado o cremado; en "Una idea luminosa", un
inventor explica el principio de su innovadora "inaereación" que
"por medio de la evaporación" les quita toda el agua a los cadáveres.
Muchos de ellos hacen reír no tanto por sus
situaciones como por sus digresiones, los comentarios que desgrana y algunas
máximas dignas de Groucho Marx: «No dejes para mañana lo que puedes hacer
pasado mañana», «El hombre está lleno de imperfecciones, cosa que no resulta
sorprendente si se piensa en qué época lo hicieron», «El café es la bebida que
hace dormir cuando no se la bebe» o «La mujer es la obra maestra de Dios, sobre
todo cuando tiene el diablo en el cuerpo»”.
El 28 de octubre de 1905, víctima de una embolia
pulmonar, Allais desoyó los consejos médicos y murió súbitamente, tras haberle
dicho a un amigo a la salida de un café: «Así como me ves, mañana estaré
muerto».
Poeta y al mismo tiempo humorista, Alphonse Allais
cultivó principalmente el poema homonimio, que se constituye enteramente de
palabras homófonas.
En el universo narrativo de Alphonse Allais, todo el
mundo es bueno, porque todos forman parte de la vida. De hecho, asesinos y
santos reciben el mismo tratamiento desprovisto de dramatismo y por tanto
divertido. El discurso de Allais no es valorativo, ni crítico y menos aún
moralista. Es una mirada irónica y distante hacia un mundo en el que son
posibles todas las soluciones y lo son, porque ya no quedan problemas serios
que plantear.
Lo primero que sorprende en un relato de Allais es
como una simple afirmación anti-lógica, anti-sentido común toma visos de
credibilidad cuando su maestría narrativa la envuelve. Una palabra o
un leit motiv genial repetido a lo largo del relato son suficientes para
esbozar la sonrisa del lector y de paso alterar nuestro rutinario sistema de
percepción neuronal.
En un estilo conciso, sintético, minimalista, pero de
fácil lectura, todos los relatos de Allais ofrecen algo diferente donde, el más
intrascendente suceso cotidiano, las andanzas de cafetín de sus más
significativos héroes adquieren una dimensión imprevisible y sorprendente en la
imaginación de este gran escritor, único en su género.
Alphonse Allais fue por delante de sus contemporáneos
e inauguró movimientos y tendencias. Su mayor arma, el humor brutal y cruel de
sus obras, en las que cargó contra todo y se burló de todo.
Bienvenidos a la risa trágica de Alphonse Allais.